Ven y verás | Cuanto peor, mejor

Javier Rodrí­guez Arjona.-

Hay que plantar cara a lo que venga. Foto: photo credit: no sabemos cómo llamarnos Cada uno se tapa como puede via photopin (license)
Hay que plantar cara a lo que venga. Foto: photopin (license)

Si la adversidad nos alimenta, aquí­ no faltará comida.

Hace poco me comentaba un viejo amigo mí­o que en la adversidad se revelaba el verdadero temple del ser humano. Frase tan consoladora como cierta. Y más aún, totalmente necesaria cuando las cosas no salen como nos hubiera gustado.

El paradójico tí­tulo de estas lí­neas está tomado de un emblema heráldico y no pretende ser un eslogan masoquista, sino más bien un recordatorio de que, una vez producida la desgracia, hay que saber reaccionar. Y reaccionar es levantarse de nuevo, rebotar. Y el rebote depende del material del que está hecha la pelota y de la superficie a donde haya ido a caer.

La pelota, en muchos casos, puede que sea nuestras expectativas de futuro. Y el suelo -al que ha ido a dar la pelota- es la actitud con la que asumimos los acontecimientos.

La experiencia nos enseña que muchas situaciones no son definitivas y que la pelota es redonda. Mientras mantengamos nuestra fe en Dios las cosas siempre tendrán solución.

La oración no es eficaz solo cuando las cosas salen tal cual las pedimos. De hecho, muchas veces no es así­. Dios sabe más y la oración es eficaz siempre, pues nos ayuda a vivir según el querer de Dios. Y nos sostiene en el esfuerzo por realizarnos como personas. Sin que los acontecimientos –por mas adversos que puedan ser- quiebren nuestra conciencia del amor que Dios nos tiene.

Si la actitud con que recibimos los golpes tiene elasticidad y consistencia, seremos capaces de rebotar, como personas, y como pueblo. Y mantendremos el empeño por conseguir los objetivos en los que creemos. Hasta lograrlos cabalmente.

Hay que desechar decaimientos y quejas que no sirven para nada. La fortaleza es la virtud que debe nutrir la esperanza. La malla no debe romperse, ni la actitud de lucha quebrarse. La unidad debe mantenerse, pues sigue siendo muy necesaria. Y esto se aplica en nuestra vida personal, familiar y social.

Mientras tanto, plantemos cara a lo que venga: ¡cuanto peor, mejor! ¡Que la adversidad sea alimento del buen ánimo! Como escribió San Juan Crisóstomo: “el alma generosa apoya sobre el dolor un nuevo impulso de energí­a”. Al mal tiempo buena cara. ¡Arriba los corazones! Que si la adversidad nos alimenta, aquí­ no faltará comida.

* Javier Rodrí­guez Arjona es el capellán de la UMA.

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