Vacuna: El periplo de los no convocados

En un dí­a atendieron a más de mil personas en el centro de inoculación de San Martí­n. La cola se extendió por más de cinco cuadras y tuvo un promedio de duración de ocho horas.  

vacunación
El centro de San Martí­n comenzó la fase de vacunación este lunes

Sabrina Machado.-

«Disculpe que lo atienda sin tapa bocas, es que no aguanto las orejas, son muchas horas con él puesto», se excusa la joven estudiante de Ciencias de la Salud que toma dato de la nueva persona a vacunar, al lado, otra joven abre y cierra su mano en busca de alivio.

Son las 5 pm y están desde las 8 am atendiendo a las personas. Son cerca de 20 estudiantes en la primera fase del circuito: toman nombre, edad, dirección y ocupación, no preguntan si fueron convocados o no por el Sistema Patria. A los segundos se pasa a la segunda fase, la vacunación.

El proceso tras las rejas del centro de atención no se demora ni 10 minutos, cuando ya está por culminar una nueva jornada del plan de vacunación dispuesto por el gobierno nacional.

Afirman que fácil han atendido a más de mil personas en las dos carpas verdes, con logo de la Cruz Roja, dispuestas en la sede principal del Distrito Sanitario, ubicado en San Martí­n, al oeste de la ciudad.

Vienen a la mente las cifras de la vicepresidenta Delcy Rodrí­guez y el ministro Carlos Alvarado, que aseguran que ya 11 % de la población ha sido inoculada. Solo en el Hotel Alba Caracas se han vacunado a 7 mil personas, según las cifras oficiales.

En este nuevo centro de vacunación ya se corrió la voz. Entre lunes y martes la cola era «fácil», máximo dos horas y sin convocatoria. El miércoles ya era una espera promedio de nueve horas y a la expensa de los ánimos de los efectivos de la Guardia Nacional y de la Milicia.

«Para todo el mundo» y «solo convocados» generaron fricción con los presentes. Al final el grito del capitán de la GNB se impuso y el maltrato también. Los sin mensaje fueron sacados sin remedio ni alegato válido de la formación.

Un largo dí­a

Centenas de personas se formaron por largas horas frente al centro

La cola a las 8:30 de la mañana se extendí­a por mí­nimo cinco cuadras llaneras, que valí­an por el doble de extensión. El puente 9 de Diciembre era testigo de la inclemencia del plan de vacunación anticovid desplegado en el paí­s desde la semana pasada.

“A mí­ esposo le llegó el mensaje, él se vio muy mal con el virus en noviembre, 25 dí­as hospitalizado», comenta Carmen, quien horas después rezarí­a versí­culos de la biblia con la esperanza de que «amansaran la fiera» encarnada en el capitán de la Guardia Nacional. Ella apelaba por su deseo y derecho de vacunarse, pero aún no cumple los 60 años, está cerca pero todaví­a le falta.

Más atrás decí­a Raúl Martí­nez que sus hijos se habí­an vacunado todos en los Estados Unidos y ni andaban ya con mascarillas. “Ellos no hicieron cola”.

La formación al medio dí­a es variopinta: todas las edades y todas zonas de Caracas. Susana llegó de Los Teques en busca de protección anticovid. Allá -asegura- el proceso es aún más lento, “no hay muchos sitios a dónde ir”.

A medida que llega el negrito, el chupichupi XL y el helado de teta para aliviar el cansancio y la deshidratación comienza otro cuchicheo en la formación, son varios a lo largo del dí­a, todos justificados ante la desinformación reinante.

Trato VIP

La prioridad eran los convocados por el Sistema Patria y los mayores de 60 años

«Mira cómo pasa», dice con indignación Cristina Vargas, quien ha hecho la cola ya en dos oportunidades. La primera frente al Hotel Alba Caracas, de donde la «corrió» un capitán de la GNB, después de cinco horas de pie, por no tener el mensaje, que hoy en dí­a se busca como cariaquito morado. Captures y falsos reenví­os son detectados en la entrada. «No sean vivos», grita el capitán.

La mujer solo mira, sufre de la columna, tiene 56 años y no tiene mensaje. Sin embargo, frente a sus ojos pasan jóvenes «sanos» que muestran con orgullo el teléfono. Ella sabe que la osadí­a de este dí­a le costará una larga noche, signada por los calambres.

«No pasan más de cinco minutos, fí­jate”, le dice a su acompañante. «Qué descaro, se bajan del carro y pasan directo, salen tocándose el brazo ¿Ellos tendrán mensaje?, se pregunta sin conseguir respuestas. A los pocos minutos la entrada VIP era el tema principal entre las personas que ya se encontraban al frente del deteriorado edificio.

Atrás ya habí­an quedado siete horas de cola, como «las que hací­amos para comprar comida», recuerda Marí­a, de 76 años, quien viene desde Montalbán, no muy lejos de ahí­. Ella al igual que los mayores de 60 años tiene la vacuna garantizada, como también la larga espera.

En un momento del dí­a les ofrecieron a los mayores de 60 años trasladarlos al Hospital Miguel Pérez Carreño para agilizar la formación, algunos corrieron ante la distancia que les quedaba entre su ubicación y la entrada al centro, otros prefirieron quedarse por temor a perder la cola y salir con las tablas en la cabeza.

A expensas del ánimo

Más de 20 estudiantes toman datos a las personas que van a vacunar

Después de 10 horas los sin mensaje que se negaron a irse porque «un miliciano me dijo que era para todo el mundo«, porque «yo le pregunté a un funcionario y me dijo que era para todo el mundo», porque «cómo vas a decir que es solo por mensajes después que tenemos más de cinco horas de cola«, porque «ayer se vacunó un familiar mí­o aquí­ y le dijeron que era para todo el mundo y él no tení­a mensaje» fueron ubicados en otra cola, gracias a la intermediación de un miliciano al que recurrió una mujer que en son de súplica le dijo: «No te pido que me colees, solo que me respetes la cola, mira cómo estoy quemada».

 Al final, después de buscar hasta por debajo de las piedras a los convocados, el capitán en tono huraño dijo no prometer nada y luego de incrementar la incertidumbre y desespero de los presentes, dando vueltas sin razón, permitió el ingreso de 70 personas a los que ni siquiera les pidió la cédula.

Adentro, el personal médico solo decí­a: «Es para todo el mundo«, “por Dios muchacha cómo estás de quemada, llega y date una larga ducha con agua frí­a para que te refresques y no te dé fiebre por la insolación”.

En una jornada en la que la civilidad y el buen trato se vistió de bata azul y uniforme beight, más de uno se retirarí­a del centro pensando que en un paí­s como Venezuela la pobreza se paga y la honradez también.

Muchos lograron la ansiada vacuna a pesar de las horas, entre ellas Cristina, que llegó a su casa a tomarse dos calmantes para el dolor de la columna. La puya pasó desapercibida a diferencia de los calambres en sus piernas.

*Sabrina Machado es coordinadora de Pluma

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