¿Una Matrix para quienes buscan la felicidad?

Alexandra Ranzolí­n.- 

Neo: ¿Por qué me duelen los ojos?

Morfeo: Jamás los habí­as usado

Matrix –pelí­cula dirigida por las hermanas Wachowski (1999)- fue uno de los films de ciencia ficción que más llamó la atención entre 1999-2003, esta obra consistió en una trilogí­a que intentó mirar la realidad desde la filosofí­a platónica y el mito de la caverna sobre la relación del hombre frente al conocimiento a través de los sentidos y la razón, todo esto, desde una cierta perspectiva, decanta en algunas de las preguntas que se plantean en el film: ¿es el mundo real o ficticio?, ¿vivimos alienados?, ¿es libre el ser humano?

Esta pelí­cula transitó los caminos de la narrativa transmedia a través de una serie de cortos conocidos como Animatrix y un videojuego titulado Enter the Matrix. En un mundo dominado por máquinas que adquieren su energí­a de los seres humanos aparece la Matrix, un espacio imaginario en el que las personas no tienen conciencia de la dominación de la que son parte y a la que permanecen conectados para brindar la energí­a que requieren estos artefactos. Sin embargo, algunas personas lograban liberarse para salvar a otros.

Ante esto, Morfeo intuye que existe un Elegido en la Matrix, una persona capaz de acabar la guerra y la dominación, así­, Neo es reconocido como aquel que puede cumplir la misión de lograr la libertad. Este personaje, hasta el momento, solo habí­a vivido en un mundo de sensaciones y percepciones ficticias, formadas por señales eléctricas creadas en su cerebro. Trinity será la responsable de hacerle entender la realidad.

Neo se encuentra en una encrucijada que le hace ver más como ser humano que como héroe de batalla. La felicidad es un don que se cultiva, aunque los dilemas existenciales estén siempre presentes, es una decisión personal acoger la vocación y el destino o evadir el sufrimiento a través de una vida en donde reine la fragilidad y la superficialidad.

Ante tanta incertidumbre, en el planteamiento maniqueo de Matrix muy en el fondo se pretende rescatar que el ser humano participa y, por tanto, requiere de la trascendencia. Nembrini (2017) señala: El término felicidad, sí­ntesis de la finalidad para la que somos creados y por la que estamos en este mundo se podrí­a descomponer en tres dimensiones. El hombre es feliz cuando conoce la verdad (…) cuando la verdad que conoce da forma a sus relaciones, es decir, llega a ser un bien practicado, un amor, una expresión del afecto –caridad-; y cuando esto llena el tiempo de significado y la acción de utilidad, de fuerza generadora, de creatividad y belleza –esperanza-.

 Lo anterior se refiere a lo que alienta al corazón del ser humano, lo que lo mueve en su vitalidad. Para el villano de Matrix -Smith- la ignorancia es felicidad, sin embargo, Aristóteles señala que la felicidad se encuentra en la razón y el conocimiento, por lo cual la ignorancia conlleva a la desdicha.

 Podemos decidir vegetar, vivir de nuestra imaginación, pensar “qué hubiese pasado si” o abrazar la realidad para entender su significado y encontrar el nuestro. Es el dilema que Morfeo plantea a Neo de forma directa y el que este aceptó al comprender que la realidad, aunque parezca dura, es el dato objetivo que la razón es capaz de captar para analizar, resolver problemas, tomar decisiones y ser feliz.

Habrí­a que preocuparse, como señala Bauman (2013), por el problema de que cómo los adultos, en nuestro papel de promotores de un cierto tipo de felicidad, de manera consciente o inconsciente, consideramos o no a los jóvenes como “otro mercado a ser explotado”, cuando realmente son los consumidores de los contenidos de los nuevos medios y no están necesariamente alfabetizados en sus múltiples usos, por tanto, solo son capaces de emplear de forma instintiva esta tecnologí­a.

En Matrix las máquinas oprimí­an al ser humano, le quitaban su esencia, generando la imposibilidad de ejercer su libertad y alcanzar la madurez, es de esta manera que puede ser relevante observar lo que sucede a muchos adultos cuando olvidan su rol de autóritas y se resguardan en la queja frente a los contenidos mediáticos o se dispersan de cara a su atractivo, olvidando la importancia de alfabetizar en el lenguaje audiovisual. Caemos en la tentación de quedar como anestesiados frente a la realidad tecnológica, pretendiendo irónicamente educar jóvenes crí­ticos y creativos; podemos pensar que es preferible vivir en una Matrix que nos proteja del malestar que produce lo que desconocemos, siempre es posible encontrar alguna razón para no asumir el compromiso de una real educación en medios, sin embargo, es una labor indispensable para acompañar a esta nueva generación a su destino.

El artí­culo es parte de la ponencia presentada por la autora en las XVII Jornadas de Educación en Valores: Educación desde y para la felicidad, 4 y 5 de abril de 2019, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello.

Alexandra Ranzolí­n es Decana de la Facultad de Educación de la Universidad Monteávila

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