«Mi esposo no fue a la guerra, solo subió a un submarino»

Jesica Gopar submarino

Sabrina Machado.- 

Jesica Gopar submarino
Se cumplen cuatro meses de la desaparición del submarino ARA San Juan. Foto: Cortesí­a

Una sola vista a su tuiter lleva a un mundo de inmenso dolor, gran incertidumbre e intensos deseos de superación, que recurrentemente se ven sobrepasados por la tragedia que llegó a su vida el pasado 15 de noviembre, congelando todo a su paso, e incluso sus sueños. Hoy Jésica Gopar intenta reanudar su vida, aferrada a su pequeño de un año, un bebé que no contó con su papá para apagar la vela de su primer cumpleaños.

El destino de la argentina de 35 años quedó inevitablemente anclado al ARA San Juan y al 15 de noviembre, cuando la Armada del paí­s sureño perdió todo contacto con el submarino y su tripulación, 44 personas en total. Desde ese entonces es poco lo que se sabe con certeza y muchas las incógnitas y versiones que circulan entre los afectados y los que irremediablemente acuden a esta historia de terror.

Hasta el momento la dinámica de Gopar ha quedado ceñida a cifras: 4 meses desde la desaparición, cuatro llamadas de la Armada argentina, 44 personas desaparecidas, una explosión, 4.9 millones de dólares de recompensa para quien pueda aportar información sobre el paradero del submarino, 66 niños huérfanos, seis meses para declarar el fallecimiento oficial de los submarinistas, 15 años de unión con Fernando, una familia de tres reducida a dos, dos salidas de su casa, ninguna respuesta oficial.

A la distancia su voz es calma, se centra en los pormenores que invaden su dí­a a dí­a. Es sola con su pequeño, su familia no vive cerca y no puede disponer de ellos con la recurrencia que quisiera. Es ama de casa y le angustia su destino después del sexto mes de la desaparición, cuando oficialmente su esposo pase de desaparecido a fallecido y sus ingresos regulares se vean afectados por esta decisión. Ya no cobrarí­a el salario regular, sino la pensión a la que le descontarí­an las bonificaciones.

Le enerva la poca disposición de parte del gobierno a aclarar los hechos y las pocas muestras de solidaridad para con las ví­ctimas. Está convencida que la Armada sabe qué ocurrió realmente al interior del submarino que partió de Ushuaia, el lunes 13 de noviembre, con la intención de llegar a Mar del Plata. Sin embargo, no lo quiere informar, según su percepción. La última comunicación se produjo a 240 millas (unos 430 km) del Golfo San Jorge.

Al momento de esta entrevista Mauricio Macri se encontraba a pocos kilómetros de ella, en Mar de Plata. “Me sorprende su capacidad a vacacionar, creo que están dejando pasar el tiempo, los seis meses de la ley del mar. Hace poco dijo que el mar era muy grande y el submarino muy pequeño, como dando por descartada la posibilidad de encontrarlo”, asegura la mujer, al mismo tiempo que comenta que no estuvo entre los familiares que se reunieron con el primer mandatario en la Casa Rosada. Poco le importa lo que puedan decirle ahora.

Fernando Santilli tení­a nueve años como submarinista. Foto: Cortesí­a

Ella solo tiene una experiencia, la vivida al lado de su esposo a lo largo de los nueve años que fue submarinista, actividad que Santilli amó con gran pasión y a la que nunca temió. Siempre zarpó confiado en que regresarí­a, al parecer de Gopar, ya que él “tení­a un hijo de 15 meses, que logró verlo solo con 11 meses, si hubiera sospechado que algo ocurrirí­a no se habrí­a embarcado. Tení­amos previsto celebrar su cumpleaños a su regreso”.

En ese mismo tiempo, la mujer también fue testigo de la precaria asistencia que tení­an los submarinistas. En más de una ocasión debió remendar los trajes de Fernando, lo vio con zapatos roí­dos, regresar con anterioridad de una misión porque se quedaron sin papel sanitario en la travesí­a y también navegar con pérdidas de aceite. “Pasaban dos o tres años para una nueva moda de uniforme, recién este año le mandaron uno nuevo, que no sé si le dio tiempo de estrenar”.

