Ante la «ideologí­a del mal»

Historia y libertad

Carlos Balladares Castillo.-

Historia y libertad

En el último mes han sido publicados en El Nacional tres artí­culos, dos de monseñor Ovidio Pérez Morales (21-VI-2018: “Mal y malignidad” y el 19-VII-2018: “Salir de la gran tribulación”) y uno del padre salesiano Alejandro Moreno (17-VII-2018: “La dificultad de comprender”), que tratan el tema del mal en la acción del actual gobierno en Venezuela.

Los mismos me han hecho pensar en la hipótesis siguiente: ¿estamos ante lo que San Juan Pablo II llamaba “ideologí­a del mal” (2005, Memoria e identidad)? Desde hace bastante he venido pensando en ello, y si en el pasado era algo que podí­a generar polémica o dudas, ahora no hay posibilidades de confusión. No luchamos solo contra la incapacidad, la incompetencia o una forma especí­fica de atender el bien común ¡No! Estamos ante un proyecto que tiene en la malignidad (en palabras de monseñor Pérez Morales: “la perversidad, regodearse en hacer el mal”) su condición esencial. Al tener esto claro; el análisis de la realidad y la acción para transformarla cambia radicalmente.

Monseñor Pérez Morales nos dice en su primer artí­culo: “La malignidad implica planificación y poner en funcionamiento integrado inteligencia, habilidades y medios aptos; se tiene entonces una opacidad de la conciencia, que obstaculiza el reconocimiento de lo malo y, consiguientemente, una conversión. Algo parecido a lo que Jesús advierte acerca de los pecados contra el Espí­ritu Santo (Mateo 12, 31).”

Y en el segundo, al referirse a la última Exhortación de la Conferencia Episcopal de Venezuela (11-VII-2018) señala que los obispos ya califican lo que nos ocurre “con los términos apocalí­pticos de “gran tribulación” (ver Ap 12, 7-12). Enfrentamiento con las fuerzas mismas del mal, caracterizadas bí­blicamente como Diablo, Satanás, Dragón y Serpiente”.

Por su parte el padre Moreno, en el artí­culo citado, dice: “Saber que esta razia no produce sino muerte y persistir en ella por la pura voluntad de destruir todo lo que hay de humano en nuestra vida, es una posibilidad. Entonces, el sentido de todo esto serí­a solo el querer, la búsqueda del triunfo total de la voluntad y por tanto del poder, sin razón ni racionalidad ninguna. Estarí­amos, pues, sumergidos en el reino del mal, un reino que no solo es malo, sino maligno, como ha dicho Ovidio Pérez Morales” (el mismo artí­culo al que ya nos referimos).

El poder ha quedado desnudo en el actual régimen, en el sentido último que señala el sacerdote salesiano. No hay otro objetivo en esta creciente destrucción de todo aquello que sostiene la dignidad de los venezolanos. Si existe una explicación de todo esto en un cuerpo doctrinario de ideas, estas solo pueden tacharse como “ideologí­a del mal”, como un proyecto de paí­s que busca un fin perverso.

¿Qué es la “ideologí­a del mal”? Es todo cuerpo de ideas o pensamientos que sostiene que “el hombre puede decidir por sí­ solo, sin Dios, lo que es bueno y lo que es malo y, por tanto, puede disponer que un determinado grupo de seres humanos sea aniquilado”, y por ello el aniquilamiento de un grupo humano no es sólo fí­sico puede ser también de tipo moral: “se impide más o menos drásticamente a la persona el ejercicio de sus derechos” (Juan Pablo II, p. 24).

Aunque la mirada estaba colocada sobre el comunismo y el fascismo fundamentalmente o las tendencias proabortistas, no se reducí­a a ellas. En todo caso, a medida que se ha desarrollado el ejercicio del poder del chavismo, sus ví­nculos con la ideologí­a de izquierda radical (el comunismo) se han hecho más que evidentes. Los que se oponen a la oligarquí­a gobernante no es considerado pueblo y por tanto es despojado de sus derechos. De ellos solo quedan algunas virutas y las mayorí­as se aferran a la condición de superviviente.

La ideologí­a del mal tiene en la violencia su principal medio para gobernar, no negocia ni dialoga, ve al contrincante polí­tico como el enemigo, y por tanto susceptible de ser destruido o execrado de la vida pública. En su discurso la mentira es lo dominante, porque “la revolución” está por encima de toda verdad, ley o moral.

Por todo ello no promueve la paz debido a que manipula la justicia y no cree en la solidaridad sino en la homogenización social obligada, donde las mayorí­as son pobres e incluso miserables, de modo que el control por el hambre se facilita. En lo que respecta la democracia-liberal, considera este sistema –siguiendo los principios marxistas- como el gobierno más opresivo de la clase burguesa, por lo que el objetivo es su destrucción.

No lo niego, esto es desolador, pero no podemos temer a la verdad en ningún aspecto de la realidad. Y finalizo con las sabias palabras que nos dejaron nuestros obispos en la citada Exhortación de la CEV: “17. No debemos desanimarnos nunca frente a los desafí­os de un presente incierto y difí­cil: al contrario, puesta nuestra confianza en Dios, que nos da la fuerza para el testimonio y para hacer el bien, afiancemos las exigencias en favor de la justicia y la libertad. (…) La esperanza y el compromiso concreto deben llevarnos a ser samaritanos unos de otros en esta hora difí­cil en que nos encontramos.” Y en su último punto: “Dios nos reitera: “No temas, yo estoy contigo”. En sus horas de dolor y prueba, el creyente se toma con más fuerza de la mano de su Señor.”

*Carlos Balladares es profesor de la Universidad Monteávila

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