Serie de cinco capítulos dedicada al impacto de la animación japonesa en el mundo occidental, especialmente Venezuela
Ainara Guevara.-
Papiroflexia, Ikebana, la ceremonia del té y un sinfin de exquisiteces gastronómicas que van desde el sushi hasta el sake. Muchas pueden ser las expresiones culturales del Japón, pero un método atractivo para encontrarse con el país es su animación, rica en historias y géneros para toda audiencia.
«Es una extraordinaria herramienta para estudiar, aprender, conocer y sobre todo imaginar la vida y la cultura japonesa, hay todo un universo variado donde el mensaje puede llegar a jóvenes y adultos«, así describe al anime William Fajardo, presidente de la fundación ZenGaku, escuela integral que se encarga de realizar proyectos de intercambio cultural entre Japón y Venezuela.
Fajardo argumenta que el anime puede brindar y recrear espacios, lugares, tiempos y personajes, además de jugar con la historia, para difundir la idiosincrasia de Japón.
Aclaró a su vez que, Japón en sí es un pueblo transcultural, y uno de sus «productos estrella» para difundir su cultura y producir cambios en otras es el anime.
Jeudiel Martínez, sociólogo y escritor independiente, considera que el anime y el manga (cómic japonés) son de los «vehículos más potentes en la actualidad» de transculturación.
“Hay muy pocas cosas que tienen la capacidad de moverse transversalmente como el anime, a excepción del hip-hop”, señaló.
Martínez destacó que factores moralistas, el pelear de frente y el coraje son todos valores transmisibles por la animación japonesa, así como ideas sintoístas.
Por su parte, Max Taylhardat, asistente en el Departamento Cultural e Informativo de la Embajada del Japón en Venezuela, opinó en tono similar que las historias del país del sol naciente contienen valores con los cuales la sociedad occidental puede llegar a conectar.
Identificar al anime
Conocido en occidente como ‘comiquitas chinas’ o ‘dibujitos chinos’ en sus primeros años, el anime es hoy reconocible con mayor facilidad por el público, incluido el venezolano.
“Incluso alguien que no sabe nada de Dragon Ball puede reconocer al personaje vestido de naranja y azul con los pelos de punta. Entonces quieran o no, el anime ya es parte de la idiosincrasia del venezolano”, expresó Walter Riolo, cofundador de la antigua Asociación Civil New Kai de Mérida.
Como producto, el anime remonta sus orígenes a inicios del siglo XX.
De acuerdo con Edwin Rosario, miembro de la Red Iberoamericana de Investigadores en Anime y Manga (RIIAM), podría definirse al anime superficialmente como “una especie de proyección de la industria del manga”, donde otras veces lo es de videojuegos (Pokémon) o novelas ligeras.
Rosario explicó que el anime, en principio, está pensado exclusivamente para el público japonés y que solo en años recientes es que la industria toma en cuenta la opinión foránea.
“En el pasado, la venta de paquetes era un indicador de si un proyecto era rentable o no, y era decisión del usuario (japonés). Pero ahora estoy atento a si la distribuidora lo comprará o si será un éxito en el extranjero”, dijo al portal Akiba Souken Yoshikazu Beniya, productor de TV Tokyo.
Konnichiwa, Venezuela
Al igual que en otros países latinoamericanos, el anime apareció por primera vez en las pantallas venezolanas en los setenta, tras la adquisición de paquetes de series que se transmitieron a través de televisión nacional abierta.
Astroboy, Meteoro, Heidi, La abeja Maya y Mazinger Z fueron algunos de los títulos más dominantes en estos años iniciales, según cuenta Hernán Vernaez de PANA Cómic.
Más tarde, Televen fue uno de los canales más reconocidos para consumirlo durante el boom noventero.
Walter Riolo narró que, para los ochentas y noventas, y con la posterior televisión por cable, el venezolano podía escoger entre una cantidad de animes que lo ayudaban a formarse un criterio de Japón.
“Conocía a Japón en base a lo que veía. Si veían Samurái X veían cómo era el pasado de Japón, pero no es que era algo histórico. Quienes querían podían tomar eso como inicio y entonces empezar a profundizar sobre la cultura, o simplemente, lo tomaban como un medio de entretenimiento”, argumentó.
“Existen los fans que creen que porque ven el día a día de un estudiante japonés en un anime eso es así en la realidad cuando no es el caso”, continuó.
Riolo considera que notar el trasfondo de las historias es lo que distingue a un fanático verdadero de uno superficial.
“Si esa cosa que se cuenta conecta contigo, entonces tú empiezas a profundizar más sobre la cultura, sobre otros temas. Y allí estás nutriendo tu concepción global no solo de la industria del anime, sino del país que forjó esa historia que estás disfrutando”, expresó el también licenciado en Medios Audiovisuales.
Un fanatismo peculiar
A finales de los noventa, podría hablarse concretamente del surgimiento de unos seguidores de esta cultura del manganime en América Latina, los otaku.
