ílvaro Torres De Witt.-
En el año 476 llegó a su fin el Imperio Romano de Occidente, el imperio más grande, poderoso y organizado del mundo. Ese año las huestes de Odoacro, rey de los hérulos, conquistaron Roma, hicieron prisionero al joven emperador Rómulo Augústulo, y Odoacro se proclamó Rey de Italia. Como gesto político, reconoció la autoridad del emperador del Imperio Romano de Oriente (Bizancio) y le envió las insignias de mando de Rómulo Augústulo.
La caída de Roma no ocurrió de la noche a la mañana. Desde inicios del siglo I, el Imperio Romano había impuesto la “Pax Romana”, el progreso romano, se habían realizado grandes y muy útiles construcciones civiles: acueductos, carreteras, ciudades, grandes “termas” (baños públicos con agua caliente), circos, estadios, teatros; las legiones romanas fungían de eficaz policía y defendían las fronteras; existía un sistema de justicia (el Derecho Romano), un eficiente sistema de administración y mantenimiento de obras públicas. Dentro del imperio se disfrutaba de lo que hoy llamamos “calidad de vida”, en casi todos los pueblos había agua potable, seguridad y bienestar.
Los pueblos que rodeaban el imperio se daban cuenta de las ventajas de vivir en territorio romano y buscaban penetrar pacífica o violentamente. A este proceso se le conoce como las invasiones de los bárbaros. Godos, visigodos, ostrogodos, hérulos, francos, magiares y muchas otras tribus migraron. Los historiadores germánicos llaman a este período el de las “migraciones de los pueblos” (Wí¶lkerwanderungen).
Todo el aparato estatal colapsó. Los conquistadores bárbaros tenían fuerza, pero carecían de cultura. Sabían manejar lanzas y espadas, pero no sabían construir, administrar, legislar. El semi-caos sustituyó al orden romano.
Durante los siglos III, IV el Imperio Romano comenzó a declinar, en parte por su misma extensión. Se volvió demasiado grande. Y en parte por corrupción interna. La forma de alternar el mando, con demasiada frecuencia se hacía asesinando al emperador anterior.
El declive interno del imperio unido a la presión ejercida por los bárbaros, produjo la caída final de Roma. Como resultado inmediato se acabó la administración romana, el mantenimiento de las obras públicas, la existencia de las legiones que imponían seguridad y orden, la recolección de impuestos. Todo el aparato estatal colapsó. Los conquistadores bárbaros tenían fuerza, pero carecían de cultura. Sabían manejar lanzas y espadas, pero no sabían construir, administrar, legislar. El semi-caos sustituyó al orden romano. La educación y la cultura comenzaron a desaparecer. La brillante civilización romana apagó su luz. Europa se hundió en la oscuridad.
En Venezuela, al igual que en la Edad Media, existen islas de cultura, de conocimiento, de búsqueda de progreso. Son las universidades, tanto públicas como privadas.
Pero la cultura no desapareció del todo. En numerosas abadías, monasterios, conventos e iglesias se continuó enseñando. Los libros que guardaban la cultura universal fueron copiados a mano, y multiplicados, gracias a la labor paciente y prolija de los monjes copistas. La cultura universal, los conocimientos se resguardaron en estas islas de luz intelectual. La oscuridad no fue absoluta. El cuidado de la cultura en los monasterios produjo frutos: en tiempos del emperador Carlomagno, en el siglo IX, se comenzó a hablar del “Renacimiento Carolingio”.
En Venezuela estamos atravesando una crisis que lleva ya varias décadas. Las instituciones dejan mucho que desear, el mantenimiento de las obras públicas no es el mejor, la educación sufre un marcado declive, la economía lleva años de deterioro creciente, la hiperinflación es la mayor del mundo. En fin, no estamos en nuestro mejor momento. ¿Significa esto que la oscuridad se ha apoderado de Venezuela?
Pues no, en Venezuela, al igual que en la Edad Media, existen islas de cultura, de conocimiento, de búsqueda de progreso. Son las universidades, tanto públicas como privadas. En ellas, al igual que los monjes copistas, que trabajaban calladamente, pero sin descanso, se continúa enseñando, se continúa formando profesionales, se expande la cultura y los valores de la civilización.
En algún momento próximo, se producirá nuestro “Renacimiento Carolingio”, y los años de callada, pero eficiente labor de mantenimiento de la cultura, producirán su fruto.
*ílvaro Torres De Witt es profesor de la Universidad Monteávila
Muy bien escrito, claro, deja la sensación de seguir leyendo con gusto para seguir encontrando muchas novedades.
Muy interesante relato que, por un lado me permite aprender algo más del imperio romano y su declive y por otro, muestra la luz al final del túnel que mantiene la esperanza encendida.
Saludos Ãlvaro