Vicente Corostola.-
“Mamá, voy a la universidad”. El éxito de Amadou Diallo se encontraba al final de ese camino. Soñaba con ceros y unos. Anhelaba conocer la magia de los números binarios. El Bronx lo acobijaba en su esperanza. Pero las calles aún son negras y blancas.
Su corta historia acabó en 41 balas. La violencia quedó marcada en los ladrillos de su edificio. La luz se ve en los agujeros. La sensibilidad retumba el piso. Amadou cae como el roble más alto. Se ensordece la ciudad. Las ráfagas desaparecen. El silencio se hace escuchar.
Cuatro policías son los culpables. La Unidad de delitos de la calle es su escudo. La cacería está montada. El lobo feroz al acecho. Amadou está entre ellos y el cielo.
“Tomaremos un paseo / cruzaremos este río sangriento / al otro lado / 41 disparos cortan la noche”
En sus bolsillos solo se encontró un puñado de quimeras rotas. No hubo arma. No había maldad. Las conjeturas de ladrón y violador se cayeron de sus cimientos. Tras el tiroteo las protestas se prendieron. Los arrestos se multiplicaron. El juicio fue un juego. Los “pacos” salieron absueltos. Una burla a la verdad.
¿Es un arma, es un cuchillo? / Es una billetera / esta es tu vida
American Skin (41 Shots) es la película envuelta en canción. El Madison Square Garden seria su caja de resonancia. La verdad estaba echada. El Presidente de la Asociación Benevolente de Patrulleros del Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York pide el boicot. Los trajes azules enfurecidos. El alcalde de la ciudad Rudy Giuliani lo bautiza de “basura” de “excremento”. The Boss canta 41 veces, 41 veces, 41 veces como un mantra al cielo.
«No es ningún secreto amigo / Puedes ser asesinado solo por vivir en tu piel americana»
*Vicente Corostola es profesor de la Universidad Monteávila