Auge y caí­da de Cartago

Emilio Spósito Contreras.- 

I

A Tomás Gómez Bermúdez. Dedico.

Los poenici, fenicios o cananeos –según la Biblia– fueron un pueblo semí­tico que floreció en el Levante Mediterráneo entre el 1200 y el 332 a. C., y a pesar del misterio que les envuelve, son célebres por el alfabeto, la viticultura, la púrpura y el desarrollo de la navegación y el comercio.

Precisamente en su afán comercial, los fenicios establecieron bases de operaciones en las islas y costas mediterráneas: desde Chipre hasta Cádiz. A la postre, los fenicios conformaron una pléyade de ciudades-estados gobernadas bajo la forma tradicional de un rey y un consejo de ancianos, entre las cuales destacaron las ciudades de Biblos, Sidón, Beritos y Tiro.

Alrededor del siglo IX a. C., los fenicios de Tiro establecieron la ciudad de Cartago, ubicada sobre la costa africana del Mar Mediterráneo, en el actual Túnez. Según la leyenda fue fundada por Dido o Elisa, quien, de acuerdo a Virgilio (70-19 a. C.), fue protagonista de un idilio con el héroe troyano Eneas (Eneida, I-IV.

Cuando Alejandro Magno (356-323 a. C.) destruyó Tiro en el 332 a. C., cayó Fenicia pero comenzó el protagonismo de Cartago, ciudad mestiza y mercantil que llegarí­a a implantar su hegemoní­a en el Mediterráneo y se convertirí­a en la principal amenaza de Roma, con la cual mantendrí­a las denominadas Guerras Púnicas: la primera entre 264-241 a. C.; la segunda entre 218-201 a. C., y la tercera entre 149-146 a. C.

El gran historiador y cartógrafo antiguo Ettore Pais (1856-1939), en su obra Storia della Sardegna e della Corsica durante il dominio romano (edición al cuidado de Attilio Mastino. ILISSO. Nuoro 1999), puso en evidencia que Cartago ocupaba el vértice de un triángulo cuya base serí­a la costa tirrena de Italia y sus lados, las costas orientales de Córcega y Cerdeña, y la occidental de Sicilia.

Esta especial disposición geográfica respecto de Roma fue descrita por el mismo Virgilio en la Eneida (IV, 628), con la expresión “litora litoribus contraria”, reflejando la proverbial enemistad entre romanos y cartagineses que, finalmente, supuso la caí­da de Cartago en el año 202 a. C. y su posterior destrucción en el 146 a. C.

A pesar de haber desarrollado el alfabeto “consonántico”, es poco lo que se conserva escrito en cananeo, por lo cual resulta difí­cil conocer el modo de vida de los fenicios en general y de los cartagineses en particular. En todo caso, identificamos fuentes de conocimiento propias y extranjeras.

Las primeras están conformadas por fragmentos de la obra de Sanjuanitón (circa siglos XIII o XII a. C.), titulada Preparación evangélica sobre mitologí­a fenicia; y de Magón (circa siglo II a. C.), quien compuso un Tratado agronómico que habrí­a sido traducida al latí­n por un senadoconsulto posterior al fatí­dico año 146 a. C.

Las segundas, de origen hebreo, griego y latino, también son de lo más variadas: los expertos sugieren el origen fenicio del libro de Job, y autores tan reconocidos como Heródoto, Plutarco, Salustio, Tito Livio y hasta Agustí­n de Hipona, entre los siglos IV y V d. C. hicieron interesantes referencias de lo púnico. Entre todas estas, destaca el breve comentario de Aristóteles (384-322 a. C.), en su Polí­tica, libro segundo, capí­tulo VIII: “Examen de la Constitución de Cartago”.

En cuanto al Derecho, poco se sabe en particular. No obstante, por las inscripciones en monumentos funerarios, conocemos la práctica de la poligamia y el matrimonio endogámico; así­ como que la mujer gozó de independencia y alta estima social –recuérdese a Sofonisba, hija de Asdrúbal Giscón (circa siglo III-203 a. C.). Se estima de Derecho púnico el origen del Derecho marí­timo. Se sabe de la existencia de tratados marí­timos entre cartagineses y etruscos o entre los primeros y los mismos romanos.

Según Samuel George Frederick Brandon (1907-1971), en su Diccionario de religiones comparadas (traducción de Jesús Valiente Malla. Ediciones Cristiandad. Madrid 1975), la religión cartaginesa era una mezcla de creencias fenicias, egipcias y griegas. En el panteón cartaginés destacaron: la pareja de Baal Hammon (Saturno) y Tanit Pene Baal (Juno Cí¦lestis), Melqart (dios tutelar de Tiro identificado con Hércules), Eshmún (dios tutelar de Sidón identificado con Esculapio) y Reshuf o Reshef (Marte), dios de la guerra y la tempestad.

Un tema siempre polémico es el relativo al sacrificio de niños a la pareja de dioses Baal y Tanit. Textos de los griegos Diodoro Sí­culo (90-30 a. C.) y Plutarco de Queronea (45-127 d. C.); de los romanos Quinto Curcio Rufo (circa siglo I d. C.), Plinio el Viejo (23-79 d. C.), Silio Itálico (25 o 26-101 d. C.) y Marco Juniano Justino (circa siglos II-III d. C.), así­ lo confirman.

También las excavaciones del sitio de Cartago, iniciadas en la primera mitad del siglo XIX por Christian Tuxen Falbe (1792-1849), y especí­ficamente del Tofet de Cartago, descubierto azarosamente por Paul Gielly y Franí§ois Icard en 1921, en el cual se encontraron los restos calcinados de cientos de niños.

Obviamente, estas prácticas religiosas fueron usadas por los romanos para desacreditar a sus enemigos cartagineses. En el mismo sentido de descrédito, destaca la expresión “fe púnica”, que el Diccionario de la Real Academia Española aún hoy identifica con la “mala fe” o: “1. Doblez, alevosí­a. 2. Malicia o temeridad con que se hace algo o se posee o detenta algún bien”.

*Emilio Spósito Contreras es profesor de la Universidad Monteávila

 

 

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