Alumnos asisten a clases solo para poder comer, afirmaron profesores

Ainara Guevara B.

Fotografí­as: Ainara Guevara

Más allá de la necesidad de aprender, lo que capta el interés de los alumnos por asistir a  sus clases es la posibilidad de comer en el colegio, gracias al beneficio del PAES (Programa de Alimentación Escolar), aseguraron varios profesores de diferentes instituciones educativas de Caracas.

“Los alumnos vienen cuando saben que va a haber almuerzo”, afirmó sin lugar a dudas Miriam Salcedo, profesora de biologí­a de la Unidad Educativa Leopoldo Aguerrevere, ubicado en Los Chaguaramos.

Sin embargo, de acuerdo con Salcedo, este programa no funciona apropiadamente, ya sea por la falta de agua para preparar los alimentos o por la escasez de comida, sin contar que el menú que se llega a ofrecer no cumple con los requisitos nutricionales adecuados, indicó la docente.

A su vez, hizo referencia a la baja asistencia de los alumnos inscritos en este perí­odo académico. “De treinta y ocho que tengo en la lista, solo alrededor de nueve viene a clase”,  se lamentó.

Otra problemática que se vive en la institución, según la docente, es que cuando no se sirve almuerzo, o no hay agua o luz, se despacha a los alumnos más temprano, lo que trae como consecuencia un atraso considerable al momento de impartir los contenidos a los estudiantes.

La situación también ocurre a niveles de educación primaria. Mirna González, profesora en el colegio distrital Juan Landaeta, denunció que en esta institución no se cumple con un menú balanceado y que las comidas servidas son de baja calidad. “Lo educativo es un sistema y si falla una parte de este sistema, falla todo”, señaló.

“Supuestamente les dan comida y es falso. A veces les dan puro arroz, a veces no les dan nada o una sopa de pura agua con algo de vegetales”, afirmó Astrid El Homsi, profesora de grupos de interés en el liceo Simón Bolí­var.

El Homsi también señaló que los niños no se satisfacen con los alimentos proporcionados, cuando se los sirven, al quedar con hambre no rinden en sus horas académicas. “Cuando llego a dar clases en mi horario, a las tres de la tarde, ellos me dicen que tienen hambre y se quieren ir”, mencionó la docente.

“Los muchachos van es a comer, porque les dan aunque sea un plato de arroz con lentejas, a veces, o una ensalada. También dicen que les dan desayuno, yo me imagino que será un fororo sin leche probablemente”, continuó.

Por otra parte, afirmó que la situación alimentaria también afecta a varios colegas, ya que muchos de los profesores no ganan lo suficiente para cubrir los gastos de su comida diaria y esperan que el colegio pueda proporcionarle también alimentos, pero esto es imposible porque “ni siquiera hay suficiente para los alumnos”.

Ante los bajos salarios que devengan los profesores se marchan de las instituciones a otros paí­ses para buscar mejores oportunidades. “La gente renuncia para irse, esa es la realidad”, dijo El Homsi, al recordar que el salario de un docente no supera en mucho de los casos el mí­nimo establecido por el Ejecutivo nacional.

Alba Camacho, profesora de matemática en el colegio Gabriela Mistral, y Yonder Araujo, profesor de matemática y fí­sica en el colegio Miguel Antonio Caro, se hicieron eco de los señalamientos de sus colegas y de la difí­cil situación que atraviesa la educación venezolana.

Los docentes señalaron que en efecto no hay suficientes profesores en las respectivas instituciones donde trabajan y que muchos de los que sí­ están permanecen en ellas únicamente por los beneficios que se reciben, como lo es la jubilación.

Tanto Camacho como Araujo comentaron que la mayorí­a de los educadores tratan de complementar su trabajo con horas académicas en colegios privados o realizan otro tipo de actividades desligadas por completo a la docencia para poder cubrir sus necesidades básicas.

Uno de los gremios más activos en la actualidad en la exigencia de sus beneficios salariales es precisamente el docente, cuyo profesional en muchos casos devenga apenas salario mí­nimo. Una de las principales denuncias es que a raí­z de la reconversión monetaria el escalafón profesional fue modificado, hecho que afectó aún más los ingresos.

Ainara Guevara es estudiante de la Universidad Monteávila

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