“La distinción del otaku en Latinoamérica es diferente a la de Japón, donde el término es completamente desagradable y peyorativo”, explicó Jeudiel Martínez, sociólogo conocedor del anime y manga.
En la región, se utiliza para referirse a aquellos que gustan de estos productos.
Pedro Guerrero de la organización Anime Sekai Latinoamérica expresó que el otaku venezolano en particular se vio impulsado por la proliferación del internet alrededor de 2005.
“La cultura de consumo de anime hizo una pausa en los primeros años de los 2000 gracias a problemas tipo la Ley de Telecomunicaciones que regulaba el contenido en televisión”, recordó Guerrero.
“No podemos olvidar el contexto social que no era muy favorable para el consumo. Aunado al lento internet, dio paso al consumo en exceso de anime en DvD piratas. Aun así, conforme pasaron los años los más jóvenes fueron creciendo y usaron toda su creatividad para hacer frente a la escasez de recursos”, continuó.
La globalización del producto
Actualmente, el streaming ha contribuido con la gestación del anime como un producto global.
El sociólogo Jeudiel Martínez explicó que “streaming y piratería son indistinguibles”, ya que cuando se estrena el episodio en Japón, se estrena en todo el mundo.
“Hay una simultaneidad, un fenómeno global en donde hay personas hablando de lo mismo en todas partes”, añadió Martínez.
El aumento del internet y la desmitificación en torno al anime ha hecho que muchas más personas se interesen en él, según indicaciones de Pedro Guerrero de la organización Anime Sekai Latinoamérica.
“Ya no es algo tan de nicho, es totalmente disfrutable para toda clase de espectador”, dijo Guerrero.
Desde el primer gran boom del anime a finales de los noventa, coincide también la entrada de la mercancía alusiva al producto cultural en Latinoamérica, de acuerdo con Edwin Rosario, investigador del anime y manga.
En el caso venezolano, en los últimos años han surgido una serie de tiendas de carácter digital y físico, iniciativa de los propios fanáticos, para la venta de productos que sirvan, entre otras cosas, como manifestación de sus gustos.
Anime como vía introductoria
De acuerdo con Max Taylhardat, asistente en el Departamento Cultural e Informativo de la Embajada del Japón en Venezuela, la población Nikkei (emigrantes japoneses) en el país es considerablemente menor a otros de la región latinoamericana.
Por ello, no hay una promoción de la cultura japonesa en la nación a través de ellos en un mismo nivel.
Taylhardat observó que en Japón ocurre lo contrario a la experiencia del fanático del anime y manga en Venezuela. Es decir, el japonés tiene un fanatismo por saber sobre aspectos culturales criollos como el joropo o el arpa como instrumento y no encuentra tan interesante su propia animación.
La Embajada del Japón realiza la promoción de actividades culturales principalmente por medio de Facebook y conversatorios en ámbitos educativos.
En más de una ocasión, se utiliza al anime como tópico de exposición y convocatoria, aunque según Taylhardat, los resultados no son siempre los esperados.
La pandemia y la dificultad de encuentros presenciales puso en jaque la realización de eventos como las Semanas Culturales, las cuales comenzaron a partir de los años noventa en Caracas y también se extendieron a otros rincones como Mérida, Valencia y Puerto Ordaz.
En ellas se organizaban ponencias en las que, como ejemplificó Walter Riolo, se habló sobre cómo en el anime los japoneses son «fieles al mostrar su arquitectura, la cultura, el pasado y la mitología que dio forma a Japón«.
Con la ausencia de eventos de este tipo, explicó Riolo, se presenta el problema de no poder ofrecer la oportunidad de profundizar sobre lo expuesto en las temáticas de los animes con mayor tendencia en la actualidad.
“Es algo que tiene que salir de la persona”, afirmó.
Una bisagra representativa
La animación japonesa como producto cultural con una diversidad de géneros e historias ha atraído una gran cantidad de consumidores a través de los años.
«Como cualquier producto cultural y narrativa visual, sirve para conocer algo de esa cultura porque proyecta elementos culturales consciente o inconscientemente», dijo Rosario.
Según el investigador de la RIIAM, en el caso del anime estos elementos pueden ser materiales y filosóficos, como la gastronomía japonesa o valores del estilo de vida japonés, pero se corre el riesgo de caer en estereotipos.
«Uno nunca va a poder conocer todo lo que es una cultura a través de un producto cultural, solo se podrá asimilar y conocer algunos de sus valores«, puntualizó Rosario.
Aunque en ocasiones lo visto en pantalla no refleja a cabalidad la realidad japonesa, sí contiene elementos propios de su cultura y la posibilidad de su estudio.
En Venezuela, aun con sus propios inconvenientes, el fenómeno mundial del anime sí ha hecho eco en mayor o menor medida.
Para aquellos que realmente lo desean o todavía no se percatan de ello, el anime es una bisagra que abre y facilita el paso hacia el conocimiento de Japón.
*Ainara Guevara es estudiante de la Universidad Monteávila / Trabajo Proyecto Final de Carrera