Nelly Meléndez._
La cultura Disney ha llevado a la creación del estereotipo de princesa en las niñas, estimuladas por sus madres y mucho color rosa. La princesa es perfecta, le basta su belleza y su llanto para conseguir todo lo que quiere. No hay mayor interés que encontrar al príncipe azul que las salve y con el cual ser feliz para siempre.
Como es de esperar no estamos inmunes ante la influencia de la industria publicitaria, menos la poderosa Disney, que está presente en nuestros hogares desde niños, los padres de hoy fueron los receptores de mensajes de Cenicienta, Blanca Nieves o de otras princesas creadas por los hermanos Grimm. Pero ¿qué pasa si nuestras niñas no quieren ser princesas? Su vocación puede estimularlas a carreras más ligadas al imaginario de “carreras para hombres”, como la informática.
Contrario a lo que pueda imaginarse, la primera persona reconocida como programador fue una mujer, Ada Lovelace (1815 – 1852), cuya madre intentó alejarla de su interés por la poesía y del corrupto mundo que vivía su famoso padre Lord Byron. Por tal razón le obligó a aprender matemáticas, desde donde brotaron sus aportes a la máquina analítica de Charles Babbage. Paradójicamente Ada fue una gran amante de las matemáticas y una excelente poeta.
Con el tiempo, y el éxito de las computadoras, los hombres coordinadores de proyectos donde intervienen féminas son reconocidos, quedando en el anonimato cientos de mujeres cuyos aportes aún hoy disfrutamos. Ejemplo de ello se muestra en la película Talentos Ocultos de reciente data. Nadie menciona a Joan Clarke, quien junto a Turing descifró el Código Enigma durante la Segunda Guerra Mundial.
Algunos de los falsos estereotipos que se promueven acerca de las mujeres que optan por carreras como la informática son los siguientes: son nerds, son asociales, pasan todo el tiempo enfrente de la computadora y no se divierten ni consiguen novio, son feas o poco femeninas (o ambos), son aburridas, se creen superiores a los demás, entre otras falsas generalizaciones. Por tal razón, algunas madres miran a otro lado cuando sus hijas deciden dedicarse a la informática, porque ya no serán adorables princesas.
Pero la vocación existe y cada día mujeres y hombres optan por seguir los impulsos de su corazón, deciden que tienen algo que aportar al bien de la humanidad, aunque sea un pequeño aporte. Elegir carreras del tipo STEM (ciencia, tecnología y matemáticas, siglas en inglés) es una manera de desarrollar nuestras facultades personales, ese potencial que solo mediante la acción puede ser movilizado. No podemos esconder una vela debajo de una cesta si su naturaleza es alumbrar el camino de otros.
*Nelly Meléndez es profesora de la Universidad Monteávila