Emlio Spósito Contreras.-
A partir de la Primera Guerra Púnica (264-241 a.C.), los territorios bajo el dominio romano se organizaron militarmente en provincias –senatoriales e imperiales durante el Principado. En tiempos del emperador Diocleciano (244-311), las provincias se agruparon en diócesis civiles, bajo el control de un vicario, a las órdenes del prefecto del pretorio. Las diócesis fueron originalmente doce: ífrica, Asia, Bretaña, España, Galia, Italia, Moesia, Oriente, Panonia, Ponto, Tracia y Viena. Posteriormente, los sucesores de Diocleciano modificaran el número de las diócesis del Imperio, así por ejemplo, en tiempos de Constantino (272-337), Italia se dividió en las diócesis de Italia Suburbicaria e Italia Annonaria.
La diócesis es una especie de fósil de 1700 años de antigí¼edad, que, a pesar de ello –o precisamente en virtud de ello–, no ha perdido su dinamismo, sino adquirido mayor fortaleza. Después de la caída del Imperio romano, la legitimidad de la diócesis y de la Iglesia a la que sirve de estructura, en lo temporal se basó en la continuación de las potestades y funciones atribuidas al Imperio, traducidas en la efectiva asistencia espiritual y material de los fieles.
En este sentido, la diócesis ha servido de motor de la civilización. Primero en Occidente después de la caída del Imperio romano, donde sus contornos en buena medida dieron origen a las lenguas romances. Segundo en América, donde fueron trasplantadas junto con los ayuntamientos en el marco de la gran empresa de expansión política y económica, pero también evangelizadora, de la Corona de Castilla.
En lo que a nosotros respecta, la diócesis de Coro, establecida el 21 de junio de 1531 por la bula Pro Excellenti Praeeminentia del papa Clemente VII (1478-1534), es considerada la primera de Tierra Firme. En 1577, el gobernador Juan de Pimentel cambió su residencia de Coro a Santiago de León de Caracas –fundada en 1567– lo que provocó el lento cambio de capitalidad, que culminaría en 1602. Por lo que, según real cédula del 20 de junio de 1637, también se trasladó la sede de la diócesis de Venezuela, de la ciudad de Coro a la ciudad de Caracas. El 24 de noviembre de 1803, por bula In Universali Ecclesiae Regimine, se llevó la diócesis a arquidiócesis, integrándose los obispados de Mérida –erigido en 1777– y Guayana –de 1790–, así como los “anexos ultramarinos” del de Puerto Rico, que desde 1511 incluía los territorios de Margarita, Trinidad, Cumaná y Guayana.
Ahora bien, considerando que la Provincia de Venezuela se creó por real cédula del 27 de marzo de 1528, se amplió por la creación de la Capitanía General de Venezuela en 1777, pero se extinguió con la creación de la República de Venezuela en 1811, resulta entonces que es la diócesis de Caracas, la organización administrativa más longeva de la historia del país y, en tal sentido, la primera entidad administrativa de Venezuela. A la diócesis sólo le sigue en antigí¼edad la Universidad Central de Venezuela, fundada mediante cédula del 22 de diciembre de 1721.
En casi 5 siglos, la diócesis de Caracas ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo del país: desde el cuidado de la religiosidad de los fieles, concentrada en las apariciones de la Virgen de Coromoto (1632) –patrona de Venezuela–, la Virgen de Belén (1709) –devoción del Libertador Simón Bolívar (1783-1830)–, la Virgen de Chiquinquirá (1749), entre otras advocaciones marianas; la promoción de la cultura, especialmente con la fundación de la Universidad; el conocimiento acreditado y la asistencia efectiva de las necesidades de la feligresía; hasta la defensa de la justicia y libertad frente a los gobernantes que frecuentemente tiranizan a la república.
Hoy, cuando la crisis en la cual se encuentra sumido el país, que abarca hasta la distribución más elemental de comida y medicinas, nos obliga a actuar, no debemos descuidar la larga y prestigiosa tradición de la diócesis, tanto para informarse de la realidad del país, como para atender las más urgentes necesidades de los venezolanos.
Algunos datos finales sobre la efectividad de la diócesis. El 9 de marzo de 2018, los obispos de Perú solicitaron a los fieles de sus diócesis solidarizarse con los migrantes venezolanos en el país. En el mismo sentido lo hicieron los obispos colombianos el 5 de mayo. Finalmente, a petición del papa Francisco, el 7 de mayo de 2018, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral aprobó el plan “Puentes de Solidaridad”, a través del cual las diócesis de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú unen esfuerzos para atender la migración sin precedentes de venezolanos que recorren el continente.
* Emilio Spósito Contreras es profesor de la Universidad Monteávila