Carla J. Mendoza.-
La segunda vuelta para las elecciones presidenciales en Brasil se presenta bajo un turbio panorama electoral, enmarcado por las figuras de dos candidatos de tendencias extremadamente opuestas, que tienen divida a la población y la hacen dudar entre quedarse con un sistema totalmente desprestigiado por años de mentiras y corrupción, o apostar por un cambio tan radical cuyas posibles consecuencias resultan casi imprevisibles.
Con un 46,03 % de los votos en la primera vuelta, Jair Bolsonaro se posicionó como el candidato de mayor preferencia electoral para el segundo proceso que habrá de realizarse el próximo 28 de octubre. Tras él, Fernando Haddad, con un 29,28% de la votación, busca atraer a la mayor cantidad de votantes posibles que fueron adeptos a alguno de los candidatos descartados, para lograr emparejarse un poco con este poderoso contrincante que le lleva una gran ventaja numérica.
Líder del Partido de los Trabajadores y amparado por el expresidente Lula Da Silva, Haddad es el nuevo represente de un gobierno tachado como corrupto, cuyas promesas izquierdistas de sacar adelante a la nación beneficiando a los más necesitados parecieron prometedoras al principio, pero se fueron debilitando con el tiempo y hoy tienen en su máximo líder a un presidiario que se enfrenta a la justicia brasilera con graves cargos penales.
En los últimos años, Brasil (considerado el país con la octava economía más importante a nivel mundial) ha presentado un notable desequilibrio económico, tema central de la campaña de Bolsonaro, quien promete llevar por el camino de la recuperación a la nación a través de la privatización de los servicios básicos, y con la venta de estos activos públicos engrosar los ingresos fiscales del país.
Por su parte, Haddad asegura que la privatización desfavorece el nacionalismo y ha hablado de implementar medidas de emergencia, como remover el techo de reducción de gastos públicos a veinte años del gobierno actual, reducir la tasa básica de interés, dar créditos a empresas, entre otras cosas. Medidas que no generan gran expectativa en el medio empresarial.
Ante esta situación, Bolsonaro se posiciona en la mente de los ciudadanos brasileños como la mejor alternativa para reimpulsar nuevamente la economía nacional; sin embargo, este candidato defiende una ideología extremista. Afirmaciones y comportamientos generan preocupación en la región. Ha sido tachado como el Duterte suramericano, es señalado de racista, homofóbico, xenófobo y antifeminismo. Del mismo modo, se prevé que, de ser elegido como el trigésimo octavo presidente de la república brasileña, como apuntan las encuestas, favorecerá en primer lugar a las fuerzas armadas del país (tanto en lo económico como en lo social), ya que él mismo fue formado bajo este seno institucional.
Estas características del posible gobierno de Bolsonaro, hacen que Haddad se perfile como el mayor receptor de votos que dejan los candidatos que quedaron fuera de la contienda política, sin embargo, es difícil superar la importante la brecha que los separa. Según la última encuesta de Datafolha, el candidato de la derecha se mantiene cómodo con un 48% de intención de voto, mientras que su contrincante tiene 38%. La distancia entre ambos ha pasado de 15 a 10 puntos: una cifra todavía muy abultada a solo 72 horas de la cita con las urnas, según esta encuestadora.
Brasil se enfrenta este domingo a un dramático giro político, económico y social, según los vaticinios iniciales. Más de 140 millones de personas están llamadas a sufragar, en un país en el que la polarización ha tomado la ventaja.
*Carla Mendoza es estudiante de la Universidad Monteávila