“Un hombre sin fe es un hombre muerto”

José Gregorio Hernández

En el corazón de La Pastora se recuerda con gran entusiasmo al venerado médico José Gregorio Hernández.

Daniel Peralta y Andrés Vielma.-

Un hombre sin fe es un hombre muerto y yo me siento más vivo que nunca”, acota un señor mientras se persigna al frente de un pequeño altar de José Gregorio Hernández, diagonal a la farmacia donde el doctor sufrió el accidente que le quitaría la vida.

A pocos pasos de la farmacia se encuentra la casa, convertida en museo del “médico de los pobres”, abierto en el año 2021.

A pesar de lo concurrido y ruidoso de la zona La Pastora, en el centro de la ciudad de Caracas, apenas entras al lugar sientes un aura especial, acompañada con voces de un coro cada domingo.

“Para nosotros es un placer presentarnos acá, es una manera de agradecer a José Gregorio todo lo que hizo, hace y seguirá haciendo por nosotros”, comentó una de las voces del coro.

Concluyó explicando que son un grupo pequeño, pero que lo hacen con todo el cariño del mundo, porque “las caras del público dicen más que mil palabras y los llenan más que una simple paga”. 

Una trabajadora del sitio explicó que la falta de guías se debía a la presencia del concierto, debido a que algunos integrantes del coro son los guías del recorrido.

D. Peralta/A. Vielma.- En el corazón de La Pastora un pequeño y cuidado museo trae al presente al llamado médico de los pobres, José Gregorio Hernández.

Nada más al entrar te encuentras con lo que queda de la estructura original de la casa de José Gregorio, protegido con unas barandas metálicas para que la gente no pase, junto a un cartel explicativo de cada uno de los segmentos.

Al lado derecho, encontrarás una puerta que te guiará al interior del museo, con seis habitaciones repletas de recuerdos, cuadros, estatuas y hasta instrumentos médicos que parecen de la época, debido a su deterioro.

Mientras realizas el recorrido logras escuchar frases por parte de los visitantes como: “qué belleza”, “que José Gregorio nos bendiga” y “qué bien cuidado está este sitio, vale

Andrés, estudiante universitario y visitante, explicó que a pesar de no haber guías para el recorrido, no lo considera necesario, ya que el camino se hace ameno y es imposible perderse. 

“Me parece genial que la entrada sea gratis porque es un lugar para conocer un poco más de nuestra cultura, además la paz que transmite es como para venir cada domingo, así sean cinco minutos”, concluyó el joven. 

Al finalizar el trayecto, encontrarás unas escaleras curvas, con escalones estrechos, que te llevarán a Goyito Café, cantina presente desde la apertura del museo.

El cantinero Walter comentó que la afluencia de personas aumenta los fines de semana o los días feriados, aun así entre semana la gente de los alrededores se acerca y comparte entre ellos. 

“Fíjate que el fin de semana pasado, vinieron un grupo de 70 personas que venían del interior del país, con la intención de visitar el museo y mostrar su devoción hacia el beato”, destacó mientras servía un papelón con limón, la especialidad de la casa, por solo un dólar. 

Antes de irte, debes pasar por la Sala de Documentación, donde encontrarás el expediente del accidente del Dr. José Gregorio Hernández, hecho ocurrido el 29 de junio de 1919 y  categorizado como el primer hecho vial con mayor relevancia en la historia de Venezuela.

Hallarás también objetos arqueológicos recuperados de las excavaciones realizadas a la casa, donde destacan elementos como materiales decorativos y constructivos, enseres medicinales, restos de vajillas y elementos de vestimenta.

Ya en la salida hallarás un cartel que dice: “Haz el bien”, que será la cereza del pastel de esta actividad distinta. 

En las cercanías de la farmacia, donde el filántropo de vocación católica compró el último medicamento para un paciente antes de ser atropellado en 1919, la gente se reúne para conmemorar su memoria, mediante agradecimiento y oraciones. 

“Para mí, José Gregorio lo es todo, siempre lo llevo conmigo en mis oraciones y en mi cartera”, indica con un tono gracioso el señor que se acababa de persignar. 

Con los ojos saltones y llenos de orgullo, explica que él no es de Caracas, sino de Portuguesa, pero trata de visitar el lugar al menos dos veces al año debido a una promesa que hizo con el médico.

*Daniel Peralta y Andrés Vielma son estudiantes de la Universidad Monteávila

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