Un polizón en cuarentena

polizón coronavirus Luis Tovar

El fotógrafo Luis Tovar tuvo que afrontar un largo camino en un camión de verduras, lidiar con la guerrilla, caminar a oscuras por una carretera desconocida, entre otros obstáculos, para ir de Caracas a Bogotá.

Oriana Tovar.-

Ahora sí­, me voy, nos vemos dentro de muy poco mi Chichi – se despidió Luis de su esposa en una llamada justo antes de volverse polizón en un camión de verduras, pero claro, no sin antes darle la bendición a sus sobrinas y un fuerte abrazo a su hermano, quienes fueron su compañí­a de encierro en su paí­s natal, pero no en el que reside con los seres que más ama en el mundo.

Y así­ arrancó uno de los fotógrafos de boda más reconocido en toda Venezuela, en la parte de atrás de un camión de verduras del “mercadito de Coche”, acostado en colchones sobre cajas de plástico, que al principio parecí­an relativamente cómodos, pero le aterraba pensar que estarí­a ahí­ 10 horas.

40 dí­as antes de esta escena, era un jueves común en la vida de Luis Tovar –12 de marzo-. Tení­a cinco pautas en Caracas. Su plan, como todos los meses, era ir a la ciudad, quedarse con su hermano, trabajar y volver a Bogotá con su esposa e hija, sin embargo, el plan perdió rumbo cuando se enteró, justo al aterrizar en Maiquetí­a, que no iba a poder regresar debido a que ese dí­a, Nicolás Maduro anunció el cierre indefinido de fronteras por amenaza de Covid-19.

Luego de incontables viajes a distintos mercados, en Coche consiguió “una cola” hasta La Frí­a, estado Táchira.

Luego de haber pasado la primera extensión de la cuarentena por parte del gobierno venezolano, Tovar decidió que no podí­a esperar más, por lo que comenzó la búsqueda de un salvoconducto que le permitiera surtir gasolina suficiente para viajar de Caracas a San Cristóbal y ahí­ ver cómo pasaba la frontera. Sin embargo, el primer intento fue fallido, no se logró conseguir ningún contacto que facilitara ese acceso.

No se rindió. Contactó a un amigo fotógrafo que también reside en Colombia y quedó atrapado al igual que él, este le contó que viajó de Caracas a San Cristóbal de copiloto con unos gochos de un “mercadito” cerca de su casa, por lo que Luis intentó lo mismo. Luego de incontables viajes a distintos mercados, en Coche consiguió “una cola” hasta La Frí­a, estado Táchira.

Luis no lo pensó dos veces, una semana después, emprendió su viaje. -24 de abril-Llegaron a Hoyo de la Puerta, Distrito Capital, lugar de encuentro con el camión que lo llevarí­a hasta La Frí­a, pasaron unas horas de espera hasta que finalmente apareció el vehí­culo. Era un camión de verduras con dos asientos para el conductor y el copiloto, y la parte de atrás llena de cajas de plástico donde trasportan la comida con una lona de techo. Era ahí­, en la parte de atrás, donde Luis pasarí­a la travesí­a en compañí­a de desconocidos.

-Ahora sí­, me voy, nos vemos dentro de muy poco mi Chichi – se despidió Luis y comenzó el viaje que debí­a durar aproximadamente 10 horas, sin embargo, el camión tení­a paradas pendientes por lo que el camino hasta Táchira duró 21 horas. Casi un dí­a completo acostado sobre plásticos, con solo una arepa en el estómago y con una pandemia abrumando a Venezuela y al mundo.

A pocos metros y más sorpresas

Cuando finalmente llegó de este largo viaje, agarró un taxi hasta San Cristóbal donde llegó a un hotel y se dio “el baño más largo de su vida” y luego se acostó suspirando. Estaba agotado pero solo era la mitad del camino. 

Pedro, el amigo de Luis, empezó a buscar contactos que los pudieran ayudar a pasar por trocha. Finalmente, dieron con un conocido que tení­a contactos en la guerrilla, por lo que su próxima parada era atravesar la frontera de la mano de guerrilleros.

-28 de abril-. El hermano de Pedro los acercó hasta Ureña, lugar donde se comunicaron con el conocido que un rato después los buscó para ingresarlos en una finca tomada por la guerrilla. Los obligaron a apagar sus celulares todo el trayecto para evitar a toda costa que se revelara alguna información o imagen del interior de la finca.

“Nos trataron muy amablemente, nos ofrecieron comida y agua mientras coordinaban nuestro trayecto”, indicó Luis. Esperaron unas horas y los subieron en una moto manejada por un guerrillero que en 15 minutos los dejó en territorio colombiano y, adicionalmente, les coordinaron un taxi que los llevarí­a hasta un terminal de autobuses en Cúcuta.

Nos trataron muy amablemente, nos ofrecieron comida y agua mientras coordinaban nuestro trayecto

-¿Van a Bogotá? Dame 160.000 pesos y los dejo ahí­ â€“ indicó un señor en el terminal.

-Sí­, vamos a Bogotá, estamos interesados.

-Bueno pero hay que caminar un trayecto primero.

-Listo vamos caminando.

Así­ pasaron unas horas caminando al borde de carretera, Luis y Pedro no entendí­an nada pero seguí­an caminando porque “bueno igual este es el camino hacia Bogotá”, dijo Pedro.

Pasaron cinco horas y el señor que los guiaba les dijo que debí­an esperar ahí­ solos porque él tení­a que ir a buscar otros pasajeros y luego los buscarí­a con el autobús. Y así­ se quedaron, los dos solos en la mitad de la carretera de una ciudad desconocida, a punto de hacerse de noche.

-¿Tú crees que aparezca? ¿Crees que lo logramos?

-De que se logra, se logra.

Dos horas después, eran las 7:30 de la noche, estaban totalmente a oscuras, con frí­o y asustados por la incertidumbre. Decidieron ir a acostarse cerca de unos árboles donde creyeron que pasarí­an esa noche pero, justo en ese momento, vieron unas luces intermitentes de un autobús. “Lo sentí­ como un milagro”, dijo Luis.

Subieron en el autobús y se prepararon para 18 horas más de camino. Durmieron un poco, “agarraron mí­nimo” y finalmente llegaron a Bogotá. El autobús los dejó a una cuadra de casa de Luis, ahí­ se despidieron los dos aventureros y siguieron a sus casas. -29 de abril-.

Y ahí­ se encontraba Luis Tovar, caminando hacia su hogar en una de las urbanizaciones de la mejor zona de la ciudad, sudado, lleno de tierra, sin haber comido en dí­a y medio y con una historia increí­ble para contar. No podí­a parar de llorar por la emoción de ver su casa a lo lejos.

-Ya papá está en casa mis Chichis.

*Oriana Tovar es estudiante de la Universidad Monteávila

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