Rafael Araujo, la historia venezolana a través de un papagayo

El nativo de Mérida tiene 15 años denunciando la realidad nacional con singulares mensajes

Gloria Tirado.-
Araujo Papagayo

Reconocido por alzar su papagayo, Rafael Araujo ha acompañado desde 2005 movilizaciones y protestas con un motivo claro: la libertad de Venezuela.

Él, quien para 2017 ya habí­a realizado más de 6.600 papagayos, confiesa que desde niño siempre soñó con ser un artista destacado y -aunque hoy no se considera uno-, afirma que la satisfacción que le produce el reconocimiento de la gente es su principal impulso.

“El señor del papagayo” dice tener como principal intención concientizar a la población sobre el acontecer nacional y que esta no se vuelva ajena a los problemas que le aquejan.A través de esta entrevista, Araujo relata cómo logra dar cada semana con las noticias adecuadas y cómo expresa en pocas palabras aquello que le conmueve.

Un sueño desde niño

Proveniente del estado Mérida e hijo de un hogar humilde, Araujo llegó a Caracas a la edad de cuatro años y desde los siete realiza sus papagayos, los cuales simbolizan “la libertad que tanto anhela para el paí­s”. Además de que este juguete le recuerda su principal preocupación: los niños.

Escogió un papagayo como sí­mbolo de la niñez y la libertad, ¿Estuvo presente en su niñez un papagayo?

Si, de esa época recuerdo que cuando yo hacia los papagayos mis amigos me decí­an que yo no hacia eso por lo bonito y la calidad del papagayo, cuando me veí­an elevándolo me preguntaban que quien me lo habí­a hecho, porque desde entonces llamaba la atención; se diferenciaba de los demás porque era más elaborado, más acabado.

¿De niño soñaba con ser artista?

Siempre, yo creo que todo el mundo sueña con bailar, cantar o tocar un instrumento. Me acuerdo que cuando yo estaba pequeño mis amigos me decí­an “el artista”, porque yo querí­a hacer las cosas de una manera mucho mejor de lo que ellos lo hací­an y no lo lograba, siempre eran competencias. Por ejemplo jugando metras y habí­a alguien que tení­a más destreza, pero yo querí­a destacar y ser el mejor. Creo que la meta de toda persona es dominar cosas y lograrlas.

Previamente ha manifestado que su principal preocupación son los niños, ¿al recorrer las calles de Caracas, ha logrado compartir con ellos?

Si, tanto es así­ que parece algo contradictorio, niños de la calle me ven con el papagayo y no les llama la atención, porque no tuvieron niñez, no jugaron papagayo, no saben lo que es uno y eso es fatal porque los mismos derechos humanos establecen que los niños tienen derecho a jugar. Estamos como en una guerra donde los niños no conocen estos juegos, lo cual es parte de su formación.

Un ciudadano común

Ante la pregunta de quién era antes de obtener el reconocimiento de la gente, se denomina como un “ciudadano común”; sin embargo, desde que empezó su activismo ha buscado convertirse en un “ciudadano que aporte”. Expresa con gran emoción que supo que generarí­a un impacto cuando fue constante y sintió que lograba conectar con la gente.

¿Quién era Rafael Araujo antes de convertirse en el señor del papagayo?

Un ciudadano común, trabajé muchos años en una imprenta, me casé y duré un tiempo con mi esposa, no tuvimos hijos, y yo me vine de nuevo a mi casa.

¿Se imaginó algún dí­a generar un impacto tan grande en la sociedad?

Una vez dije que no me lo imaginaba; pero después pensé que sí­ porque desde el primer dí­a que lo hice, yo seguí­ y hasta ahora; pues he comenzado muchas cosas y las he dejado porque no eran lo mí­o, pero cuando pasó el tiempo yo dije: “Ah no, ¡Sí­!”.

En el fondo yo sí­ sentí­ que eso era lo que iba a causar impacto y desde el primer dí­a fue así­, llegaron a tomarme fotos y ese mismo dí­a lo elevé. Desde ahí­ me dijeron “Papagayo para tomarte una foto”.

A la gente le gustó mucho y claro por los colores, la forma, por lo original al ser un instrumento que nadie habí­a utilizado hasta el momento.

Su motivo: la libertad

Para Araujo, lo más valioso que puede tener un ser humano es su libertad, de donde surgen todas las cosas y a partir de la cual el hombre puede forjar su futuro. Este ha sido su motivo desde el primer dí­a y el que hasta hoy mantiene intacto.

En el 2005 sacó su primer papagayo a las calles, con la palabra «libertad», ¿por qué decidió salir en ese momento y con esa palabra?

Porque ya no tení­amos la libertad, Chávez cuando llegó dijo muchas cosas que después no cumplió y salí­ con el papagayo cuando él traicionó su palabra. Cuando uno tiene un mandatario que no cumple las normas, las reglas, la constitución, los derechos humanos uno ya pierde la libertad como ciudadano.

Su activismo comienza por la búsqueda de esta libertad, pero, de producirse un cambio polí­tico en Venezuela, ¿seguirí­a saliendo a las calles junto al papagayo?

