Hugo Bravo.-
Siempre se ha dicho que el dinero que se gasta en viajar es dinero bien invertido en una educación que nunca obtendrás en un libro o en un aula de clases. Viajar abre nuestras mentes a diferentes culturas, filosofías y visiones del mundo; por lo que disipa muchos de los prejuicios que infectan nuestros corazones y sociedades. Â
No obstante, de la misma manera, llama la atención que muchos de los hombres y mujeres que recorren la tierra maravillándose ante las montañas más altas, los océanos más profundos, las arenas más blancas, las islas más exóticas, las más enigmáticas aves; casi nunca se detienen a maravillarse de sí mismos y, pensar en cómo hacer efectivo su infinito potencial como seres humanos.
En el mismo sentido, llama la atención que, la mayoría de las personas sepa lo que es bueno para ellas, pero, por lo general, o con más frecuencia de lo que se podría imaginar, no las hacen. Y huelga decir que, no es por ignorancia de su valor, sino que, por lo general no están «motivadas» a hacerlas o simplemente “no tienen” tiempo, se le van los días sin control. En pocas palabras, están esperando a “sentirse” mejor o a tener “mejor” disposición; lo que con frecuencia lleva a una larga espera, a un día que no llega.
¿Inexplicable? En muchos casos sí. Aunque hay que reconocer que, por mucho que lo intentemos, no controlamos cómo nos sentimos o qué pensamos. Los esfuerzos para hacerlo son frustrantes, ya que a medida que luchamos contra los pensamientos y emociones no deseados los exacerbamos. Aunque también, debemos reconocer que, ciertos comportamientos de manera predecible nos brindan placer y satisfacción. Y, con este conocimiento, tenemos la oportunidad de romper el estancamiento causado por la inacción, los sentimientos asociados a la desmotivación y el “exceso” de ocupación.
Claro está, hacer cosas que no apetecen es difícil, eso lo podemos entender. No obstante, es pertinente preguntarse si «difícil» significa lo mismo que «imposible». Porque de ahí, pasaremos a hablar características personales como el coraje y la determinación; virtudes necesarias para cualquier cambio sustancial en la forma en que vivimos. Por lo que, pedirle a una persona que sea valiente, es esperar que piense en su vida de una nueva manera, que requiere responsabilidad y un claro propósito vital. Y, en ese sentido, cualquier cambio por lo general, requiere que probemos cosas nuevas, arriesgándonos siempre a la posibilidad de poder fallar, por demás implícita a nuestra libertad personal.
Todo es elección
En todo caso, en la vida todo es elección. Verdad que conviene tener presente porque nos recuerda el poder que tenemos. Un poder para ser nosotros mismos que, a menudo es desaprovechado, alejándonos de vivir la vida que soñamos, que hemos imaginado. Lo que a su vez es una dura lección, porque nos hace darnos cuenta que hemos elegido la vida que estamos viviendo en este momento.
Por lo tanto, debemos tener muy presente que la vida está llena de elecciones. Hemos elegido vivir en determinada ciudad, creer en ciertas ideas, a las personas que llamamos amigos, la comida que comemos, la ropa que llevamos puesta, nuestro pensamiento y así, sucesivamente, un largo etcétera. Así como también, debemos considerar que muchos de los sentimientos más profundos e importantes de la vida son una elección: el amor, la ira, el miedo, el valor, etc.
Uno elige. Todo es elección y nuestras elecciones resuenan como un eco a lo largo de toda nuestra vida, a lo largo de nuestra historia. Una verdad difícil de aceptar para muchos que se pasan la vida justificando sus flaquezas, quejándose de su suerte o culpando a otros de lo que les pasa en su devenir existencial. Por lo tanto, elegimos y al hacerlo construimos nuestras existencias, forjamos nuestro ser.
¿Pero, sabes realmente lo que quieres?
De manera excepcional vemos a personas afirmar: “quiero hacer estas cosas, por estas razones, de acuerdo a este plan”. Casos, sin excepción, en los que se puede afirmar que estas personas viven la vida con entusiasmo y pasión. Personas que casi nunca se quejan, no hablan mal de las demás, y jamás se les oye hablar de la felicidad como algo futuro; relacionado a un evento (matrimonio, jubilación, ascenso, etc.), sino que es parte de su presente, lo que hacen día a día.
Mientras que la mayoría de la gente puede decirte con exactitud lo que no quiere y, en muchos menos casos, pueden transmitir las cosas que sí quieren. Al final fallan porque no tienen un plan.
Por lo que, si no se sabe lo que queremos de la vida, todo parecerá un obstáculo. Así como se puede asegurar que, si no se sabe hacia dónde se quiere ir, estaremos perennemente perdidos. De ahí la importancia de obligarnos a: entender qué es lo que queremos ser, definir un plan para obtenerlo y, forjar nuestro carácter de manera que día a día elijamos lo que realmente queremos.
*Hugo Bravo es profesor de la Universidad Monteávila