El deseo del vampiro

Péndulo

Ana Carolina De Jesús.-

Péndulo

A Marí­a José Cristerna la conocen como la mujer vampiro (…). Considera que ella es body art. Tiene tatuajes en todo su cuerpo, diseñados por ella misma. También tiene piercings, aros en los oí­dos, dientes y orejas modificados al estivo vampiro, implantes subdérmicos en forma de cuernos en el cráneo y en los brazos. Es reconocida por el Récord Guinness por ser la persona con más tatuajes en el mundo (Programa de Telecinco, España, presentado en el año 2015).

Según Oughourlian (apoyado en la tesis mimética de Girard), el deseo propio es una copia de los deseos de los otros. Es un movimiento psicológico. Si parto de lo que revela Cristerna, que le gustaba los vampiros desde niña, no podrí­a afirmar lo dicho por Girard. Me queda la opción de que el vampirismo es un deseo espontáneo, que surgió ‘de la nada’. Podrí­a suponer que ella revisó las imágenes en los libros y bastó algún comentario similar para despertar este deseo. Desconocemos el cómo pero sabemos que el vampiro se convirtió en un modelo externo, ideal y mitológico; es una imitación pací­fica y benigna.

Oughourlian menciona que uno de los aspectos de la imitación inconsciente del modelo es por su apariencia. Es el más inmediato y fácil de identificar. En el caso de Marí­a José el vestuario, los ojos, el corte de cabello, las orejas o los dientes refieren al vampiro. Cada modificación tiene un significado: los aros porque los aztecas también los usaban, la mohicana (peinado) por los guerreros prehispánicos, los dientes están inspirados en el guerrero jaguar. Sabemos que, pese a no conocerse el origen del vampirismo en su infancia, en la actualidad las modificaciones sí­ imitan la apariencia de algún miembro de la cultura mexicana antigua. Por tanto, el deseo de los dientes o de los aros, son inducidos. Y sigue en la apariencia la imitación, como un cóctel.

Puedo sugerir que Marí­a José recurre al vampirismo para modularlo a su manera –la suidad. Los dientes del jaguar, el peinado guerrero azteca, el maquillaje y vestuario vampí­rico, los tatuajes… Es decir, cada deseo heredado se lo ha apropiado y lo ha hecho suyo. Si quiero defenderla, uso a Zubirí­. Ella se distingue y se divide de todo lo demás, lo hace por medio de su apariencia; ha logrado darle forma y se pertenece plenamente. Ha asumido su transformación, está consciente de los cambios en su cuerpo y se hace responsable por ellos. “Al ejecutar sus actos, tiene que afirmarse fí­sicamente en intimidad y acuñar dinámicamente la figura í­ntima que ha logrado ser con lo que ya es, frente al todo, al cual se encuentra positivamente religado” (Sobre el hombre, 2007, página 152).

Este deseo la controla completamente, lo que me trae las palabras de Oughourlian: “el deseo, en otras palabras, no conoce la satisfacción ni el descanso; atravesado por otro deseo, nunca se detendrá hasta poseer su objeto incansablemente (The genesis of desire, 2010, página 25). El deseo es ya una necesidad fí­sica de ser eso diferente que alega ella y, por tanto, la vuelve dependiente y sin control.  El cuerpo como lienzo, el récord Guinness por tener el 96% de cuerpo tatuado, son solo evidencias de la necesidad del deseo. Marí­a José Cristerna desea trascender, y ya lo hizo: todos la llaman la mujer vampiro.

*Ana de Jesús es profesora de la Universidad Monteávila

 

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