Francisco Blanco.-
Esto es un hecho de la vida real.
Ori y yo veíamos una película que yo había descargado. Cenamos algo que realmente no recuerdo. Nos quedamos dormidos. Poco sabía yo lo que estaba por ocurrir.
Me despertó el ruido modesto que hizo Ori cuando regresó del baño, no le presté mucha atención, revisé instagram y me dormí otra vez. Me despertó el ruido modesto de Ori cuando regresó del baño, me dijo que creía haber roto fuentes, igual teníamos la cesárea pautada para esa mañana y no nos alarmamos tanto. Ella quiso dormir otra vez, yo no pude.
En la mañana la fuente rompió de verdad.
Ella se duchó en el baño del cuarto y yo hice lo propio en el otro baño. Estaba tan nervioso que no recordaba cuál era el agua caliente, salí todo empapado al cuarto, entré al baño, interrumpí a Ori en su ducha, le pregunté cuál era el agua caliente, ella me vio con una cara de sorpresa y me regresé a terminar de ducharme.
Bajamos con la maleta y nos fuimos a la clínica.
Tenía un playlist con Drexler, Fito, Silvio y Charly en el ipod del carro. Yo cantaba mientras toreaba los baches y huecos de la vía que ya me sabía de memoria por tantas veces que ensayaba las rutas de la casa a la clínica. Ori llamaba a su mamá y luego a mis papás.
Llegamos a la clínica.
Entramos por la emergencia por insistencia de la recepcionista que no concebía como una parturienta rompió fuentes el día de su cesárea planificada. La doctora de turno atendió a Ori y nos dio clave para subir a una habitación.
Subimos y nos instalamos, yo llevé la maleta, organicé los recuerditos y pegué el letrerito que Ori con una ilusión tan misteriosa que ni mis más poéticas palabras podrán describir hizo con unos retazos de tela.
Quedaba esperar al doctor.
Había hablado con él desde la mañana, él siendo un tipo tan apacible y con la experiencia de los años estaba muy calmado, me dijo que le avisara una vez nos dieran habitación.
Lo llamé y con su tono amable le escuché decirme: “Flaco, no he visto que me transfirieras mis honorarios, dime si lo vas a hacer o doy la vuelta en U aquí mismo y no llego a la cesárea”. Me quedé en blanco. Me las arreglé para transferir lo acordado y esperar.
Ori quería ir al baño. Cuando la ayudé llegó un camillero, “Nos vamos a quirófano mamá”, dijo. Se sentó en una silla de ruedas y subimos al quirófano. Justo cuando ori estaba entrando, se fue la luz.
Todo se puso oscuro.
Regresó la luz.
Estaba fuera del quirófano y veía por una hendidura a las enfermeras. Las escuchaba llamar a los doctores de la clínica para avisarles de la falla eléctrica y que reprogramaran las operaciones que tenían para ese día. Veo el celaje de alguien que llega al teléfono de las enfermeras y lo escucho discutir muy enérgicamente con el jefe de mantenimiento pidiéndole… no, ordenándole, eliminara los ascensores y la luz en las escaleras para tener una hora más de energía porque tenía una parturienta con la epidural recién puesta, que ya estaba todo dispuesto para la cesárea y sin la garantía de la energía de la planta eléctrica de la clínica cualquier cosa podría pasar.
Se apagan las luces de las escaleras.
Pasó una eternidad.
Ya se me enredaba la lengua rezando el padre nuestro.
Veo una linterna de celular que se hace cada vez más fuerte por las escaleras, se abren las puertas y es el doctor, me saluda muy amigablemente, saluda a las enfermeras y entra, a los cinco minutos me dice, vente papá cámbiate.
Entre, me puso mi traje de quirófano y entré, vi a Ori muy nerviosa y sonriéndole al anestesiólogo que era todo un adonis. Veo cómo van abriéndola y le doctor me dice: “papá la cámara” y saca a Julia por la cabeza, la toma de los pies, la sacude como quien le quita la arena a una toalla cuando se va de la playa y Julia comienza a llorar.
Yo perplejo por todo beso a Ori y le digo en voz alta “Pana, ella estaba vivía ahí adentro”, todos me ven con cara de idiota y me mandan a salir.
Eso fue justo hoy hace un año, justo hoy en medio de otro apagón.
*Francisco J. Blanco es profesor de la Universidad Monteávila