Solares versus polares

Emilio Spósito Contreras.-

Conocer nuestro entorno es clave en la concepción de nosotros mismos, y la representación de éste nos permite además evidenciar el tipo de relación que establecemos con el mundo. Así­, tal como hemos podido distinguir entre el tipo cazador y agricultor, desde el punto de vista geográfico también podemos hablar de “solares” y “polares”.

Los primeros, se refieren a los hombres que se situaron sobre los mapas de acuerdo al aparente recorrido del sol proyectado sobre la tierra, de naciente a poniente (de este a oeste). Desde este punto de vista, a la derecha nos quedarí­a el septentrión (norte) y a la izquierda el mediodí­a (sur).

Los segundos, se orientaron en perspectiva según la ubicación del polo celeste, coincidiendo a lo largo de los tiempos con las estrellas Vega –una de las estrellas más visibles después del sol–, Thuban y actualmente Polaris, aparente punto fijo e inmutable del cielo.

El historiador y cartógrafo antiguo Ettore Pais (1856-1939), en su obra Storia della Sardegna e della Corsica durante il dominio romano (al cuidado de Attilio Mastino 2 volúmenes. Ilisso. Nuoro, 1999, 464 y 496 pp.), nos habla del “horizonte geográfico” de los antiguos romanos, los cartagineses y uno de sus herederos: los árabes, quienes tení­an como referente espacial el poniente y no el norte como es común en nuestros dí­as.

En ruinas egipcias, griegas y romanas, encontramos ejemplos de estructuras solares que descubren una peculiar forma de ver los monumentos.

Ello explicarí­a la identificación del Mar Adriático como “Superum” –atrás o sobre nuestras cabezas– y del Mar Tirreno como “Inferum” –delante o a nuestros pies–. En el mismo sentido, cuando se fijó Constantinopla como nuevo centro del Imperio Romano, se aludió a la idea de volver sobre los pasos.

Esta concepción espacial, también explicarí­a rutas como el Camino de Santiago hasta el fin del mundo (Finisterre), el viaje de Jasón hacia naciente y de Eneas en sentido contrario. Cabrí­a preguntarse si el navegar hacia el oeste de Cristóbal Colón (1451-1506) no estuvo inspirado en el modelo “solar”.

Simbólicamente, la disposición este-oeste podrí­a sugerirnos movimiento, el avanzar desde el nacimiento hasta la muerte, todos los dí­as durante toda la vida. Por su parte, la orientación norte quizás indique reposo, la contemplación de un punto fijo que nos guí­a a pesar del caos que nos amenaza.

Concretamente, las urbes que sirven de soporte a las ciudades (reinos, imperios, Estados, et cetera), se orientaron en uno u otro sentido, según querí­an transmitir su sincronización con los ciclos del cosmos (devenir) o la fijeza de un punto de origen y sustento del todo (ser).

Caracas también tiene una orientación solar (este-oeste) y, al mismo tiempo un punto fijo al norte como lo es la montaña, El ívila

En ruinas egipcias, griegas y romanas, encontramos ejemplos de estructuras solares que descubren una peculiar forma de ver los monumentos. La Gran Esfinge de Guiza (29º 58’ 30.97” N 31º 8’ 15.27” E), el Templo de Artemisa en Éfeso (37º 56’ 59” N 27º 21’ 50” E), el Partenón (37º 58’ 17” N 23º 43’ 36” E), la Catedral de Reims (49º 15’ 14” N 4º 02’ 03” E) o la de Santiago de Compostela (42º 52’ 50” N 8º 32’ 38” W), como muchos otros templos tienen una orientación este-oeste:

Por su parte, en China, el Mausoleo de Qin Shi Huang (34º 22’ 54” N 109º15’ 14” E) o la Ciudad Prohibida (39º 54’ 53” N 116º 23’ 26” E) y, en la India, mogol el Taj Mahal (27º 10’ 27” N 78º 02’ 32” E) son ejemplos de su opuesto polar.

En Roma –urbe mestiza– hay edificios en uno y otro sentido, la Regia en el Palatino (41º 53’ 31” N 12º 29’ 11” E) y la Basí­lica de San Pedro (41º 54’ 08” N 12º 27’ 12” E) son estructuras solares, mientras el Ara Pacis (41º 54’ 23” N 12º 28’ 32” E) y el Panteón (41º 53’ 55” N 12º 28’ 37” E) lo son polares.

Y quizás motivado por accidentes geográficos, Caracas también tiene una orientación solar (este-oeste) y, al mismo tiempo un punto fijo al norte como lo es la montaña, El ívila, lo cual podrí­a explicar las dualidades –cambiantes y contradictorias– que se experimentan en tan delicioso escenario natural.

Emilio Spósito Contreras es profesor de la Universidad Monteávila

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