Tsunami universal

Alicia ílamo Bartolomé.-

Estamos sumidos en este tsunami desde el 20 de noviembre y hasta el 18 de diciembre. Se originó en Qatar, pero se gestó meses, tal vez años atrás, en el corazón futbolí­stico del mundo entero. Se entusiasmaron los paí­ses que clasificaron para este encuentro, lloraron los que no, como Italia. Pero todos los pueblos del planeta están pendientes de este campeonato. Uno no se explica esta pasión global. Si se observa bien, el fútbol es un deporte muy tonto: unos individuos con toda la barba, llevando un balón con los pies para meterlo en una meta, que se llama arco, mientras otros tantos barbudos lo impiden, porque quieren hacer lo mismo en lado opuesto. Como planteamiento, es una necedad, como realización, una batalla campal. Estos señores podrí­an hacer algo más útil y menos riesgoso en una oficina, un campo de cultivo, un taller artesanal o un aula docente. ¡Ah, no, son jugadores de fútbol! Y casi hacemos una reverencia.

No crean que con esta apreciación que acabo de hacer quedo a salvo del tsunami universal, ¡qué va!, también estoy frente a la TV siguiendo algunos partidos, aquellos que caen en un horario que conviene con mi tiempo libre. Sin embargo, todos los dí­as me gusta menos este deporte y voy a decir por qué.

A menudo encuentro los juegos de fútbol muy aburridos. 90 minutos de desempeño, más los añadidos y el asunto termina 0-0. Uno quiere ver goles, para eso presencia un partido y resulta que los barbudos no logran meter ninguno o el arquero se vuelve una araña impresionante y detiene todos los intentos. Tanto me fastidio, que ansí­o el gol así­ sea del equipo contrario al de mis simpatí­as. Me pasó con el encuentro entre México y Polonia, uno de los finalizados 0-0. Además, el planteamiento del juego era tan exacto y sin novedad, que se tení­a la impresión que era una misma escena que se repetí­a, sin cambio de estrategia. Lo único emocionante, el jaque mate que le dio el arquero mexicano Ochoa al penal que cobraba Polonia.

A veces me molestan los locutores que trasmiten y comentan el juego, les da por aupar la falta cuando ven a un tipo correr veloz hacia la meta con el balón en los pies y gritan: ¡Hay que hacerle foul…, hay que hacerle foul! Algo muy inmoral: aprobar la falta, la zancadilla. ¿Acaso no hay niños aficionados a este deporte viendo y oyendo la justa? ¡Bonita lección para ellos!

No hablo del odioso mercantilismo en este deporte porque mucho he escrito sobre esto y además no es exclusivo de éste. Envenena también a otros.

Otra cosa negativa del fútbol es el fanatismo y la violencia que provoca. Algunas veces una trifulca en el estadio o en las calles entre aficionados opuestos termina en tragedia. Ejemplo: los famosos hooligans ingleses.

Me parece un deporte equivocado. Se llama balompié porque, salvo el arquero, los otros 10 compañeros en el campo sólo pueden empujar el balón con los pies. Sí­, pero en cuanto impedir el avance de los oponentes, se dan con todo: pies, brazos, manos, codos, rodillas, cabeza y su parte tendrá la lengua para insultarse. Es un match de…, ¿boxeo? No, el boxeo es más limpio: un par de individuos están de acuerdo en caerse a golpes, con guantes y bajo ciertas reglas estrictas en cuanto a lugar de esos puñetazos. En el fútbol, la golpiza es libre. Buscan lesionar al contrincante y muchas veces lo logran, sin que el referee, como castigo al atacante, pase más allá de una tarjeta amarilla. Creo que la FIFA , la UEFA y las organizaciones  locales  deben  tomar cartas en el asunto. Revisar y corregir a fondo el desempeño del fútbol. Si sigue así­, es sólo un anti-deporte.

Me quedó un tanto reivindicado el fútbol que critico con el juego que ganó Argentina 2-0 a Polonia, en Qatar el 30 de noviembre pasado. Dinámico, creativo, bastante limpio, pocas faltas, emocionante y divertido.

*Alicia ílamo Bartolomé es decana fundadora de la Universidad Monteávila

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