Claudia Buffi.-
Venezuela se encuentra entre los diez países más corruptos, ya que según la organización Transparencia Internacional (TI) ocupa el lugar 158 de 168 naciones en cuanto a niveles de corruptela.
En Venezuela no solo existe corrupción, es decir, no se trata únicamente de “obtener un beneficio personal de bienes, servicios o recursos públicos destinados a satisfacer las necesidades de un grupo de personas”, según explica el sociólogo Carlos Castro, sino que es toda una cultura que, acorde con la psicóloga Betty Coppola, se debe a que las condiciones del país durante la historia han propiciado la corrupción. “La población se va acostumbrando, se va viendo como algo normal y así es que se generaliza”, señala.
Coppola afirma que una de las principales razones por las cuales la corrupción llegó a convertirse en una cultura es el poco tiempo de democracia que ha habido en Venezuela. “Solo 40 años. El resto han sido gobiernos autoritarios que han generado que la corrupción esté arraigada en los venezolanos”, asegura.
Para Castro tanto el sistema actual como los ciudadanos son responsables de la cultura de corrupción que existe en Venezuela. “Hemos aprendido a comportarnos así y actuamos de esa forma porque en determinadas situaciones se espera que ello sea así”, apunta. Coppola agrega que esta cultura  “se origina indudablemente en el sistema”, aunque aclara que “se convierte en un círculo vicioso porque el ciudadano, por facilismo, trata de saltarse las normas”.
Una de las condiciones que permite la corrupción en Venezuela es, según el sociólogo, “la carencia de instituciones que funcionen correctamente, y la ausencia o fallas de mecanismos de control para velar por un buen desempeño. Aquí la figura de las trabas o exceso de burocracia está de fondo como un factor que posibilita condiciones para la corrupción, la falta de transparencia de procesos o ausencia de rendición de cuentas es uno de ellos”.
Otra circunstancia que facilita la corrupción a nivel gubernamental es, a juicio de Coppola, “la concentración de poderes excesivas en el Estado. No hay separación de poderes, no hay rendición de cuentas”.
La psicóloga explica que los ciudadanos son el motor de un sistema corrupto pues “no lo ven como algo anormal. Es un mecanismo más. Es lo que se llama un sistema anómico cuando la generalidad de las personas trasgreden una norma. Es una situación anormal en la cual se hace hábito lo que no debería serlo, y eso pasa a ser parte de la idiosincrasia y de la cultura de la gente.”
Según Castro, “el Estado administra y controla los recursos públicos. Los individuos tienen poco vínculo o relación con el espacio público, y para poder acceder a esos bienes o recursos han aprendido o se han desarrollado redes particulares, familiares, políticas o partidistas que permiten ‘tomar lo necesario’, y esto ha sido una constante en la historia de Venezuela que ha promovido la corrupción”.
Un país donde la corrupción es parte del día a día causa, según el sociólogo, que “los ciudadanos aprendan la lógica de priorizar sus necesidades ante los intereses de la nación. Políticamente genera una ausencia de un proyecto nacional de país y la convicción de que el Estado debe solucionar todos los problemas. Aquí llegamos a lógicas populistas y sistemas políticos de control social”.
Coppola considera que muchas veces los individuos se ven obligados a corromper, aunque subraya que esto no puede ser esgrimido como justificativo. “Actualmente para comer hay que corromper al comprarle a los revendedores, los llamados bachaqueros, acota.
Tanto Castro como Coppola coinciden en afirmar que la educación y la reestructuración de las instituciones son clave para mejorar y agilizar su funcionamiento son  las vías a tomar para erradicar la cultura de corrupción que existe en el país.
* Claudia Buffi es estudiante de Comunicación Social.