Soto y Picasso, a pocos metros en Caracas

La ciudad se viste de aniversario para conmemorar la grandeza de dos artistas inmortales: uno nativo y el otro importado, en medio de importantes carencias de los espacios artí­sticos capitalinos.

Soto Picasso
Soto y Picasso brillan en los museos caraqueños, a pesar del deterioro.

Sabrina Machado.-

Son espacios que se mantienen, activos, desvencijados, con esfuerzo. Hace calor y se percibe en todos los rincones. 

Aseguran que por cuidado de las obras hay que tener en cuenta la temperatura de las salas. Sin embargo, el calor no borra las sonrisas de personas dedicadas. 

«Por favor, no tocar», pide el empleado que recibe al visitante en la entrada del icónico Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, próximo a cumplir 50 años el próximo año.

Tras pasar una gran reja oxidada, que forma parte de la fachada, se invita a la exposición de Pablo Picasso, se celebra los 50 años de la muerte del artista español.

El clásico gato de Botero da la bienvenida, esta vez con menos bigotes.

«Los adultos hacen menos caso que los jóvenes«, dice el hombre de la entrada, casi que a nivel de excusa.

Las salas 5 y 6 están preparadas desde hace un mes en honor al fundador del cubismo

Jóvenes -con rostros brillantes- explican las obras, aseguran que el dí­a de la inauguración el lugar estuvo lleno y que el espacio se ha mantenido con mucha afluencia.

«Muchos tuvieron que volver después, porque el primer dí­a no pudieron apreciar las obras completas», dice una de las dos guí­as que se encuentran a las 10 de la mañana de este domingo.

En ese momento, solo hay tres personas en todo el recinto. 

Los museos de la capital tienen un horario peculiar: abren de jueves a domingo de 10 de la mañana a las cuatro de la tarde.

El Armando Reverón, como fue bautizado en el 2007 ya bajo la administración del ejecutivo revolucionario, es el guardián de la colección más grande de Pablo Picasso de Latinoamérica, en total 144 obras. Hoy, la exhibición pone ante la presencia de los visitantes 53. 

Y, en tiempos de redes sociales, el recorrido culmina con un toro de metal dispuesto al final del pasillo para que las personas, que así­ lo deseen, se tomen fotos, haciendo alusión a la famosa obra El Toro, en la que el artista español simbolizó en 1945 la brutalidad a la que estaba sometida el pueblo durante la Guerra Civil española. 

Ya en ese punto, el calor comienza a molestar el recorrido, y viene la confesión: nueve años sin aire acondicionado, desde que se dañó la conexión con Parque Central. Al sol de hoy los empleados aún conservan las esperanzas de que se solucione dentro de algún tiempo. 

Sin embargo, el calor no es excusa para terminar el dí­a y Picasso no es el único que está de onomástico. 

Centenario nacional

A pocos metros de ahí­, excesivamente solos, está el Museo de Bellas Artes, obra de Carlos Raúl Villanueva, donde se celebra el centenario de uno de los artistas venezolanos más importantes del último siglo: Jesús Soto.

En este espacio, a diferencia del museo Armando Reverón, hay luz, hay vida, hay movimiento y hasta una obra de tí­teres que recuerda los amores de Bolí­var y Manuela Sáenz. Los responsables del montaje invitan para las tres de la tarde, cuando se pondrá en escena, en la mañana practican a la voz en grito del director.

Sin embargo, no hay empleados que expliquen, que acompañen el recorrido de Jesús Soto: cosmos en estado de vibración. Solo hay personas maravilladas del movimiento, de la energí­a del artista nativo de Bolí­var. 

En este espacio solo una sala está dedicada a la maravilla de uno de los máximos exponentes del arte cinético, considerado junto con Carlos Cruz Diez y Alejandro Otero uno de los grandes representantes del cinetismo en Venezuela.

Para llegar a este espacio hay que atravesar uno oscuro, sin luz, donde se aprecia el daño estructural en una de las columnas del museo. Un hombre se toma su tiempo para dejar en evidencia, a través de una foto, el pasar del tiempo y la falta de mantenimiento de la primera institución fundada en Venezuela para la exhibición de las artes visuales, en 1917.

«Si muero mareado, vale la pena«, exclama un niño que no deja de pasearse entre las obras, mientras que jóvenes -con teléfono en mano- graban, graban y siguen grabando. Hoy Soto es «instagrameable».

*Sabrina Machado es coordinadora de Pluma

.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pluma