La cocina

Francisco Blanco.-

Este es un hecho de la vida real.

En verano del 2019 me fui a trabajar ilegalmente a Orlando, Florida. Yo puedo decir que he cometido varios crí­menes pero este es el único del que me he sentido orgulloso, por tres meses me sentí­ como una especie de Hemingway moderno, trabajando en algo absolutamente fuera de mi zona de confort, en un lugar donde soy un extranjero, o como dirí­a Eliacurí­a, un otro infinitamente otro.

A diferencia de Hemingway, mi trabajo no fue de marinero, boxeador o torero… En cambio fui el lavaplatos de un bar, pero no cualquier bar… era un bar irlandés… Pero no cualquier bar irlandés, como esos que salen en las pelí­culas… Este era un bar en decadencia.

La carta de bebidas estaba reducida a las cuatro cervezas más comerciales, el único trago preparado que serví­an era “Cuba Libre” pero el ron salí­a de la misma manguera a presión por la que salí­a la cola. El personal de servicio hací­a esperar a la gente mientras ellos comí­an a plena vista de todos, se sentaban con clientes a coquetear, e inventaban platos que no estaban en el menú. El personal de la cocina cumplí­a con su trabajo, cocinaban las ordenes a tiempo, tení­an las reservas de productos e ingredientes al dí­a, pero al mismo tiempo era gente que trabajaba en un lugar donde aparentemente no le importaba nada ni nadie, y eso nos dice mucho de lo pintoresco que eran.

Cocinero principal: Mitch, tení­a 36 años, medí­a casi dos metros, y pesaba (calculo yo) 120kg, tení­a el cabello muy largo, siempre apretado con un moño estilo samurái. Era muy blanco con los ojos muy azules y los brazos tatuados con firmas al estilo grafiti.

Mitch era el que poní­a la música, no preguntaba nada sobre preferencias y no pedí­a permiso, cuando se le antojaba la apagaba. Nunca lo escuché alzar la voz, incluso en los momentos más tensos de la cocina.

Mitch era de esas personas con las que puedes hablar de lo que sea, pero, su particularidad era que hablaba del mismo tema por dos dí­as seguidos. Habló por dos dí­as sobre el huracán Andrés años atrás, dos dí­as sobre un concierto que irí­a en diciembre, dos dí­as sobre su formación en MMA (dato que confirmé en su Facebook) y como cuando era delgado frecuentaba bares para buscar pleito y así­ entrenar.

Cocinero secundario: Brandon tení­a 22 años, era un poco más bajo que yo, de contextura muy atlética, con el cabello amarillo muy corto estilo militar. Era muy blanco con ojos color café y el brazo derecho completamente tatuado con una escena de un cementerio donde emergen de las tumbas unas calaveras repletas de fuego que poco a poco van entrando a una iglesia en lo alto de una colina.

Brandon se reí­a mucho, era un muchacho muy alegre, trabajaba muy rápido, era muy preciso y calmado, siempre se obedecí­a al pie de la letra lo que decí­a Mitch.

Salteador 1: Marcus estaba en los 30, era un poco más alto que yo, mucho más gordo que Mitch, de tez morena, muy oscura, tení­a el cabello corto y los brazos tatuados con figuras irreconocibles.

Marcus siempre estaba hablando de una serie de televisión distinta, todas de mafia, gánsters o narcotráfico. Siempre hablaba de problemas con jueces, policí­as o gente de su cuadra. Su conversación más constante era sobre un caso que tení­a abierto sobre él, tema del que Mitch continuaba hablando por dos dí­as.

El hecho: “una noche, Marcus estaba en su casa viendo televisión con su amigo Dante, de pronto una ráfaga de disparos revienta la ventana, Marcus y Dante toman sus pistolas y disparan de vuelta, el atacante fallece, arrestan a Marcus y a Dante, el segundo tení­a varios cargos abiertos por tráfico y venta de narcóticos y liberaron al primero mientras las pruebas forenses de balí­stica demuestran de quién fue la bala que mató al atacante”

Salteador 2: Marí­a, era de la misma contextura que Marcus, pero más trigueña, era una boricua nacida en Orlando, siempre tení­a una franela de “The Notorious B.I.G”, tení­a siempre la mirada recogida, siempre con los ojos clavados al piso, siempre con sus audí­fonos, siempre trabajando con tedio y respondiendo a las cosas que comentaba Mitch.

Lavaplatos: Yo… ya conocen mi historia.

En la cocina del bar los dí­as más tensos eran los sábados, habí­a promoción de todo lo que puedas comer de alitas de pollo, nachos y camarones rebosados a mitad de precio durante el juego de fútbol americano y música en vivo de 9 pm a 11 pm.

Ese sábado estaba todo el personal de la cocina trabajando. La máquina que dispensaba los tiquetes con las órdenes sonaba sin parar, Marcus hablaba de su amigo Dante y de cómo la policí­a querí­a que él atestiguara en su contra, al principio dijo que no, porque “él no delata a sus amigos”, pero luego la abogado le dice que si lo hace podrí­a hacer un trato con el juez para evitar ir a la cárcel, a lo que él repetí­a constantemente: “Yo no volveré a ese lugar”.

Mitch se rí­e, y mientras que de la máquina sale otro tiquete dice: “Una hamburguesa extra de queso” e inmediatamente “si vale para mí­ esos diez meses fueros suficientes”. Brandon que ya estaba sazonando la hamburguesa dice: “Te entiendo hermano, para mí­ fue solo una semana y bastó con eso”. Marí­a se rí­e.

Marcus leí­a un tiquete de pedido que decí­a, dos docenas de alitas de pollo picantes, grita la orden a lo que todos responden “Escuchamos” y comienza a preparar el pedido, y salteando el pollo en la freidora le pregunta a Brandon: “Hermano qué te pasó que pasaste una semana en la cárcel”. Brandon emplatando la hamburguesa responde: “Me tomaron por sorpresa en un estacionamiento, revisaron mi carro y encontraron que tení­a la mercancí­a que vendí­a… me vení­an siguiendo, me imputaron venta y tráfico de narcóticos, pero como era menor de edad en ese momento mi abogado hizo un buen trato con el juez y fueron solo 7 dí­as de cárcel y un mes de rehabilitación… ya tengo 467 dí­as sobrio”. Marcus dijo: “M$%&/” mientras emplataba las dos docenas de alitas de pollo, las poní­a en la isla y gritaba “orden lista”.

Marí­a, que me pasaba los bowls de aluminio que usaban para saltear para que los limpiara decí­a: “Si vale, la cárcel es horrible… yo pasé 5 años por apuñalar a mi marido, me imputaron intento de asesinato, pero mi abogado hizo un trato con el juez alegando que fue en defensa propia y que iba a dejar a mis 4 hijos, por eso no me dieron la pena completa”, ahí­ todo el mundo dejó lo que estaba haciendo y casi al uní­sono dijimos “M$%&/”

Sale un tiquete pidiendo un pie al pastor y Mitch pregunta: “Y tú Francisco ¿has estado en la cárcel en Venezuela?

*Francisco J. Blanco es profesor de la Universidad Monteávila

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