Fernando Vizcaya C.
En el último escrito, percibía que las situaciones catastróficas, deben ser analizadas, haciendo un esfuerzo por equilibrar las situaciones emotivas, y enfrentar la realidad. Si acertamos con el problema, podemos tener la posibilidad de vislumbrar soluciones.
Cuenta O’Leary, en sus memorias, que el 25 de enero de 1829 volvió a entrar en Bogotá, Simón Bolívar…. “Las calles habían sido decoradas como antes. Desfilaron todos los regimientos de caballería de la sabana. La gente se apiñaba en balcones, ventanas y torres. Pero entre esa enorme multitud reinaba más silencio que animación. Las salvas de la artillería y las campanas de las Iglesias sonaban sin alegría. El instinto de las masasles decía que asistían a los funerales de la gran República, más que a la llegada de su fundador.
Al aparecer Bolívar vi rodar lágrimas. Pálido, escuálido, esos ojos brillantes y expresivos en buenos tiempos estaban apagados. Tenía la voz ronca y apenas audible…”
Posiblemente ese sería nuestra actitud si surgiera de nuevo el Libertador y entrara a Caracas. Hemos, en una gran medida, perdido la esperanza de una patria noble, y encontramos unas personas, que se dedican al saqueo, en toda sus características. La pregunta surge inevitablemente: ¿Porque ese nivel de desesperanza?
Es oportuno volver a reflexionar sobre la constitución personal de quien ha sido educado por el odio y el rencor durante décadas, en aulas universitarias sembradas de programas de orientación marxista o llenas de una aparente caridad cristiana, que en realidad era la opción a la lucha de clases en una teología de la liberación falsa. Por una manera de pensar en los demás como si fueran objetos de placer, por la pornografía sembrada en televisoras que eran privadas y hacían lo que les daba la gana, que era la obtención de dinero y ganancias de los contratos.
Los programas educativos estaban y siguen estando cada vez más llenos de doctrinas que no tienen finalidad de formar al alumno para el trabajo y el respeto al otro, sino para la envidia al que ha producido y la lucha para que no tenga. Diseños curriculares que tiene más interés en los sindicatos que en los alumnos. No se busca la mejora del alumno, su ciencia y creación de valores a través de hábitos de convivencia, sino la lucha por ascender socialmente (con el criterio económico).
Ha dado sus frutos, que son amargos y desesperanzadores y los estamos viviendo con plenitud mala en estos momentos. Aquella frase del Libertador “…si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca…” ha desaparecido ante el impacto de una pandemia, que es un fenómeno cíclico en la historia de la humanidad. Pero que se enfrenta a una población sin disciplina de orden, ni de laboriosidad, ni del respeto por el otro. Y esto da unos frutos de contagios y restricciones, que algunos casos aparecen como absurdos.
*Fernando Vizcaya es profesor de la Universidad Monteávila