Eliana Siolo.-
Fotografía: Gabriel Brombin.-
Lo que para muchos fue un caos, para mí fue la tranquilidad momentánea. Lo que muchos sintieron como catástrofe para mí fue paz mental. Estando tanto tiempo sin luz supimos lo que verdaderamente era convivir como una familia, sin necesidad de que la tecnología nos acompañara en todo momento.
Ya son 13 días sin luz estable. Me siento en completa paz conmigo misma porque la tecnología de alguna u otra manera me estaba atosigando y no me daba cuenta de las maravillosas personas que tengo a mi alrededor, las que conviven en mi hogar, las que se supone que siempre estarán a mi lado y por encerrarme solo en mí y mi celular no las apreciaba.
En esos días pasaron tantas cosas, tanto buenas como malas. Una de ellas fue la falta de alimento por no tener los recursos, esos recursos en los que se basa el país en estos momentos… Muchas veces no tuve qué comer o un poco de agua que beber, no tuve una pastilla que tomar para la migraña, ni mucho menos electricidad para distraerme.
Solo pedía una cosa, que por favor llegara la luz para ver televisión, sentí que solo extrañaba eso de toda la tecnología que tengo en mi hogar. Pero no llegaba y cuando llegaba la noche mi hogar se convertía en el lugar más tenebroso que podía ver en ese momento, una casa con una gran sala vacía y luego un pasillo largo y de último los cuartos, cocina y baño, esos eran los lugares en los cuales se podía ver un poco más de luz…
Nunca he sido de quejarme en el lugar donde crecí y hoy día todavía vivo, hay muchas personas buenas como también hay malas, pero es ahí en donde se ve la solidaridad y la empatía que podemos crear con otra persona por el simple hecho de ser seres humanos.
El sábado en la tarde, después de que todos cargaran agua en los manantiales del barrio y por las afueras, decidimos hacer una pequeña fogata en la redoma del barrio donde nos reunimos a conversar y a reírnos.
Muchos lloraron porque no tenían nada que darles a sus hijos y en otros casos por la falta de comunicación con sus parientes que están fuera del país, pero fue en ese momento en donde me di cuenta que los venezolanos somos grandes personas, porque -así como muchos lloraron por sus problemas- también hubo quienes ayudaron a resolverlos.
Luego de esto nos fuimos a dormir y antes de irnos gritamos con mucha fuerza y ánimos “Maduro…” y aunque suene feo, la verdad siento que cuando este gobierno caiga tendrá que pagar todo lo que hizo sufrir a un país tan bello como lo es Venezuela. Cabe destacar que, aunque no soy venezolana, cada día me siento más acogida por este país y orgullosa de ser parte de él.
El domingo todo fue caos. Salí un rato para el Mirador de Valle Arriba con mi primo y una amiga y cuando regresé quedé en medio de un saqueo. Las personas corrían, brincaban, saltaban y más de una se lastimó.
Con los saqueos llegó el caos. Se llevaron casi 100 personas detenidas, 70% de ellas mujeres, aún están detenidas y se dice que tienen que pasar 45 días para la investigación. Vivo en un sector al que no le llegó la luz desde el apagón nacional y la situación para comprar comida se vuelve cada día más ruda. Tenemos un mes sin agua, las personas del barrio pasan días enteros para llenar pocos tobos en un mínimo chorro que está cerca.
Gracias a Dios mi papá se mueve rápido y tiene una camioneta y en ella se moviliza a buscar agua en los manantiales o en los chorritos en donde pueda llenar suficiente agua para tres o cuatro días, después de eso repite el proceso una y otra vez.
A pesar de que la situación aún la tenemos ruda le vemos el lado positivo. Sentí que estos días sin luz fueron una manera de sanación para mí y toda mi familia, porque con ello logramos apreciar más lo que hace el uno por el otro y a convivir más como familia.
13 días sin luz y contando….
*Eliana Siolo es estudiante de la Universidad Monteávila
*Gabriel Brombin es estudiante de la Universidad Monteávila