Cuando esto escribo…

Alicia

Alicia ílamo Bartolomé.-

Nadal – Djokovic, una leyenda. Foto: Cortesí­a

Se están jugando las semifinales del Roland Garros, una: Nadal-Zverev. Cuando este artí­culo salga en Pluma, ya habrá un campeón de  2022. No me importa. Lo mejor de esta justa era, para mí­ y para muchos, el histórico juego entre Rafael Nadal y Novak Djokovic en cuartos de final, el martes 31 de mayo. Para algunos, este podí­a ser el último enfrentamiento entre ambos, al menos en las famosas canchas de arcilla de la capital francesa, patio de casa para Rafael Nadal y sus 13 trofeos como campeón del segundo Grand Slam del año. 

Djokovic nunca ha podido vencer a Nadal en la final del Roland Garros. Esto lo tení­a frustrado. Lo venció el año pasado, pero en semifinales y en la final se alzó por fin con el trofeo que le faltaba a su gran carrera, pero en una final nunca ha podido ni podrá. Ambos tenistas inmortales están llegando al fin de su carrera.

Afortunadamente, el 31 de mayo me falló poco la señal del canal deportivo gringo por donde veo estos encuentros, porque ya el miércoles 1º de junio me desaparecieron las señales de todos los canales extranjeros y algunos locales, por eso estoy en ayuno de tenis. Yo no salgo, los años y la pandemia me han encerrado en casa para lo que me queda de vida. Pude ver el partido Nadal-Djokovic, casi en su totalidad -4 h y 12 m-, salvo el paréntesis que hice, a mitad del partido, para mis oraciones porque, por encima de mis aficiones deportivas, está Dios. A Nadal, lo que es de Nadal…

Sufrí­ y gocé. Aunque debo reconocer que yo no sufro mucho con el deporte, tengo mis preferencias –aunque no mis fanatismos- porque cuando veo que un partido empiezo a tomarlo muy en serio, paso el interruptor y me digo: Alicia, el espectáculo deportivo es para divertirse, no para sufrir, así­ que a gozar con las buenas jugadas, sean de quien sean.  Hasta ahora me ha dado buenos resultados. Rafa ganó sobrado el primer set.

El pedante serbio parecí­a desganado, pero en el segundo set sacó la garra y lo ganó. En el tercer set Nadal, con Novak ya metido en el partido, dando la batalla, tuvo que desatar a la fiera y emplearse a fondo para ganarlo. Ante estos dos titanes en plenitud, ya presentimos un cuarto set de antologí­a. Si lo ganaba Djokovic, irí­an a un quinto set. Si lo ganaba Nadal, ganaba el juego. Los fans de uno y otro tení­amos el estómago apretado. Cada punto del set se hací­a interminable, los jus se multiplicaban y alargaban hasta la desesperación. Los jugadores cometí­an errores y se reponí­an. El dropshot del mallorquí­n hizo estragos. Un set que perdí­a con bastante diferencia, lo remontó, lo llevó al tie break y lo ganó. El serbio se quedó en el camino eliminado por Rafa. ¡Ah…, qué gustazo me di!

Tengo que confesar que en algún momento, uno solo, mandé a mi ángel de la guarda para que ayudara al de Nadal y le recomendé que, entre los dos, distrajeran al de Djokovic. Eso no estuvo bien, lo reconozco, pero creo que se le puede perdonar a una anciana de 96 años aficionada al tenis, que nunca jugó. No pude. Cuando llegué a una cancha, en el Club Paraí­so, ya estaba lesionada. Mi rodilla con el pellizco en el menisco me lo impidió.  En el año que viví­ en Barquisimeto después de nuestro exilio de 5 años en Costa Rica, jugué en el equipo de basquetbol que se inauguró en el Country Club. Allí­ sufrí­ la lesión, tení­a 16 años. Me quedé para siempre como espectadora deportiva. Mi amigo y académico de la Lengua, Joaquí­n Marta Sosa, siempre me dice que yo hubiera podido ser una excelente cronista deportiva. Exagera, lo que creo es que soy una buena asomada en todo. Quizás sea el secreto de mi longevidad.

Me gustan tantas cosas y gozo de varias, que resultan, sin darme cuenta, un aferramiento a la vida. Espiritualmente no lo estoy. La muerte es mi próxima meta y la acepto con serena alegrí­a. Sin embargo, este interés por tan buenas cosas que ofrece el mundo, la vida, no deja de invadirme y doy gracias a Dios. Si estoy todaví­a aquí­ que lo sea con placer, sin lloriqueos por lo que perdí­ -como la facilidad de movimientos- ni por lo que voy a perder. Cada minuto que viva es ganancia, porque representa uno más en esta tierra y uno menos de camino a la eternidad. Si lo he de gastar viendo un partido de tenis, ¡sea! Bien vale un match como el protagonizado por Rafael Nadal y Novak Djokovic el 31 de mayo -difí­cil del volver a ver. Un poco de vida o un poco de eternidad.

*Alicia ílamo Bartolomé es decana fundadora de la Universidad Monteávila

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