Gianna Camporeale.-
Fotografías: Adel Choucair.-
Veinte años han pasado, solo veinte años desde que aquel 4 de octubre de 1999 la Universidad Monteávila abriera sus puertas para recibir a 84 jóvenes que se enrumbaban en la laboriosa tarea de profundizar en los conocimientos sobre las carreras de Comunicación Social, Administración, Educación y Derecho para acercarse cada vez más a la verdad.
Veinte años enseñando a futuros profesionales con un sustento teórico, ético y moral para formar más allá de buenos profesionales, virtuosos ciudadanos.
Todos los programas y los métodos fueron creados desde una casa en La Floresta, pensando en qué se quería con cada facultad y qué perfil de profesionales se deseaba construir, tomando en cuenta las necesidades venezolanas.
Alicia ílamo, primera decana de la facultad de Ciencias de la Comunicación y la Información, asegura que en el país hay que reformular la educación para elevar el nivel del educador.
“El mundo de la comunicación es un campo delicado e influyente donde se debe tener no solo una preparación técnica sino mucha ética y mística para el buen ejercicio de la profesión”.
Agrega que en cuanto al Derecho y a la Administración “son carreras básicas para el desarrollo político, económico y la construcción en el país de una verdadera democracia, cimentada en la justicia y el cumplimiento de la ley”.
Es así como Tatiana Aguilera, decana de la escuela de Comunicación Social, recuerda que Alicia ílamo siempre decía: “Lo que queremos es que sean buenos ciudadanos”. Ese fue el punto de partida.
De igual modo comentaba que en ese primer momento se divertían mucho, aunque también sufrían, porque “teníamos que estar encima de los programas, haciendo que tuvieran un hilo de pensamiento que respondiera a los valores del humanismo cristiano porque queríamos que se entendiera que el centro de la comunicación es la persona”, pues de esa manera no se trabajaría en busca de intereses propios y se tomaría el trabajo como un servicio al país. “No es que quiero yo del mundo, sino que espera el mundo de mí”, indicó Aguilera.
Veinte años llenos de recuerdos y experiencias entre profesores, alumnos y personal de la universidad. 20 años que aspiran a muchos más, con proyectos de crecimiento elaborados, planificados y ya puestos en marcha.
Así pues María Eugenia Peña, para ese momento coordinadora académica de la Escuela de Comunicación Social, hoy vicerrectora académica, se acuerda que el viernes antes había ido a la Universidad. “Esto todavía era tierra, construcción, pintura…”. En ese momento se encontró con la profesora Aguilera y le dijo: “Creo que no vamos a poder empezar el lunes”.
Por el contrario, ese lunes 4 de octubre de 1999, fiesta de San Francisco de Asís, la Universidad Monteávila recibió a ese primer grupo de muchachos, Hoy sobrepasan los dos mil 400 el número de egresados.
En este sentido, ílamo comenta que estaban tan emocionados que no repararon en que se aproximaba el famoso cordonazo. “Sin que nos diéramos cuenta ese largo cordonazo se convirtió en el deslave del 15 de diciembre que azotó al estado Vargas”.
Veinte años gozando de un diálogo que ha permitido una experiencia intergeneracional y complementaria que enriquece la realidad que se estudia, así lo afirma el rector Francisco Febres-Cordero.
En veinte años en busca de aportar espacios para el desarrollo de una vida universitaria, la filosofía no cambia y los huecos en los horarios tampoco.
Solo son veinte años pero la Universidad Monteávila se ha convertido en una de las instituciones más importantes para el país. Febres-Cordero comenta que tomando en cuenta que va en busca de la verdad puede ser un gran aporte para Venezuela, pues actualmente se encuentra “desinstitucionalizada por la mentira”.
A pesar de esta realidad, la universidad toma el reto de seguir aportando a la modernidad desde su filosofía, forjando nuevos proyectos de crecimiento institucional que van desde la creación de su sede en El Hatillo, hasta la internacionalización por medio de convenios con universidades extranjeras que permitan una proyección internacional, pasando por los reconocimientos académicos a alumnos que provienen de otras universidades.
Más allá de cualquier proyecto de ampliación, la importancia recae en que el fin último de la universidad Monteávila responde a su proyecto fundacional.
“La universidad paradójicamente es el custodio de la memoria de una sociedad en la que se dan la confluencias convergentes y divergentes de una tradición, de un pasado y un presente que se enfrenta hacia un futuro, y si no se trabaja correremos el riesgo de ser unos conservadores anquilosados”, afirmó el rector de esta casa de estudio.
Para algunos ver hacia atrás y entender que han pasado veinte años no es causa de vértigo o sentimentalismos, como es el caso del profesor Fernando Vizcaya, quien comenta: “No es que sienta cosas, es que sé cosas como que se ha realizado una labor que es una contribución real, específica y concreta”.
*Gianna Camporeale es estudiante de la Universidad Monteávila
*Adele Choucair es estudiante de la Universidad Monteávila