Rafael J. Avila D.-
En el artículo anterior, luego de haber culminado la revisión de las consecuencias causadas por las formas en que el gobierno trata de resolver la inflación -un corregir errores con errores-, lo que podemos llamar efectos colaterales de la inflación, y que no son muy evidentes; y luego de haber hecho reflexiones en cuanto al tema inflacionario, concluimos la revisión de las posibles soluciones al flagelo de la inflación en Venezuela. En este artículo, daremos cierre a esta extensa serie de lo visible vs. lo invisible de la inflación.
Ya comentamos sobre amarrar las manos al gobierno vía cláusulas legales, sobre la responsabilidad que se requiere del estamento político, sobre medidas o reglas monetarias como el Patrón Oro, competencia de monedas, dolarización, sobre instaurar una Caja de Conversión, sobre la regla del NGDP Targeting, sobre una estrategia integral para des-indexar la economía, sobre la NRI Rule, sobre la Regla de Taylor, sobre la Regla Monetarista o de Friedman, sobre la Regla de Hayek, y sobre el sistema de Banca Libre.
Con éstos revisamos las que podrían ser algunas soluciones a la inflación, trabajando sus causas, y así evitar sus muy nefastas consecuencias. Recordemos que para resolver el problema inflacionario, los gobiernos acuden a controles de precios, con el argumento que si la inflación es el alza de los precios, entonces la solución es sencilla: controla el precio. Y ya hemos reflexionado en artículos anteriores, que esa terapia no sólo no resuelve el problema de fondo, sino que además empeora la situación con terribles consecuencias.
Hemos hecho un diagnóstico en muchas aristas del problema, y espero haber logrado transmitir la idea de lo importante que sería para nuestras sociedades el control de la inflación.
Lo primero es recordar el origen del problema y enfocar al responsable: el gobierno. Entonces, si la raíz de todos los problemas enunciados a lo largo de esta serie de artículos está en la inflación, y esta sólo la puede generar el gobierno, pareciera que lo que hay que hacer es evitar la inflación, forzando a que el gobierno no la genere.
Concluyamos esta serie de artículos:
En Venezuela, la estabilidad monetaria es una institución preciada por todos los ciudadanos, y reconocida por la Constitución nacional, pero poco respetada. Dado este irrespeto, se perjudica el valor del fruto del esfuerzo del ciudadano de a pie.
Hay derechos inalienables con los que todos nacemos, derechos acordes a la dignidad de la persona humana. Todos tenemos derecho a disfrutar del fruto de nuestro esfuerzo, por lo que las políticas públicas deben estar ordenadas a nuestra dignidad.
Nada de lo expuesto a lo largo de estos artículos haría falta si el gobierno, consciente del problema y responsablemente, mantuviera estable la cantidad de moneda en la economía. Pero, ¿qué incentivos tiene el gobierno para controlar sus ansias y no caer en la tentación? Al parecer, muy pocos.
Sin embargo, como sociedad, guardamos la esperanza de que los políticos piensen primero en el bien común antes que en el propio, y así confiamos en cada nuevo gobierno, confiados que en algún momento, no muy distante, serán muy responsables quienes lleguen a gobernarnos; creo que, si como sociedad no tomamos consciencia e influimos para cambiar las cosas, nos quedaremos esperando. Debemos evaluar qué nos conviene más, si la discrecionalidad o unas reglas en el manejo de la política monetaria.
También ayudaría a controlar el alza de precios que como consecuencia tiene la inflación generar un entorno favorable a la creación de empresas, a la empresarialidad y al emprendimiento. Un entorno que respete y garantice la propiedad privada, provea seguridad personal y jurídica, en el que no se concedan privilegios monopólicos a grupos de interés, sino que tenga bajas restricciones a la competencia, de bajas barreras de entrada para nuevos participantes en los mercados, y que si se crean monopolios, que sean de forma natural.
Retomando el tema de los incentivos que pueden tener los políticos para preservar o no el valor de la moneda, es necesario identificar a empresarios a quienes les convengan políticas de competencia, entornos favorables al emprendimiento, al crecimiento económico y generación de riqueza, de baja inflación, consecuentes con la libertad económica, y no con el mercantilismo y socialismo, para convocarlos a que financien campañas electorales y la actividad corriente a políticos pro-libertad económica, que una vez en sus funciones, no se dejen capturar y promuevan esas ideas libertarias. Con esto se pretende alinear los intereses del agente (el político) a los del principal (el pueblo o ciudadano).
A su vez, estos empresarios identificados con la libertad económica deben estar conscientes de lo importante que es que financien a medios de comunicación para promover estas ideas pro-ciudadano de a pie, y de esta forma, re-balancear la matriz de opinión generalmente favorable al mercantilismo, y así cooperar con la reducción de las asimetrías de información (ignorancia racional) que como sociedad sufrimos, y que nos dificultan prever las consecuencias de las decisiones de política económica que tienen los agentes (los políticos). De esta forma, como sociedad tendríamos más opciones de donde escoger, más libertad, al favorecerse la competencia de ideas por la apetencia y simpatía del público, del consumidor.
También, a estos empresarios pro ideas de libertad económica, hay que despertarles la conciencia para que vean lo fundamental que es acompañar lo mencionado anteriormente, con el financiamiento de la difusión de estas ideas en la academia y en la sociedad, mediante el sustento económico a cursos, talleres, investigaciones, clases, y publicaciones, de contenidos afines a la libertad económica.
Es importante comentar que los empresarios a los que les interese que por el contrario haya políticas inflacionarias y “devaluacionistas” de la moneda, y que se benefician del mercantilismo, también ejercerán presión económica para que el statu quo prevalezca. Este es otro escollo que superar para la sociedad.
