Emilio Spósito Contreras.-
Sobre la influencia de Napoleón en la elaboración del Code civil des Franí§ais (1804) debe resaltarse su disposición, impulso –el trabajo se hizo en cuatro meses– y hasta participación en las discusiones, sobre todo en materia de nacionalidad y Derecho de Familia, subrayándose que durante los trabajos del Código, desde el 24 de termidor de VIII, hasta el 30 de ventoso de XII, Napoleón Bonaparte todavía no era emperador de los franceses, sino primer cónsul, según las Constituciones del 22 de frimario de VIII y del 16 de termidor de X. No respondió entonces su iniciativa codificadora, a un deseo emulador del gran Justiniano, sino al espíritu grandilocuente del corso, haciendo méritos para el Imperio.
Napoleón refirió que el Código constituía su más preciado título de gloria. Y no se equivocaba, si consideramos que el Código Civil es una de sus pocas obras perdurables, no sólo en Francia, sino en muchos países del mundo, bien sea porque sufrieron sus conquistas y; sin embargo, conservaron la legislación impuesta, o porque siguieron su ejemplo, convencidos de su conveniencia.
Como puede estudiarse en la excelente obra de F. Andrés Santos y A. Núñez Iglesias, Estudio preliminar de Código Civil Francés: Code Civil, el Antiguo Derecho francés, dividido por el Loire en pays de droit coutumier al norte, y pays de droit écrit al sur, según se remontaran al Derecho germánico consuetudinario, o al Derecho romano contenido en el Corpus Iuris Civilis, constituía un complejo mosaico de normas locales, recopilaciones de costumbres, leyes reales como las ordenanzas de Motil-lí¨s-Tours (1453), las de Colbert (1667-1681) o las de D’Aguesseau (1731-1747), fueros eclesiástico y nobiliario, arríªts de reglemets de los parlamentos, entre otros.
Con la Revolución Francesa, no cambió el escenario, a pesar que se dictaron normas que intentaron actualizar el Derecho a las nuevas realidades políticas y sociales, conocidas en la Historia del Derecho francés, como Derecho Intermedio.
La codificación en Francia, de la mano de Napoleón, significó la unificación del Derecho –aspiración de Luis XII y Francisco I– y, al mismo tiempo, su entrada en la modernidad, su sometimiento a la dicotomía individuo-Estado (Kant). En el mismo sentido, el Allgemeines Landrecht fí¼r die preuíŸischen Staaten (1794) fue en Prusia otra conquista del gran Federico II. No es de extrañar su perdurable acogida en el continente europeo, en el Imperio Otomano, en Latinoamérica, en Japón. En Francia, tras fracasados intentos de modificación, aun es aceptado por la Restauración.
Aunque la estructura básica del Código –basada en las Institutas de Gayo y Justiniano– ha perdurado hasta nuestros días, son muchas las reformas estatalistas sufridas por el texto a lo largo de los últimos doscientos años, sobre todo en materia de personas, familia y sucesiones. Así como Hércules murió al vestir un traje envenenado con sangre del centauro Neso, Napoleón al ceñir la corona empezó a declinar, y de sus portentoso trabajos dispusieron personajes como los de un Constant, un Tocqueville o un Coulanges.
Sin obviar el esfuerzo jurídico de los miembros de la comisión del Ministerio de Justicia encargado de la redacción del Código Civil: J. J. R. de Cambacérí¨s –segundo cónsul y autor, junto con P. A. Merlin o Merlin de Douai, de varios proyectos de código anteriores–, F. D. Tronchet –abogado defensor de Luis XVI–, F. Bigot de Préameneu, J. de Maleville –secretario de la comisión sin derecho a voto– y, sobre todo, J. E. M. Portalis –conocedor de Derecho Romano–, el Código bien merece llamarse Code Napoléon. Distinto a lo ocurrido en los principales procesos codificadores latinoamericanos, en los cuales las personalidades de juristas como A. Bello y D.Vélez Sarsfield fueron determinantes. La codificación francesa no habría sido posible sin el impulso personal de Napoleón.
*Emilio Spósito Contreras es profesor de la Universidad Monteávila