Carlos Balladares Castillo.-
A finales de mayo de 1940 en el contexto de la Batalla de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, las tropas aliadas (anglofrancesas y belgas) se encuentran sitiadas por la Wermacht (ejército alemán) en un perímetro de pocos kilómetros (35 en el sur) en torno a las playas más extensas de Francia y cercanas a Gran Bretaña.
El pueblo y el puerto donde se ubican dichas playas se harán muy famosas, especialmente por el cine de propaganda, y no es otra que Dunkerque. Del 26 de mayo al 4 de junio de 1940 el Reino Unido realizó la Operación Dinamo que consistió en la evacuación del mayor número posible de soldados, por ser estos los que podían defender sus islas de la invasión hitleriana que vendría una vez que cayera Francia.
La situación militar era desesperante debido a que el enemigo los doblaba en hombres y armas, aunque todavía quedaban más 400 mil soldados bien apertrechados que podían seguir luchando. La capitulación belga del 28 de mayo hizo que más de 100 mil soldados dejaran de resistir el avance y las tropas alemanes se acercaran peligrosamente a las playas de Dunkerque.
La situación era desesperada. Pero se dieron una serie de condiciones que permitieron lo que muchos calificaron de milagro, pero que tiene su explicación fundamentalmente en el sacrificio de los soldados franceses en la defensa del frente y la gran movilización de barcos privados en su mayoría y de la marina británica. Pero también errores de parte de los alemanes.
Los soldados fueron recibidos como héroes (escena muy bien representada en Dunkirk) y el Primer Ministro al informar al Parlamento británico sobre los resultados dio su famoso discurso “We shall fight on the beaches”.
El 19 de mayo se comenzó a planificar la Operación Dinamo y su primer día fue el 26. El mejor filme sobre el hecho es Dunkirk (2017) de Christopher Nolan, donde la acción se inicia dos días antes cuando los panzers son detenidos por Adolf Hitler, y por medio de tres historias paralelas se muestran las dificultades al realizar el rescate de más de 300 mil soldados bajo las bombas de la Luftwaffe.
Dichos soldados mayoritariamente pertenecían a la Fuerza Expedicionaria Británica (la BEF que había sido enviada a Francia en los primeros días de septiembre de 1939); pero otros eran franceses y esto se demuestra tanto en la producción de Nolan como en la película de Henri Verneuil: Fin de semana en Dunkerque (1964) que fue protagonizada por Jean-Paul Belmondo.
El ejército francés al defender dicho perímetro en torno a las playas (Batalla de Dunkerque) permitió que se diera el tiempo para lograr lo que el cine ha exaltado como una épica, y que la propaganda aliada se dedicó a difundir (la evacuación no la batalla) al darle un sentido de milagro o “triunfo en la derrota”; y es lo que se transmite en cada una de las películas que hemos nombrado y otras más que incluyen la operación en alguna parte de la historia que relatan. Nos referimos a la ganadora del í“scar a mejor película y dirección: Mrs. Miniver  (William Wyler, 1942) y Sangre, sudor y lágrimas (In wich we serve, 1942) de David Lean y Noel Coward. En la primera se muestra como el pueblo británico sale con embarcaciones privadas a buscar a los soldados (lo que también se ve en el filme del 2017), que es el otro elemento que permite el éxito de la operación.
Otro factor que siempre se olvida y que estas fuentes reconocen es el sacrificio y valentía de 2 divisiones francesas defendiendo las playas como la defensa aérea por la Royal Air Force.
Al consultar las fuentes alemanas se llega a la misma conclusión, aunque Cajus Bekker (La Luftwaffe, 1962) coloca entre comillas la palabra ‘milagro’ que tanto repiten los aliados. La razón es que la aviación alemana era incapaz de llevar a cabo la tarea que le fue asignada por Adolf Hitler a petición de Herman Goering: impedir la evacuación.
La mayoría de las memorias de los generales hablan de ser una “fanfarronada” del máximo jefe de la Fuerza Aérea; y si a ello sumamos el detener los tanques por casi 3 días y el deterioro del clima posterior que hizo imposible la acción de los Stuka y generó el avance lento de los tanques por el suelo embarrado; se explica en parte que se tuviera el tiempo necesario para la evacuación. No de 40 mil soldados como creían en un principio ¡sino 338 mil! La Luftwaffe solo tuvo 2 días y medios para atacarlos de un total de 10.
Otro factor que siempre se olvida (falta una buena película centrada en ello) y que estas fuentes reconocen es el sacrificio y valentía de 2 divisiones francesas defendiendo las playas como la defensa aérea por la Royal Air Force. En conclusión para Bekker fue “un triunfo notable, con el que nadie había contado y que sería decisivo para el posterior desarrollo de la guerra”.
El 4 de junio la prensa exaltó la evacuación como un triunfo. Un buen ejemplo es que el Daily Mirror de ese día ofreció un gran titular donde afirmaba: “¡Se ha conseguido un estupendo milagro!”. Los soldados fueron recibidos como héroes (escena muy bien representada en Dunkirk) y el Primer Ministro al informar al Parlamento británico sobre los resultados dio su famoso discurso “We shall fight on the beaches”.
Este discurso es representado de manera muy emotiva tanto en Dunkirk como en la película Darkest hour (Joe Wright, 2018) en el cual afirma que a pesar del dominio alemán en Europa “no vamos a flaquear ni a fracasar sino que seguiremos hasta el final. Combatiremos en Francia, combatiremos en los mares y los océanos (…) no nos rendiremos jamás; y por más que esta isla o buena parte de ella quede dominada y hambrienta, algo que de momento no creo que ocurra, nuestro imperio de ultramar, armado y protegido por su flota, continuará la lucha has que, cuando Dios quiera, el Nuevo Mundo, con todo su poder y su fuerza, dé un paso al frente para rescatar y liberar al Viejo”.
Después de leerlo da pena escribir algo más, pero debemos decir que todo lo que dijo se cumplió, y fue muy probablemente por la fuerza y convicción de sus palabras las cuales lograron unir a todos los que creían en la libertad y aborrecían el totalitarismo nazi.
*Carlos Balladares es profesor de la Universidad Monteávila