Una historia que se repite todos los años

Francisco Blanco.-

Este es un hecho de la vida real.

1ero de Diciembre del 2012, 9:00 a.m.

Yo llevaba un traje gris, camisa con un leve tono lila, unos converse Chuck Taylor grises, unas medias de franjas multicolor y una cara de susto tremenda. Veí­a fijamente el adorno de flores que decoraba el altar. Sonó “un vestido y un amor” de Fito Páez, cantado por uno de mis alumnos de ese momento, el sacerdote me dijo muy sonriente, voltéate.

Ori estaba con un vestido strapless blanco, con apliques morados, una larga clineja, unos converse Chuck Taylor morados, un ramo de orquí­deas, una sonrisa en la cara… estaba radiante.

Una hora y media  más tarde ya estábamos casados, nos montamos en el Jeep Sahara sin techo que tení­a otro alumno mí­o de ese momento y desde las inmensas cornetas pusimos la marcha nupcial y otras canciones que nos gustan camino a la casa de mis padres donde tuvimos la recepción.

1ero de diciembre del 2013, 9:00 a.m.

Yo llevaba un jean, unos zapatos converse Chuck Taylor grises y una chaqueta negra de fibra polar, Ori un jean negro, una camiseta morada y uno de esos suéteres que parecen un kimono, unos converse Chuck Taylor morados y una bufanda sin fin. Estábamos entrando a la estación de metro Hidalgo, para tomar el tren lí­nea 2 dirección Tasqueña, bajarnos en Bellas Artes, hacer la transferencia a la lí­nea 3 dirección Universidad, pasar por las estaciones: Juárez, Balderas (conexión lí­nea 1), Niños héroes, Hospital general, Centro Médico (conexión lí­nea 9), Etiopí­a, Eugenia, División del Norte, Zapata (conexión lí­nea 12) y bajarnos en Coyoacán.

Ahí­ subimos a la superficie fascinados de haber estado cerca de 45 minutos en el metro y seguir en la misma ciudad, caminamos unas buenas 4 cuadras agarrados de la mano pasando el frí­o invernal que tiene Ciudad de México en esas fechas. Llegamos al portal de una gran casa colonial pintada de azul, pagamos una entrada y en tres pasos estábamos Ori y yo en el jardí­n de la casa que por años compartieron Diego Rivera y Frida Kahlo, Oriana, siendo mujer y licenciada en Artes estaba en otra dimensión de la realidad supra sensorial.

1ero de diciembre del 2014, 9:00 p.m.

Yo tení­a un pantalón marrón, una camisa caqui con cuadros finos en blanco, una corbata marrón y zapatos converse Chuck Taylor grises, Ori tení­a un vestido negro de falda corta y cuello tortuga con zapatos converse Chuck Taylor morados, estábamos peleando porque ninguno sabí­a cómo orientarnos con el GPS del teléfono en el laberinto infernal que significan Los Palos Grandes para los que no somos de Caracas, llegaos por fin, a la 1era avenida con 1era transversal y logramos estacionarnos.

Entramos por una puerta muy pequeña bajo una marquesina vieja que decí­a “Din-Din” era un lugar mí­nimo, una mesa con cuatro sillas, un mostrador con un joven que nos ve y nos dice: “Bajen”, así­ lo hicimos y al final de las escaleras estrechas del lugar, se extendí­a un salón grande muy iluminado, con dos televisores gigantesco con videos pop orientales, en una sala VIP estaban unos señores de distinta etnicidad que al vernos cerraron la puerta de arroz para más privacidad. Nos sentamos y yo estaba anonadado con el hecho que en ese restaurante, los palitos chinos eran de aluminio y no de madera, me sorprendió el hecho que el mesonero era occidental (cosa rara en un restaurante de comida china) él nos explica el menú y comimos parrilla coreana.

1ero de diciembre del 2015, 9:00 p.m.

Yo tení­a un puesto aquel traje gris, con camisa lila y zapatos converse Chuck Taylor grises, Ori llevaba un vestido corto de patrones verdes y blancos y zapatos converse Chuck Taylor morados. Nos estacionamos en el Hotel Altamira Suites y subimos en ascensor al último piso para brindar en el bar 360, comimos divino, conversamos sobre nuestros trabajos, y los viajes que tení­a Ori con la galerí­a el año siguiente. Soñamos con la posibilidad de mudarnos a Caracas.

1ero de diciembre del 2016, 9:00 p.m.

Yo tení­a puesto un jean, una franela cualquiera y zapatos converse Chuck Taylor grises, Ori tení­a un pantalón ancho gris, una blusa blanca y zapatos converse Chuck Taylor morados. Ese dí­a yo pasé la tarde entera preparando una crema de berenjena, otra de garbanzos, haciendo chips de pan árabe y montando un video beam en nuestro anexo que por esa noche fue nuestro cine privado. Ori llegó y no tení­a ni idea de lo que le tení­a preparado, una proyección especial de un documental en Súper 8 sobre  Rubén Blades que hiciera Carlos Castillo en los años 70. Este es una pieza que solo se proyecta en exposiciones de video arte, el mismo Carlos me confí­o una copia con la condición que solo la viera con Oriana. Ella estaba conmovida porque recordamos como cuatro años atrás, en esa misma fecha vimos a Rubén Blades en Maiquetí­a y Ori recordó a su padre (ver historias verdaderamente increí­bles número 03 “Mi suegro”)

1ero de diciembre del 2017, 9:00 p.m.

Yo tení­a un pantalón azul, una camisa azul, un blazer azul y zapatos converse Chuck Taylor grises, Ori tení­a un jean, un camisón y zapatos converse Chuck Taylor morados. Entramos a Qatar, en la cuadra gastronómica, Ori habí­a leí­do que el risotto era divino y tení­a ganas de probarlo,  y como a una mujer con siete meses de embarazo no se le niega nada, nos comimos uno risotto de camarones cada uno, un lava cake y yo dos mojitos. Estábamos emocionados, porque en dos semanas nos mudarí­amos a Caracas y en tres meses conocerí­amos a Julia.

1ero de diciembre del 2018, 9:00 a.m.

Yo tení­a una franela y mi traje de baño con estampado de Volkswagen y zapatos converse Chuck Taylor grises, Ori tení­a su traje de baño azul con puntos blancos, su bata de patrones multicolores y zapatos converse Chuck Taylor morados, ella cargaba a Julia y yo llevaba el coche con el perolero, nos sentamos en la mesa que nos asignaron en la posada y desayunamos comida mantuana mientras perseguí­amos a Julia que estaba aprendiendo a caminar por la ladera que terminaba en un acantilado con una vista preciosa del mar caribe.

Yo no sé qué haremos este año, en realidad me tiene sin cuidado, porque siempre y cuando esté con Oriana, la historia que se repite todos los años es verdaderamente increí­ble.

Te amo Ori, Feliz Aniversario.

Francisco J. Blanco

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