Alicia ílamo Bartolomé.-
La página en blanco es un abismo insondable. No encuentro tema. Como el país, estoy seca de ideas. Buceo en lo profundo de mi fantasía y ni allí consigo nada, ¡cuando esa es mi gran riqueza! ¿Qué pasa? ¿Por qué está yerma mi creatividad? Y Pluma no puede esperar, mi tono menor debe salir este miércoles 25 con la puntualidad de siempre, ¡pero está tan menor! Se me agotaron las cataratas de la imaginación. A ver… a ver… de dónde exprimo algo… ¡Ya sé!
El viernes 13 de abril -dirán los supersticiosos: viernes 13, ¡uy!- volaron sobre Caracas aviones -o un avión que iba y venía- ruidosos hasta la exasperación. Vivo en el este de la ciudad y en mi habitación de descanso y estudio, temí que uno de aquellos aparatos me cayera encima, pasaban rasando.
No sabía de qué se trataba, si era una invasión aérea, una celebración de algo, hasta tuve la vaga y vana ilusión de que esas naves raudas marchaban hacia el exilio. A alguien se le ocurrió que se trataba de un ensayo para la conmemoración del 19 de abril, pero no, jamás se ha celebrado así. Fue una gesta eminentemente civil, más bien lo militar lo defenestraron, ¡ah malhaya!
Ya en la noche supe la realidad de aquel despliegue de guacharacas metálicas, ¡y con razón rasaban, asustando, sobre la zona opositora! Una amiga menos despistada que yo me lo dijo: era la conmemoración de aquel glorioso 13 de abril de 2002, cuando la hazaña heroica del no menos glorioso general Raúl Isaías Baduel le devolvió el poder, que había perdido el 11, a aquel lloroso y tembloroso héroe en la Orchila custodiado por dos jóvenes tenientes.
Sí, el mismo que tuvo su percance en el Museo Militar y luego lagrimeó las sotanas de dos cardenales en ciernes, Velazco y Porras. Y entonces me dije: ¿y dónde está quien debería ser figura central de esta fiesta, el gran homenajeado?
¡Ah, las glorias de este mundo! Del general Baduel sólo sabemos que cayó en desgracia ante su compadre y restaurado ingrato ilegítimo difunto, fue encarcelado, aislado y hasta un hijo suyo ha sufrido persecución. ¿Dónde está ahora?, no lo sabemos, hay un silencio total en torno a su persona.
Si su actuación el 13 de abril de 2002 fue una gran equivocación que propició esta prolongada agonía de Venezuela, el general está pagando cara su culpa. De arrogante militar pasó a ser un pobre preso político, quién sabe cuán humillado y vejado, por lo que uno no tiene más remedio que cambiar sus sentimientos hacia él. La milicia reinante mírese en ese espejo.
Sé que hay mucha gente que ante el culpable caído se ensaña y exclama: ¡Bien hecho, ahora que la pague bien pagada! No, no es la actitud correcta. Desde hace 21 siglos, Jesucristo vino justamente a cambiar ese ojo por ojo, diente por diente. Poco lo hemos seguido, actuamos generalmente con maneras paganas. Vivimos en un mundo lleno de resentimientos, venganzas y retaliaciones, inundado de odios y, ¿en dónde estamos? En un inmenso caos planetario.
Enfrentamientos, guerras frías y calientes, lluvias de misiles, orgullo de posesión de las más avanzadas armas para el exterminio, bombas nucleares… y la otra guerra sórdida, cobarde, diabólica: buscar la legalidad del asesinato del niño antes de nacer y la manipulación inmisericorde de los embriones. Entre otros desmanes de la avanzada ciencia.
Si queremos detener esta avalancha de desgracia tenemos que cambiar tanto nuestra conducta personal como la de la sociedad, consecuencia de aquélla. Un primer e imprescindible paso: aprender a perdonar. Seguir, imitándolo, al Hijo de Dios.
Empiezo: Raúl Isaías Baduel, yo te perdono y deseo sinceramente que pronto estés libre en la libre Venezuela y entre tus seres queridos.
*Alicia Alamo Bartolomé es profesora fundadora de la Universidad Monteávila