… Es un paí­s de esclavos

Postales de Praga

Felipe González Roa.-

Postales de Praga

“Huid del paí­s donde uno solo ejerce todos los poderes: es un paí­s de esclavos”

Gran hombre fue Simón Bolí­var, sin duda un personaje trascendental en la historia venezolana y latinoamericana, lamentablemente manoseado a lo largo de los siglos, usado como muñeco de trapo por distintos gobiernos, sobre todo por aquellos que pretenden deformar la leyenda solo para darle sentido a la tiraní­a.

Pero, más allá del mito, Bolí­var era un hombre que, como todos, reuní­a virtudes y defectos, miserias y talentos. Y es precisamente a esa persona a la que hay que estudiar y analizar, tomar como referencia para comprender nuestro pasado y reflexionar sobre nuestro futuro.

Sobre un paí­s de esclavos advertí­a Bolí­var. Un paí­s donde no hay libertad, donde en una sola mano descansa el destino de millones de seres humanos, no puede considerarse como una tierra de mujeres y hombres justos y de bien.

La esclavitud es tal vez la más despreciable forma de control social. Someter al otro al más cruento dominio solo para satisfacer las necesidades de pequeños grupos encumbrados en el poder. Egoí­stamente pensar que los derechos son de goce exclusivo hasta dar paso a sordos lujos codiciosos. Humillar, maltratar, acabar con el semejante, aquel que nos define y permite entendernos, implica simplemente la destrucción de todo sentido de humanidad.

Solo basta dar un vistazo a nuestro alrededor para comprender esas palabras: un pueblo hundido en la miseria, persiguiendo migajas, soportando el peso de mantener a una nomenklatura cada vez más corrupta y envilecida. Un paí­s de esclavos.

Bolí­var llamaba a huir. Pero no, es imposible huir. La opresión debe ser resistida y enfrentada hasta lograr su total desmantelamiento. Da lo mismo donde se esté, fí­sica y hasta espiritualmente, no importa qué espacio se elija para defender, pero la huida jamás puede ser una opción en un paí­s de esclavos.

Huir implicarí­a bajar la cabeza, resignarse. La perpetuación de un paí­s de esclavos no puede ser el destino irresistible de una sociedad.

Estudiar, pensar, imaginar, crear, proponer, alcanzar, actuar… Las tiraní­as llegan a su fin cuando aquellos que querí­an ser sometidos al más abyecto dominio recuerdan, y jamás olvidan, que además de seres humanos son ciudadanos, libres para ser felices, no para vivir en un paí­s de esclavos.

La esclavitud pretende detener el tiempo, pero el futuro siempre estará en las manos de las mujeres y de los hombres libres para siempre.

“El sistema de gobierno más perfecto es aquél que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad polí­tica”.

*Felipe González Roa es director de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Monteávila

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pluma