Alicia ílamo Bartolomé.-
La poesía es libre, penetra el infinito celestial, como el abismo insondable del averno. La poesía va hacia al cosmos, su meta se disuelve en las galaxias, se topa con estrellas y luceros, se quema en el sol y se apaga en los agujeros negros, archivos de la memoria del universo. Se apaga, pero no se vuelve cenizas, porque la poesía es inmortal.
Cultivador excelso de poesía es el ganador este año del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, nuestro Rafael Cadenas. Nacido en Barquisimeto el 8 de abril de 1930, acaba de cumplir 88 años de intenso y fecundo trabajo intelectual como poeta, ensayista y profesor universitario. Son muchos los premios que ha ganado en su larga trayectoria vital y literaria, no sé si este Reina Sofía sea el más importante, en todo caso, como es el último de esa nutrida lista, nos da ocasión de regocijarnos y enorgullecernos de ser sus compatriotas; y yo un poco más, por mis raíces barquisimetanas. Y todavía un poquito más, porque en 1991 presidía la comisión para la conmemoración del 4º Centenario de la muerte de San Juan de la Cruz que convocó, junto a la Asociación Venezolana de Escritores, el concurso literario en honor del santo y ganó Rafael Cadenas con su trabajo Apuntes sobre san Juan de la Cruz.
 Con la ayuda de Wikipedia, hoy indispensable para escribir sobre algo o alguien, me encontré con un párrafo de Darío Jaramillo Agudelo, uno de los mejores poetas colombianos contemporáneos, donde juzga con precisión y agudeza la obra de Cadenas, a cuya cita me limito porque yo no podría decirlo mejor:
Es imposible hallar una frontera clara entre la poesía y la prosa de Rafael Cadenas. Cuando aludo a la dificultad de hallar un claro límite entre la poesía y la prosa de Cadenas, me refiero a que, en su Obra entera, sin distingos, es constante la preocupación por el misterio esencial del mundo. En un extremo puede estar, sí, el abordaje analítico, por ejemplo en los Apuntes sobre san Juan de la Cruz y la mística, pero aun en estos casos, el intento consiste en traspasar el umbral de la conciencia. El aforismo, con toda su concisión, con el filo que tiene que poseer para cortar una capa ignorada de la realidad o del lenguaje, es también un medio limítrofe entre la poesía y la prosa. Y están, además, los poemas en prosa, prosas que son poemas y que enfrentan, como en toda su Obra entera, la luz quemante y enceguecedora de las revelaciones, la tiniebla estremecedora de quien mira hacia su adentro.
 Con opinión muy personal, diría que Cadenas es un místico cristiano que se niega a sí mismo. Muy comprensible, en su juventud fue militante comunista, no creo que lo sea ahora, pero le queda ese resabio de izquierdismo ateo que, como el hollín adherido a una parrilla, es muy difícil de arrancar. Le pasa lo mismo a Rodolfo Izaguirre. Ambos son navegantes expertos en el océano de la espiritualidad, pero cuidado, eso de abordar la nave segura de la religión, les produce de antemano un escozor alérgico. Dejémoslos estar, sigan su rumbo en frágil goleta hacia ese luminoso horizonte que algún día alcanzarán.
Algún día… quizás Rafael Cadenas logre salir a flote de sus dos emblemáticos poemas Derrota y Fracaso, que parecen negativos, pero más bien son un arduo bucear, buscándose, en las profundidades de sí mismo. Entonces, sus pulmones estarán abiertos a la libertad plena de la fe y la poesía. Ese será el día de Cadenas sin cadenas.
 *Alicia ílamo profesora fundadora de la Universidad Mtonteávila