Alicia ílamo Bartolomé
Los editores de Pluma me alteraron dos cosas en mi artículo anterior “Isabel y yo”. En primer lugar, había escrito “Isabel II y yo”, pero por alguna razón que desconozco, no les gusto el “II”. En segundo lugar, me cambiaron las iniciales que uso para abreviar el nombre de la Universidad Monteávila, UMa y me pusieron UMA. En cambio, el error de haber escrito 75 años de reinado de Isabel II cuando en realidad son 70, lo pasaron por alto.
No me quejo de los errores, dicen que errar es humano y, como se ve, los hubo de parte y parte; me quejo de que me cambien UMa por UMA. Es evidente, para mí, que abreviar Universidad Monteávila con UMA, aunque todos en la universidad lo hagan y esté hasta en los papeles, es una incongruencia y un error ortográfico. En todo caso la abreviatura debía ser UM, no lo hacen así porque hay una universidad de mayor edad con estas mismas iniciales: Universidad Metropolitana. También hay una empresa UMA (Unidades Manejadoras de Aire Acondicionado). En cambio UMa es tan correcto como original y sugestivo: la segunda A del nombre Monteávila es una minúscula. En todo caso, cambien el nombre de la universidad y llámenla Monte ívila, como la editorial. Y finalmente, ¿no tengo derecho yo, la más anciana entre los fundadores aún vivos de la UMa, a usar sus iniciales “a mi manera”, como la famosa canción de Paul Anka que inmortalizó Frank Sinatra?
Ya sé lo que estarán pensando algunos lectores, si los hay, porque yo dudo mucho que alguien me aguante: “Ya Alicia está chocheando”. Tal vez y me apropio ese derecho, 96 años pasando hojas de almanaque me lo dan. Y no crean que soy tan intransigente. Hace un tiempo reclamé a Pluma que pusieran en mis artículos frases en letra negrita que yo no había puesto y en cambio me quitaran la letra bastardilla con la cual escribía algunas. Me dieron una explicación que, si no me convenció, acepté porque eran disposiciones de la editorial: negrita para destacar frases que ellos deseaban y bastardilla sólo para citas en idioma extranjero. También acepté el cambio de punto y seguido por punto y aparte. No soy un Premio Nobel de Literatura para pedir absoluto respeto a mi texto. No paso de ser una escribidora más.
Sí recomiendo a los editores de Pluma que consulten con los autores ciertas intervenciones en sus textos, porque hay gente muy quisquillosa que puede sentirse ofendida. Un escritor siente paternidad sobre lo que escribe y a ningún padre le gustaría que le hicieran una cirugía plástica a un hijo suyo sin consultárselo. Así nuevas leyes aberrantes de países que han perdido el juicio, establezcan que hasta un niño pueda cambiarse el sexo sin permiso de los padres, cuando a su vez no venden cerveza a un menor de 18 años. Incongruencia, incoherencia y estupidez.
Quiero hacer un pacto con los editores de Pluma: me comprometo en mis artículos para esa publicación a no usar las iniciales de la universidad “a mi manera”, sino el nombre completo. Pero ellos deben comprometerse a que, si por un desliz u olvido uso esas iniciales, no me corrijan con las iniciales que combato, sino con ese nombre.
Estamos viviendo en un mundo donde hay que aprender a transigir sin ceder en nuestras costumbres y valores. Eso es convivencia pacífica. Acabo de oír en la homilía de una misa por TV, desde los Estados Unidos, sobre un poeta negro que se propuso lograr una entrevista con la cabeza del Ku Klu Klan, organización de infame historia racista. Lo logró, empezaron conversaciones respetuosas ante las ideas de ambos. Pasado un tiempo, el blanco dejó el KKK y lo mismo hicieron 200 miembros más. Lástima que no pude captar los nombres de los protagonistas de esta historia.
Transigencia sana y justa no puede ser nunca claudicar. Quien renuncia a sus creencias y principios para contemporizar, lograr una paz ficticia porque bajó la cabeza y se entregó, además de estar equivocado, es cobarde. Vean como la intrascendente defensa de unas iniciales “a mi manera”, me sirvió para profundizar en algo más serio.
*Alicia ílamo Bartolomé es decana fundadora de la Universidad Monteávila