Tras una política sostenida de parte del gobierno nacional, las personas de la tercera edad son uno de los sectores más vulnerables de la población. En este primero trabajo -de cinco- se abordarán los derechos humanos violentados desde el alto poder y las implicaciones que estas decisiones tienen sobre los afectados. Descubre con estos estudiantes de pregrado la Caracas de verdad.
Diego García.-
— Me compro dos canillas y recargo el teléfono, y ya se me acabó.
Así es como responde Migdalia mientras sopla la última calada del cigarrillo y ríe de forma irónica.
Ella es una de las personas que mientras cae la tarde, a las 4:30 PM, llega a la plaza, con bolsas de mercado. En este caso se puede ver un cartón de huevos y unas canillas.
Migadalia sentada en uno de los bancos, con su cigarrillo, descansa mientras contempla la cotidianidad del sector.
Cerca de la estación de metro de La California, en las afueras del Unicentro El Marqués, por la avenida Sanz, se encuentra la plaza donde día a día un grupo de personas de la tercera edad se reúnen para conversar, caminar un poco, y muchas veces vienen después de hacer mercado en los abastecimientos que se encuentran a los alrededores.
Para los ancianos de El Marqués, esta plaza se ha convertido en una parada estratégica para descansar un poco, hablar y, de esa manera, distraerse de la realidad que enfrentan diariamente.
— Recuerdo cuando la pensión eran 172 $ y podía cubrir mis necesidades básicas, porque además mi esposo trabajaba en su negocio de fotografías de eventos, pero desde que falleció en el 2016, la pensión se ha convertido en mi único ingreso —, comenta la mujer, de 70 años aproximadamente.
Decepcionada al tocar el tema, se le quitan las ganas por seguir fumando y aumenta su necesidad de desahogarse.
Migdalia Peña cuenta con dos hijos, uno en Perú y otro en España, quienes le mandan remesas para poder cubrir sus necesidades básicas.
Para mayo la Canasta Básica Familiar se ubicó en 523,29 dólares, según el Centro de Documentación y Análisis Social de la FVM, representando una ligera disminución de 0,52% en comparación con abril.
— Semanalmente gasto 80$ en mercado en las cosas esenciales y 20$ en mis pastillas para la diabetes. Si no tuviera la ayuda de mis hijos me tocaría pasar hambre.
Me siento muy afortunado por la vida que me tocó vivir; sin embargo, yo sé que mis momentos buenos ya se acabaron. Ahora a mis 87 años, solo espero lo peor
Domingo Sanoja
Para paliar algunas necesidades, Migdalia cuenta con la caja CLAP, que aunque le es de mucha ayuda, no puede evitar mostrar una cara de repulsión al momento de comentar que en los granos se ha llegado a conseguir insectos y que la harina se convierte en cemento al momento de amasarla.
— Tengo muchos vecinos que hacen trueques con la caja CLAP. Se la cambian a los camiones por frutas, no sé qué harán ellos con esa caja. Ya te digo yo que comer arepa con esa harina es imposible, aunque por necesidad alguna vez sí me ha tocado.
Además de la deficiente calidad en los productos que menciona Migdalia, la caja CLAP también muestra irregularidades en su sistema de reparto y no es suficiente la cantidad de alimentos para soportar un mes.
Según un estudio de Convite 36% de los encuestados respondió que recibe la caja trimestral, mientras que 28% afirmó que nunca la ha recibido. 59% contestó que los productos le duran menos de 15 días, y 28%, 15 días.
Cuando llega el alimento
Después de algunos minutos, Migdalia agradeció la charla y se marchó a su casa porque no había almorzado, aunque ya eran las 5 de la tarde.
Más temprano, en el mismo lugar, estaba una señora mayor, de unos 65 años. Muy delgada, de estatura baja y su ropa daba muestras de una vida complicada: camisa rota y desteñida, short sucio y chanclas gastadas.
Al intentar empezar una conversación apenas alcanzó a mencionar su nombre: Libia. No tine interés en conversar, tiene algo más importante en mente, luce estresada, con afán y se encuentra muy atenta mirando a la avenida.
— No puedo hablar ahora. Ya está por llegar el camión de las verduras.
Efectivamente, pasado diez minutos llegó el camión.
-¡Párate ahí!-, grita Livia, mientras alza la mano de forma desesperada.
Su objetivo es conseguir cualquier alimento en buen estado de forma gratuita.
El conductor se apiada por la situación de la anciana y le regaló lo más preciado para Libia en estos momentos: comida.
-¡Gracias a Dios!- exclamó la mujer tras conseguir un gran saco de tomates.
