De lo presencial a lo virtual

Nelly Meléndez.-

Cada persona ve la educación virtual a su manera, básicamente con la lente de la experiencia que han tenido. Si tuvieron procesos de comunicación fluidos, respuesta de los profesores de manera oportuna, materiales didácticos y tareas de complejidad adaptativa, entonces tendrán una opinión positiva. Otras personas han vivido experiencias negativas y para los cuales es un fracaso esta modalidad. Creo que el peor grupo es aquel que no ha tenido ningún tipo de experiencia en educación virtual y la gama de opiniones varí­a desde considerarla un gran engaño hasta verla como la gran panacea para salvar la humanidad.

No obstante, más allá que el medio sea el mensaje, la mente detrás del mensaje y el medio es fundamental; es decir, el docente creador/seleccionador de todos los materiales, interacciones, evaluaciones y situaciones para propiciar el aprendizaje.

Por esa razón, llevar las clases a lo virtual no es simplemente adherirnos a los contenidos y suponer que esos contenidos realizarán todo el trabajo. Es importante pensar en el objetivo con respecto al estudiante, preguntarnos: al final de esta clase ¿qué espero que conozcan y sepan hacer? ¿qué valores espero estimular a través de este material? ¿cómo puedo conectar estos contenidos con su vida cotidiana? ¿cómo pueden serles útiles estos contenidos en su desempeño laboral?

Las respuestas a estas preguntas preceden a la selección de los materiales que van a ser utilizados, de tales respuestas dependerá el modo de presentar el contenido y la evaluación correspondiente. Pero también es importante determinar cuánto tiempo tardarán nuestros estudiantes, no solo en el análisis de contenidos, sino también en la asimilación para el logro de los objetivos. Aquí­ el tiempo varí­a de persona a persona, pero como no tenemos todo el tiempo del mundo, es importante crear y mantener un ritmo, a fin que los estudiantes sincronicen su propio compás al de la clase.

¿Qué métodos emplear? Tradicionalmente el docente explica la clase y luego el estudiante practica a solas, para después presentar tareas. Pero la presencia de la tecnologí­a permite en la actualidad voltear la clase; es decir, el docente coloca los contenidos y el estudiante los analiza y revisa por su cuenta, a su ritmo, por lo que pueden ver los videos varias veces, hacer varias lecturas por si no comprende a la primera. Posteriormente el estudiante asiste a una actividad sincrónica con el profesor, una videoconferencia, en donde aclara dudas y ejercitan para poder estar en capacidad de hacer la tarea, que se presenta después de esta clase virtual.

Ahora bien, algunos profesores pensamos que, como un video de su asignatura dura solo 4 minutos en Youtube, ese tiempo es suficiente para la comprensión adecuada del contenido, pero no es así­. Si un especialista lo entiende fácil en 4 minutos, entonces vale suponer que el estudiante aplicado va a ver otros videos y buscará términos que desconoce para entender mejor. Quizás tenga que ver el video varias veces para asimilar el contenido. Por lo tanto, como mí­nimo multiplica ese tiempo por cinco para tener una idea de cuánto tiempo necesita el estudiante con un material.

De igual forma calculamos con los documentos, si el especialista tarda 10 minutos en comprender el contenido, el estudiante tardará 10 veces con el texto. Ni hablar de una presentación en Slideshare o Prezi, el estudiante tendrá que encontrar relaciones, buscar información para entender el material.

Para contenidos de educación virtual hay un criterio de selección llamado usabilidad; es decir, el contenido debe permitir lograr el objetivo pedagógico en el tiempo estimado, pero también debe satisfacer a nuestros estudiantes por su legibilidad, presentación y disponibilidad de volver a usarlo cuando quieran.

Como ves podemos ir de lo presencial a lo virtual como un viaje, como una maravillosa aventura, pero donde hay que hacer paradas de vez en cuando para verificar la ruta, consultar a nuestros pasajeros para ir ajustando la trayectoria, revisar nuestro equipaje para saber si tenemos las herramientas necesarias para cada dí­a, consultar el mapa y la brújula, uno para que nos indique el terreno y el otro nos oriente para llegar a la meta.

*Nelly Meléndez es profesora de la Universidad Monteávila

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