Sí­, porque yo pienso conectarme con cualquier gobierno que llegue después de esta situación, con un gobierno democrático, verdaderamente justo para los ciudadanos, para aportar algo en educación, en cultura o en cualquier área ahí­ estarí­a yo, no como profesional sino como un ciudadano, aportando.

Su olfato periodí­stico, una virtud

A pesar de haber completado la educación media hasta tercer año de bachillerato, el conocido señor del papagayo se ha forjado una capacidad de sí­ntesis inclusive mayor a la de grandes periodistas, buscando siempre estar con lo que debe interesarle a la población, para él esto es una virtud que agradece a Dios y a su familia.

¿Cuál es su rutina diaria para escoger la frase de cada papagayo?

Yo escojo, porque a veces está en las noticias algo que está sucediendo y para mí­ no es la noticia principal, yo digo: “la noticia principal es esta, lo que le debe interesar a las personas es esta”.

He ido a unas marchas donde yo chocaba con la manifestación porque mi papagayo decí­a otra cosa, pero a mí­ lo que estaba sucediendo me parecí­a más importante que el motivo de la marcha.

Entre tantas noticias que ocurren a diario a nivel polí­tico, social y económico, ¿cómo sabe cuál es la indicada?

A veces es difí­cil escoger porque una pesa igual que la otra, inmediatamente yo hago una y al dí­a siguiente hago la otra porque digo: “tengo que sacarla”.

Pero a veces son dos noticias muy importantes en cuanto a la relevancia para la gente y eso es lo que yo busco con el papagayo que la gente se conecte con el acontecer, que no sea ajena a eso, porque entonces deja de ser la persona un ciudadano.

¿De dónde considera usted que sacó su capacidad de sí­ntesis?

 A lo mejor es una virtud de herencia, de los genes, por lo menos mi mamá es muy hábil, eso también se hereda. Pero también es una virtud que no se sabe a veces de donde viene, de Dios será, pero es una virtud.

“El arte mismo nunca tiene un precio”

Además de realizar sus conocidos papagayos, Araujo se formó en la escuela de arte Cristóbal Rojas, lo cual le permitió adquirir los conocimientos y herramientas necesarias para realizar cuadros de gran belleza y estética artí­stica.

Al llegar a su hogar, lo primero que resaltan son los colores de estos cuadros, inspirados en animales, flores y paisajes de Venezuela, sin embargo, para el “el arte mismo nunca tiene un precio” y por eso ha decido no cobrar ni vender estos cuadros.

¿Por qué no cobrar por los cuadros que realiza?

Ah, ¡ya te llevaron el chisme! –rí­e con asombro- Cuando empiezas a verle la parte monetaria ya es una mercancí­a y deja de ser arte. El arte mismo nunca tiene un precio especí­fico como en el mercado.

¿Y cómo se mantiene económicamente?

Actualmente tengo una pequeña ayuda de gente que no conozco y me depositan algo, por eso estoy sobreviviendo en Venezuela.

“El papagayo quedará en la historia”

Araujo considera que el papagayo quedará en la historia como una muestra en pocas palabras de lo vivido en el paí­s y anhela ser recordado como un maestro por su aporte a la cultura y el arte.

¿Ha pensado dejar alguna exposición o alguna recopilación de estos papagayos?

Sí­, yo creo que en el futuro la gente irá a hacer una exposición porque va a ser la historia a través de un papagayo, podrí­a llamarse así­ “Historia reciente a través de un papagayo”. – rí­e y comenta a carcajadas – “viste ya le pusimos el nombre”-

¿Cuáles considera usted que han sido sus papagayos más emblemáticos?

Son casi 20 años saliendo con el papagayo y si nos imaginamos dos papagayos por semana, ya ves la cantidad, pero en verdad son más porque hay semanas donde yo he sacado uno diario.

Si hay una noticia ahora, saco el papagayo, yo lo colocó por las redes y me dicen que eso “es tendencia” entonces lo ven muchas personas. Pero cuando yo veo que es algo que me mueve como la muerte de los 19 de Gí¼iria salgo a la calle y estoy todo el dí­a porque me motiva, me da indignación y entonces digo: “Esto es lo que deberí­a estar haciendo y estoy en el lugar correcto”.

Si me canso caminando, cada paso que doy me motiva y en verdad como estoy haciendo lo correcto no me canso. La misma indignación es la que me impulsa.

¿Hay alguno recuerde con mayor afán?

No recuerdo el papagayo sino la impresión de un niño que me dijo: “Gracias por hacer eso” y al preguntarle por qué, me dijo: “Porque en mi casa lo dicen”. Él era muy niño para saber lo que estaba diciendo pero lo recogió de su casa y en el futuro va a entender porque dijo eso.

¿Cuál quisiera que fuera su legado?

Primero que no se necesitan groserí­as para conectarse con la gente, las groserí­as sobran porque no estás diciendo nada con ellas, para eso el lenguaje es tan extenso y puedes usar otra palabra que te ayude a explicar lo que quieres. Evitar las groserí­as serí­a un paso importante.

*Gloria Tirado es estudiante de la Universidad Monteávila

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