Ante el ofrecimiento de recompensa por parte del gobierno argentino, Gopar no se muestra sorprendida. “Esto sucede cuando nuestras fuerzas armadas no están equipadas con las tecnologí­as que pueden tener otro paí­s, otro barco o la propia empresa privada. Nunca se hizo inversiones en los buques de las Fuerzas Armadas, no solo submarino, equipamiento de los tripulantes. Imagí­nate cuánto significarí­a renovar torpedos, realizar un mantenimiento más especí­fico. Es una inversión en dólares muy alta. Esto pasaba solo que no se sabí­a hasta que tuvo que pasar esta tragedia”, refiere la ahora viuda.

Reconoce que antes de este hecho su presencia no era recurrente en las redes sociales, ahora le sirven de catarsis, para mostrar su dolor y agradecer la solidaridad de miles de anónimos, que a través de su ventana pueden si acaso vislumbrar un fallecimiento sorpresivo y sin pistas.

Hace poco pedí­a colaboración y el apoyo para la esposa de una de las ví­ctimas de la nave. A la mujer le habí­an robado el teléfono celular, donde estaban las últimas fotografí­as de su pareja con sus hijos y algunos mensajes de voz, joyas invaluables ante la desfachatez del destino  El aparato fue recuperado.

“La Armada nos ha hecho a un costado a la familia, en todos los sentidos. Es como empujarte a la vista y luego te dicen ‘ahora tienes que salvarte’. Estamos sobreviviendo, nadie nos ayuda con los trámites, lo tenemos que hacer nosotros. Hemos recibido el apoyo de la gente común, de la gente que ha hecho empatí­a, de las altas autoridades nada”, dice ya con la resignación marcada en su voz.

Jésica Gopar denuncia la indolencia de las autoridades argentinas. Foto: Cortesí­a

Al mismo tiempo que se muestra sorprendida por la colaboración y el interés que han despertado en aquellos cuyas vidas aparentemente no resultaron afectadas por este siniestro marí­timo, pero que están dispuestos a ofrecerse para recuperar unos mensajes de voz y las fotografí­as de alguien que ni siquiera conoció.

“A través de las redes he recibido mucho apoyo, mucho cariño y cuando puedo ayudar al otro lo hago. Cuando ayudo a los demás me olvido que mi esposo también está en el submarino, trato de no ser egoí­sta, pensar en el otro, porque el otro ha pensado mucho en mí­. Me han dado la oportunidad de poder resolver inconvenientes. Yo estoy también para servir a las que hemos quedado desamparadas”, dice la mujer mientras trata de recuperar la calma demostrada al principio de la conversación, pero en este punto ya es más complejo.

Y, precisamente, a través de las redes se ha conectado con otros que al igual que ella han experimentado muertes sorpresivas de seres queridos, que “han perdido hijos, esposos, todos me dicen lo mismo. Uno cree que es a uno al que le suceden cosas inesperadas y difí­ciles, pero cuando comienzas a leer te das cuenta que hay otros y creo que también voy a poder con el tiempo”.

Por lo momentos, usa las redes para drenar, para descubrir nuevos sentimientos ante la trágica situación que le tocó vivir de improvisto, justo cuando comenzaba a disfrutar de una familia de tres personas.

Hoy, al igual que los otros familiares del ARA San Juan, desea respuestas claras y precisas, que borren cualquier incertidumbre, y un lugar a donde llevar una flor, a donde perpetuar un recuerdo.

“Uno cree que cuando escribe lo dice todo, he descubierto, va saliendo un sentimiento que a lo mejor antes no tení­a. He tenido momentos de pena, oscuridad, como momentos de pequeña luz, no todos saben lo que ha sucedido, lo que vivimos el dí­a a dí­a”, asegura Jésica mientras se aferra a Stéfano como motivo de vida y de futuro.

*Sabrina Machado es directora de Pluma

Un comentario sobre “«Mi esposo no fue a la guerra, solo subió a un submarino»

  1. En homenaje a los cuarenta y cuatro militares navales argentinos perdidos junto al buque que habían abordado. Ellos ofrendaron sus vidas en acto de servicio y cumplimiento del deber. Esa es la única verdad indubitable. «Los marinos del San Juan» (marcha) https://youtu.be/zFJUzFqntKk

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