La bioseguridad se fue de vacaciones en el centro de Caracas

El gobierno reporta «leve» repunte en los casos de covid-19 en los últimos dí­as

Sabrina Machado.-

Caracas es casi una pelí­cula surrealista. Las imágenes observadas en distintos puntos de la ciudad se contraponen sensiblemente a los llamados de alerta de personajes internacionales. Las lágrimas de Angela Merkel son distantes a los venezolanos e incluso los pronunciamientos de los directivos de la Organización Mundial de la Salud.

Mientras Merkel, Macron, Tedros Adhanom Ghebreyesus apelan a la conciencia, en los distintos rincones del centro caraqueño decidieron exorcizar los miedos y la incertidumbre producto de nueve meses de cuarentena.

Europa recibe este fin de año entre horas tope, horarios regulados, toques de queda y miles de contagios, continente al que el año viejo regaló las primeras vacunas mundiales. Entre tanto, Venezuela asume Navidad con flexibilidad.

Los reportes oficiales señalan que hay repuntes en los casos de covid-19 –se registran 10467 casos este diciembre-, Nicolás Maduro habla de un “incremento leve”, las redes sociales visibilizan nuevamente historias, pero la mascarilla es un accesorio cada vez más en desuso y el distanciamiento social un ausente entre la muchedumbre.

Aquí­ todos nos vamos a contagiar, si andas con la paranoia eterna será peor, hay que cuidarse pero no exagerar”, asegura Alida Ramí­rez, peluquera que atiende a su clientela en un local cerrado, sin ventilación, a pocas cuadras de la avenida Urdaneta, en el centro de Caracas.

A las clientes, que tampoco llevan el tapabocas, pareciera no importarles que mientras la estilista seca el cabello y arregla las cejas la mascarilla esté en el mesón, al lado de los cepillos. Ya hay compañeros de trabajo que vivieron “una fuerte gripe, que me tumbó horrible, meses atrás”, recordó José, dueño del local, quien tampoco lleva el tapabocas.

“Nosotros en Caracas estamos bien, yo tendré navidades con mis hijos porque a pesar de todo he podido trabajar, si no trabajamos no comemos. Mi familia en el interior no tendrá navidades, la está pasando muy mal, en el interior la situación está terrible”, dice casi en modo de excusa el peluquero.

A pocos metros del recinto se abre el bullicio, la muchedumbre, lejana y distraí­da con el distanciamiento que marca el paso, pero no el establecido a principios de año por la bioseguridad, si no el que se permite al ir codo a codo con el vecino.

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Relajamiento social

Los locales mantienen los letreros de “uso obligatorio de la mascarilla” y “aquí­ debe mantener el distanciamiento social”. Sin embargo, en pocos sitios se observa el real cumplimiento de las medidas mí­nimas proclamadas y exigidas por las autoridades sanitarias.

Mientras chequean temperatura y rocí­an cualquier lí­quido de dudosa procedencia en las manos de los clientes, los responsables de los lugares tienen la mascarilla cubriendo solo su boca, y dejando expuesta la nariz, o sus trabajadores la tienen de corbata, algunos ya ni la usan, en muchos de los casos.

En una tienda por departamentos, ubicada cerca de la esquina de La Marrón, se aprecia cola en la entrada, vigilan el número de clientes en el interior del local; no obstante, en la espera son pocos los que llevan el tapabocas adecuadamente. “La asfixia es demasiada”, dice Luisa mientras intenta ingresar con su hija de nueve años, que no lleva protección.

En otro local, de la avenida Urdaneta, está Raiza Sandoval quien ya tiene más de 20 años al frente de su tienda de ropa femenina y al cobrar a unos clientes, que llevan un regalo navideño, se excusa por no usar la mascarilla.

“Ya hasta tengo dolor de cabeza, eso es por el tapabocas, nosotros lo que hacemos es respirar nuestro propio monóxido de carbono y eso también es dañiño”, afirma la mujer, quien todaví­a enfrenta una larga jornada, apenas son las 10 de la mañana.

Este martes, el centro exhibe un rostro distinto al de marzo, abril e incluso mayo. En ese entonces las santamarí­as abajo marcaban el punto de la pandemia, y quizás hasta el del miedo al contagio, solo se observaban comerciantes informales que ofrecí­an medias y ropa interior por un dólar el paquete, mientras eran correteados por la policí­a. Hoy, todo está abierto y hay movimiento.

“Yo no me puedo dar el lujo de cerrar, Nicolás no va a venir a pagarme los impuestos”, afirma Rafael, señor -de aproximadamente 60 años- que regenta una zapaterí­a en La Candelaria. El hombre espera recuperar lo perdido en este año, por los momentos no lo ha logrado, las ventas siguen bajas a pesar que están “un poco mejor” que a mediados de año.

Alerta sanitaria

Mientras la bioseguridad se distancia con la rutina caraqueña, Riguey Espinoza, de 70 años y diabética desde hace 15 años, asegura que hay que protegerse más que nunca, porque el virus debe estar en todas partes. “Enero nos costará caro, la gente se volvió loca, no hay distanciamiento, no hay mascarillas, lugares abarrotados de personas, yo casi no he salido, ahorita sí­ es peligroso”.

De acuerdo con las estadí­sticas oficiales, en diciembre se han registrado 10.467 casos y 121 fallecidos, en total ya Venezuela suma 112.861 contagios por covid-19 y 1.021 personas perdieron la vida por el coronavirus.

A la par que las redes sociales reflejan encuentros navideños en hogares y centros nocturnos también sirven de plataforma para denunciar el abarrotamiento en mercados populares y centros comerciales y para abogar por la solidaridad del extraño ante contagios inesperados, como el caso del periodista zuliano Lenin Danieri.

“Me resistí­ a hacerlo pero necesito ayuda con esto del covid-19. Los gastos son considerables y ahora se incluyó mi hijo menor a la ecuación. Quien pueda ayudarme escrí­bame al DM, muchas gracias, lo menos que pensé es estar en las actuales condiciones”.

El cierre del año llega con los llamados a la responsabilidad por parte de médicos que han usado sus propios medios para expresar su preocupación ante la ligereza del venezolano.

Tal es el caso del médico cirujano y residente de medicina interna del Hospital Central de San Cristóbal, Héctor Hidalgo, quien a través de su cuenta de twitter (@HectorHidalgo) indicó después de Navidad: “Aislamiento del covid-19 del Hospital Central al tope. Y la gente sigue de rumba en las calles. Conciencia por favor”.

Anteriormente, habí­a señalado: “Se ha vuelto una costumbre intubar a un paciente en cada guardia… La navidad trajo consigo 11 ingresos por covid 19. Menuda guardia”.

Entre compras y  reuniones sociales, la Academia Nacional de Medicina alerta de una posible segunda ola de covid-19 en el paí­s ante la “flexibilización tan amplia” otorgada por el gobierno.

Enrique López Loyo, presidente de la Academia, mostró su preocupación por el incremento de casos registrados tanto en la salud pública como en la privada y, en una entrevista concedida a TV Venezuela, lamenta que la “ciudadaní­a no esté cumpliendo con las medidas” de bioseguridad.

El 2020 cierre con 80 millones 700 mil personas infectadas y un millón 700 mil fallecidas en el mundo entero, según la OMS. Para Venezuela, la vacuna comenzarí­a a aplicarse para el mes de abril, si “las cosas van bien”, según aseguró el ministro de Salud, Carlos Alvarado, en un programa conducido por Ernesto Villegas, mientras tanto las medidas de bioseguridad deben seguir cumpliéndose, aunque no sean chic.

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