El agua marca el ritmo de un sediento José Félix Ribas

Vecinos destinan tiempo, dinero y energía en intentar acceder al agua. Jóvenes se lucran gracias a “carretillar” garrafones de agua.

Kisbeyerlin Godoy Ochoa.-

José Manuel Ascanio ha perdido la cuenta de cuántas veces al día sube y baja las empinadas escaleras zigzagueantes de la zona 8 de José Félix Ribas de Petare, en el municipio Sucre del estado Miranda.

En el corazón de la barriada más grande de Venezuela el agua es un bien preciado que fluye de manera desigual. La ausencia del líquido es más común que su presencia y, una vez conseguido, debe administrarse con cuidado. Cada gota cuenta.

Producto de una necesidad no discriminante por el H2O, los niños y jóvenes asumen un rol: buscar el elixir de la vida para sus familias. “Todos participamos en esta rutina, nunca se es demasiado joven para cargar una pimpina”, agregó jocosamente María Guevara, vecina y madre de uno de los menores.

Tras cada viaje que Ascanio incursiona en zonas aledañas lleva consigo un total de seis garrafones, apilados uno sobre otro, atados entre sí con ayuda de una cuerda y una carretilla que lo supera en edad.

Una tarea que puede costarle todo el día puesto que, además de las largas colas que se forman, no sólo se encarga de proveer el recurso a su núcleo familiar, sino que, adicionalmente, gana dinero para subsistir cargando a domicilio para sus vecinos.

Tengo un combo de seis garrafones de veinte litros por cinco dólares. La gente lo paga porque muchos no tienen tiempo para estar pensando en el problema del agua”, explicó el joven de 19 años.

Sostuvo que, desde hace cuatro años, surte de forma regular a más de veinte hogares pertenecientes a la parte alta de la localidad, donde el servicio ha permanecido ausente por diversos motivos.

“Me despierto bien temprano para salir a hacer la cola. Si no hay agua frente al cruce de la principal, bajo hasta la verdulería de la zona 7 o al chorrito de la zona 6 y así sucesivamente hasta encontrarla”, concluyó.

Más alto, más difícil

Pese a que la comunidad de José Félix Ribas presenta dificultades de acceso al servicio potable de manera generalizada, a medida que se asciende el cerro, el sistema hídrico empeora. La distribución irregular y la incertidumbre son parte de la cotidianidad de cientos de vecinos que recorren las estrechas calles con sus pimpinas bajo el brazo.

María Guevara, residente de la escalera Tabares en el callejón San José de la zona 8, afirmó que desde hace nueve años su casa no recibe el recurso potable a través de las tuberías.

Describió que cuenta con una gran variedad de mangueras, tobos, pipotes y tanques para el almacenamiento, pero la escasez persiste.

“Siempre intento rendirla lo más posible y reutilizarla en dos o tres cosas distintas antes de usarla para bajar la poceta porque quién sabe cuándo vuelva”, explicó.

Paralelamente, Diosmar Brito, un vecino de la zona 6, señaló que el servicio llega a su casa los lunes en la noche y dura (con ciertas intermitencias) hasta el martes en la noche.

“Se llena todo lo que se puede, pero no queda otra opción más que usarla hasta que se acabe, pedir algunos litros prestados y rezar para que dure hasta el siguiente lunes”, confesó.

Por el contrario, Wilmer Mora, quien hace vida en la vereda 2 de la zona 4 desde hace más de 50 años, describió que el servicio hídrico llega semanalmente los domingos en la noche hasta el martes o el miércoles en la mañana. El tiempo suficiente para que las casas construidas bajo la suya se suplan de agua y permitan que suba hasta él.

Soluciones alternas para una crisis prolongada

En contraste con el cálido naranja de los bloques de arcilla, los tanques se alzan como guardianes azules dentro y fuera de las casas de manera exponencial. En la medida en que la vida cotidiana se teje con la necesidad de almacenaje surgen soluciones alternas para lo que, a criterio de quienes lo padecen, se trata de una crisis prolongada.

Hemos reportado en varias oportunidades nuestra situación a Hidrocapital para que nos den solución. La más reciente fue una denuncia en línea al 1×10 del Buen Gobierno”, alegó Doris Ponce, miembro del consejo comunal del callejón San José, quien sostiene que las conexiones ilegales, la falta de mantenimiento de fugas en las tuberías y el aumento en la cantidad de casas han influido en el declive del servicio.

Desde el pasado julio de 2023, los sitios web de Hidrocapital y de la gobernación del estado Miranda han publicado notas de prensa sobre los trabajos realizados en algunas zonas de la localidad y su impacto positivo en más de 12 mil residentes. Una labor que, si bien busca mitigar la problemática, es insuficiente para garantizar el acceso a calidad de vida para todos los pobladores.

Anclado a la carencia de soluciones por parte de la administración pública, emprendedores externos a la comunidad encontraron una oportunidad de lucro a través de servicios de recarga por litro con precios que se tiñen de verde.

“Pese a que no somos el único negocio que ofrece filtros de agua potable en la zona, el negocio se mantiene bastante activo durante la semana. Ofrecemos un horario de 09:00AM a 07:30PM para mayor comodidad del cliente”, precisó uno de los propietarios, Mariely Rengifo.

Entre las calles que dan rienda a las profundidades del barrio prima un sentido de resistencia y solidaridad. Con mangueras, cual venas que se entrecruzan, los vecinos bombean lo poco que llega desde la principal hacia los rincones más olvidados, se organizan para alquilar cisternas, comparten de sus provisiones y se apoyan mutuamente. Sin embargo, se trata de una inventiva que no es sostenible en el tiempo.

Giovanni Molina todavía recuerda la última vez que se bañó con agua proveniente directamente de la regadera, cuando tenía un año de haber comprado su casa en el sector, hace poco más de una década.

Aproximadamente cada quince días alquila un servicio a domicilio para paliar la escasez y destina un estimado de veinte dólares al mes que llegan sin falta a manos de aquellos jóvenes de la comunidad cuya vida y única fuente de ingresos se encuentra atada a una carretilla y un par de botellones.

Con cada nuevo amanecer, José Manuel Ascanio retoma su carga y desciende la calle principal, rastreando las fuentes hídricas de la zona, en su misión de garantizar la subsistencia de quienes dependen de su labor.

Para sorpresa de los residentes de la escalera Tabares, la primera mañana del mes, el agua finalmente llegó.

Los chorros tenían tanto tiempo abiertos, esperándola, que a muchos hogares se les botó, traspasando por debajo de las puertas, corriendo por las canaletas, encauzándose en un lugar común.

Esta mañana la zona 8 amaneció enchumbada.

*Kisbeyerlin Godoy Ochoa es alumna de la Universidad Monteávila

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