Vicente Corostola.-
La guerra fría se estaba calentando en las cálidas aguas tropicales. Fidel, el barbudo, ya hacía de las suyas. Otras islas cercanas jugaban a las cartas a ver qué les tocaba. Picas o Corazones. Para mediados de los 70 Jamaica tenía su termómetro en más de cien grados de ebullición. El estado de emergencia estaba instaurado.
1976. El país se lo disputan a fuerza de plomo parejo el Partido Nacional del Pueblo (PNP), comandado por el primer ministro Michael Manley, ligado al socialismo de la llave Moscú-La Habana. Y el Partido Laborista Jamaiquino (JLP), de Edward Seaga, partido conservador de derecha cercano al art deco miamero. Las intenciones eran dispares. La lucha de poder nadaría en sangre.
Ambos implementaron la guerrilla urbana para amedrentar a los simpatizantes del otro bando. La violencia estaba desatada. La guerra civil se jugaba en cada esquina. Kingston arde. La coacción del voto por la vida era la clave. Jamaica dejaba de ser el país de la sonrisa fácil.
En el medio de ambos fusiles estaba Bob Marley con su melena del León de Judá. Con su símbolo de pureza. Con su símbolo de la no violencia.
Entrevistado por aquellos días por el periodista de la Rolling Stone Mikal Gilmore, Marley dejó clavada una de sus grandes frases: “Los políticos son el diablo”.
Robert Nesta Marley había convertido el reggae de sus entrañas en una expresión popular mundial. “Casi” se había convertido en un líder espiritual para los millones de pobres que aguantaban estoicos en sus guetos las luchas callejeras. Marley y Jah andaban de la mano.
Mientras tanto, las amenazas de muerte se multiplicaron. La noche del 3 de diciembre varios atacantes entraron en su casa ráfaga de fuego en mano. Las paredes quedaron como un colador. Fueron alcanzados su esposa Rita, su manager y él. El león está herido. Pero sus convicciones siguen de pie.
Mostrando sus heridas. Dos días después. En un intento de reconciliar ambas partes del conflicto, se presenta en el Concierto por La Paz, bautizado Smile Jamaica, ante “su” pueblo, diciendo: “Si la gente que está tratando de hacer de este mundo un lugar peor no se toma ni un día libre, ¿cómo podría tomarlo yo? Ilumina la oscuridad”.
Post concierto. Se complican los días. Sigue en la mira. La bala en carne. Otro atentando está al caer. La guerrilla seguidora de Seaga lo vincula con el Primer Ministro. Llega la decisión más dura. Abandona su tierra. Exodus. Se refugia en el exilio.
1978. Todo se ha salido de las manos. El país sigue en guerra. No hay quien lo pare. En un esfuerzo para frenar la violencia política los líderes de las guerrillas de cada bando buscan a Marley como hombre conciliador. ¡Acepta! Vuelve a Jamaica para el One Love Peace Concert donde consigue unir las manos del primer ministro Michael Manley y el líder opositor Edward Seaga en un abrazo de amor bajo la luna llena. En un momento único. Icónico. En la fuerza del One Love.
“Un amor / Un corazón / Juntémonos todos y nos sentiremos bien”
*Vicente Corostola es profesor de la Universidad Monteávila