Aún con la sonrisa dibujada en el rostro, se negó a recibir cualquier tipo de ayuda, por miedo a que le quitarán sus tomates. Al preguntarle a dónde se dirigía, dijo:
— Voy a Petare, pero no hay “rial” pa´ agarrar “camionetica”.
Así, sin dar muchas explicaciones, se dio media vuelta, y emprendió su larga caminata.
En Venezuela el gobierno no ha aumentado las pensiones desde abril de 2022, manteniéndose en 130 bs al mes, lo que hoy representa menos de 5 dólares, tras pasar por una inflación de 234%.
El caso de los pensionados es mucho más grave… Estarían ganando 25, 23 dólares al mes, es decir, solo les aumentaron la bonificación en 5,25 dólares”, denunció la presidenta de la Central sindical ASI Venezuela, Leida Marcela León.
Solo quedan los recuerdos
Después del breve encuentro con Libia, se une a la plaza otra alma cansada y es que caminando lentamente con la espalda encorvada, usando un tapaboca, con su bastón en una mano y una bolsa en la otra, se acerca un señor mayor, exhausto y con ansias de sentarse.
Ese es Domingo Sanoja, economista graduado en la UCV, de 87 años, y es un asiduo visitante de la plaza, un buen conversador, pero quien igual tras escuchar la palabra “pensión” muestra desprecio, quita la mirada y responde:
— Ya me hiciste arrechar.
Esa molestia que demostraba al decir esa frase, era la misma que lo conducía a querer desahogarse y a denunciar la situación económica en la que se encuentra.
Y es que añorando el pasado y odiando su presente, Domingo dice: “Hace 40 años yo estaba ganando más de 10 mil bolívares, ahora gano 130. Te pregunto yo a ti, ¿qué compro yo con 130 bs? Si pido una caja de fósforos y de vaina me alcanza”.
—¿Y qué compraste hoy en el mercado?
— Compré unos granos. Me es imposible comprar carne, no puedo comprar pollo, ni pescado. Eso es demasiado caro. Ya se me olvidó la última vez que saboreé un trozo de carne.
Un estudio de Convite, de mayo de 2021, reveló que 42% de los pensionados encuestados redujo sus porciones de comida la mayoría de las veces, mientras que el 38% respondió que algunas veces sí redujo las porciones de comida.
Atrás quedaron los tiempos de la Gran Misión Amor Mayor y la dignificación defendida por Hugo Chavez y ahora olvidada por Nicolás Maduro.
En su tuiter, Luis Francisco Cabezas, presidente de Convite, asegura que ahora “4.500.000 adultos mayores se encuentran en franca vulnerabilidad”, lo que se ve reflejado en su situación de alimentación y salud.
“Cuando me sobran dos o tres dólares trato de por lo menos comprar uno de los medicamentos que necesito. Pero tengo que comprar como siete medicamentos para los problemas que tengo de diabetes y tensión”, dice Domingo con preocupación.
“La mente mía, a esta edad, ya no me da para recordarme de esas cosas”, es lo que responde al preguntarle cuáles son los medicamentos que necesita y cuándo fue la última vez que asistió a una consulta médica.
Según el mismo estudio de Convite, el 55% de personas mayores respondieron que, ante un problema de salud, no acudieron a un médico y manifestaron que la principal razón fue la automedicación, y el 22% afirma no tener el dinero suficiente para pagar las consultas médicas, exámenes requeridos y medicinas necesarias.
La situación económica y de salud en la que se encuentra Domingo, se suma a la soledad por la que está pasando. A sus 87 años, vive solo, y muestra dificultades para caminar, tiene que encargarse de ir al mercado y de comprar sus medicinas.
Semanalmente gasto 80$ en mercado en las cosas esenciales y 20$ en mis pastillas para la diabetes. Si no tuviera la ayuda de mis hijos me tocaría pasar hambre.
Migdalia Peña
—»Yo le doy gracias a dios que todavía puedo medio caminar para así, por lo menos, comprar cualquier cosa para comer. Si no pudiese caminar, me moriría de hambre”.
Harto de hablar sobre su realidad, reniega de la conversación al señalar que “es traumática” para él, no sin antes señalar a Hugo Chávez como el gran responsable de su desgracia.
Su frustración trae a colación la frase: “Tenemos que resistir y resistir con fuerza” de Nicolás Maduro, de Día del trabajador.
“Me siento muy afortunado por la vida que me tocó vivir; sin embargo, yo sé que mis momentos buenos ya se acabaron. Ahora a mis 87 años, solo espero lo peor”, dice el ingeniero al momento de retirarse a su casa con las pocas bolsas del mercado en sus manos.
Mañana lee: Revolución tricolor, de Luis Miguel Hernández
*Diego García es estudiante de la Universidad Monteávila