ílvaro Torres De Witt.-
Hace más de medio siglo, en 1967, los psicólogos Martin Seligman, de la Universidad de Pennsylvania, y J.Bruce Overmier, de la Universidad de Minnessota (Journal of Comparative and Physiological Psychology,1967, Vol. 63, No. 1, 28-33) estudiaron cómo se produce el aprendizaje en perros.
Sus conclusiones fueron esclarecedoras para entender también la conducta de los seres humanos, bajo determinadas circunstancias. Sus experiencias pueden explicar lo que sucede en algunas sociedades en la actualidad. Una de ellas, la Venezuela de inicios del siglo XXI.
Seligman y Overmier colocaron perros en jaulas de laboratorio, en las cuales se podía electrificar el piso y producir descargas muy desagradables a los animales en estudio. En el estudio había dos grupos de perros. Un grupo podía accionar (con la pata o el hocico) una palanca que abría la puerta, por la que el perro salía y evitaba el estímulo doloroso. Otro grupo, por el contrario, no podía escapar de ninguna manera, no importando cuanto moviese palancas o partes de la jaula.
Los perros del primer grupo, aprendieron rápidamente que cuando comenzaba el estímulo desagradable, ellos podían accionar una palanca y salían de la situación incómoda. En el otro grupo, los perros intentaban por un tiempo toda clase de maniobras para evitar el estímulo doloroso, pero no había forma de evitarlo.
Los perros del segundo grupo, después de una serie de intentos fallidos, abandonaban todo tentativo de escapar. “Aprendían” que, hiciesen lo que hiciesen, no había escapatoria. Abandonaban cualquier intento ulterior. Se “resignaban” a su suerte, al sufrimiento inevitable. Entraban en una disposición de dejar de luchar, intentar, resolver el problema. Su conducta se tornó totalmente pasiva, “resignada” a soportar el dolor.
Estos perros entraban en una disposición de “depresión”, de falta de iniciativa para escapar, aún si las condiciones ambientales cambiaban. Por ejemplo, se rebajó la altura de una de las paredes de la jaula, de manera que pudieran saltar y escapar, pero los perros ya no intentaban escapar.
Esta experiencia con los perros del segundo grupo fue llamada de “desesperanza aprendida” o de “indefensión aprendida”. Los perros aprendieron a no esperar ni a intentar ninguna solución. Simplemente se resignaron a su suerte: el sufrimiento.
Aplicación a los seres humanos
La “desesperanza aprendida” se observa en infantes que lloran demandando atención, comida, cambio de pañales, y los cuales no reciben la atención debida. Después de varias horas de llanto, los infantes dejan de llorar y “se resignan” a su suerte, a no ser atendidos. Esos infantes se “acostumbran” a su sufrimiento. Ya no intentan nada. Es una situación frecuente en orfelinatos.
Otro ejemplo son las mujeres maltratadas, que sufren abusos repetidos, constantes, y llega un momento en que se “resignan” a su suerte, no buscan salir de las situaciones humillantes, dolorosas, de vejamen de su dignidad. No buscan un remedio a su sufrimiento. “Aguantan” su destino inevitable.
Otro ejemplo son los niños que sufren “bullying” por parte de otros compañeros. Llega un momento, después de largos períodos de abuso, en que esos niños dejan de quejarse y aceptan pasivamente los abusos. Simplemente no “ven salida” a su situación de infelicidad. Llegan a creer que se merecen el maltrato.
En todos estos casos, esos infantes, niños o personas, han aprendido a no esperar, a que no hay remedio, a que no importando lo que se haga, no habrá una mejoría. Y dejan de luchar, de buscar soluciones. Aceptan pasivamente dolores, abusos, castigos, falta de atención.
Aplicación a las sociedades
Lamentablemente, la experiencia también aplica a grandes sectores de la sociedad, o a sociedades enteras. Si después de luchar por un tiempo, los individuos llegan a pensar que “no hay remedio”, no hay “solución”, pues aprenden a no luchar más y a resignarse pasivamente a su suerte.
Este “acostumbramiento” a lo malo, al dolor al sufrimiento, esta “indefensión o desesperanza aprendida” también aplica a la sociedad venezolana. Después de un período de lucha, de resistencia, pero que no llevó a resultados positivos, la sociedad entera puede “acostumbrarse” al sufrimiento, al desorden, a la hiperinflación, a la inseguridad, al abuso.
En muchas sociedades, algunos grupos a fin de mantenerse en el poder, han aplicado maquiavélicamente los principios que llevan a la desesperanza o indefensión aprendida.
Los seres humanos somos como somos, pero siempre podemos aprender. Siempre podemos buscar superarnos, mejorar nuestras circunstancias. Esta ha sido una constante en la historia de la humanidad, de las distintas civilizaciones: siempre hemos buscado superar obstáculos.
Esta es la historia de las luchas por la independencia, por la liberación, por la mejoría de las sociedades. Esta fue la historia que nos llevó a liberarnos del yugo español, que nos llevará a liberarnos de cualquier otro yugo.
*Avaro Torres De Witt es profesor de la Universidad Monteávila