Y cualquiera podría preguntarse con mucha razón: ¿Por qué estos empresarios de los que hablamos lo harían? ¿Por qué destinarían recursos a financiar estas ideas? Simplemente por conveniencia. Porque les conviene que haya un entorno favorable a sus intereses privados, intereses que siendo perseguidos se alinean a los intereses de la mayoría de la sociedad.
En otras palabras, empresarios que tratarán de alinear los intereses del agente (el político) a sus propios intereses privados, y que en ese proceso ellos se beneficien y así todos como sociedad, pues el ciudadano de a pie (el principal) tiene los mismos intereses. Entonces, la tarea, y no fácil, comienza por identificar en la sociedad a esos empresarios que tengan intereses similares, afines, alineados con los de la mayoría.
A la par que se va haciendo todo el trabajo anteriormente descrito, que insisto no es para nada fácil, es fundamental llevar a cabo una labor de concientización de la sociedad, de electores, de elegibles y de elegidos, mientras se mantiene la estructura de incentivos comentada anteriormente, para que se pueda engranar el corto con el largo plazo. Para poder tener éxito definitivo en esta ardua tarea, es muy relevante, prioritario, ir abonando el camino al largo plazo con educación y formación en valores éticos y morales; porque en el fondo el problema tiene una raíz ética y moral de ausencia de valores. Esto es importante porque la realidad es que en el largo plazo no «estaremos muertos».
A manera de conclusión, de todo lo expuesto en los artículos anteriores, podrían remarcarse algunas consideraciones como importantes:
La inflación es el aumento de la cantidad de moneda y crédito por parte de los Bancos Centrales, y de la banca fraccionaria, que alineados a los intereses de los gobiernos, pretenden financiar el gasto público con ese nuevo dinero.
La inflación de la moneda se refleja en el aumento de los precios de bienes y servicios, lo que le resta valor a la moneda doméstica, por afectar negativamente su poder de compra.
En la inflación hay ganadores y perdedores: gana el gobierno, pues financia su gasto público, el que está alineado a sus intereses, lógicamente, y también se favorecen los primeros receptores y beneficiaros de ese gasto público. En el proceso, pierde la mayoría, el ciudadano de a pie, al que ahora se le encarece su vida y se le reduce el valor de lo que ha obtenido por su esfuerzo, empobreciéndolo. Pero en el largo plazo no gana nadie: perdemos todos.
Si los políticos que conforman en un momento determinado las instancias de gobierno, el parlamento y el Banco Central, persiguieran el bien común y velaran por los intereses de los ciudadanos, entonces no deberían proponer, apoyar y aplicar políticas inflacionarias, pues atentan contra los intereses del pueblo. La inflación está alineada con los intereses de unos pocos, y no con los de la mayoría. Podemos decir que en un país en el que hay una persistente inflación, sus políticos no defienden los intereses de la mayoría, ni velan ni persiguen el bien común.
Controlando la inflación de la moneda, resolveríamos y no aparecerían muchos de los problemas de índole económica que padece nuestra sociedad: no subirían los precios de bienes y servicios y, por lo tanto, no harían falta los controles de precios, que generan escasez. No harían falta los controles de alquileres, y por lo tanto no se desestimularía la construcción de viviendas. No harían falta los salarios mínimos, que generan desempleo, y a su vez la aparición de medidas que lo que logran es hacer más rígido el mercado laboral, y por lo tanto desestimulan el empleo, como la inamovilidad laboral.
Las personas preferirían proteger sus ahorros, esfuerzo de su trabajo, en la moneda doméstica, y no en una foránea; así no se devaluaría la moneda local, y no harían falta los controles de cambio, justificados en la fuga de divisas, y que desestimulan la inversión en el país. No habría elevadas tasas de interés y, por lo tanto, no harían falta los controles de tasas, que terminan desestimulando el crédito. No se darían las crisis económicas señaladas por la teoría de los ciclos económicos. Se incentivaría la inversión en el país, y por ende la generación de puestos de trabajo. Se lucharía realmente contra la pobreza, y por lo tanto contra la delincuencia.
Hay que resaltar que la raíz del problema está en el deseo de gastar más que tienen los gobiernos, y para ello apelan a la inflación de la moneda como fuente de financiamiento, bajo la mirada cómplice de los Bancos Centrales. Por lo tanto la solución del problema pasa por «amarrar las manos» al gobierno, incentivándolo a no caer en la tentación.
Se han expuesto diversas maneras de controlar inflación, pero todas ellas descansan en la decisión del estamento político del país. Por lo tanto, se hace necesaria la determinación de los políticos a controlarse a sí mismos. Allí hay un evidente conflicto de intereses.
Como ya comentamos, para alinear los incentivos de los políticos a los intereses de los ciudadanos, hay que acometer la tarea de identificar, formar y convencer a empresarios cuyos intereses se alineen a los de la sociedad, a los que les convenga un entorno favorable a la libertad económica. La labor de estos empresarios será financiar campañas electorales y la actividad de políticos que promuevan estas ideas, y que desde sus funciones en cualquier instancia de gobierno, propugnen y apliquen normas y medidas afines a la libertad económica, y por lo tanto alineadas al interés general.
A su vez, estos empresarios deberán financiar a medios de comunicación y a instituciones educativas para, mediante la difusión de ideas y la promoción de líderes de la sociedad afines a la libertad económica, ir generando una matriz de opinión más consciente y favorable a estas ideas.
El control de la inflación no es suficiente para que la sociedad emprenda una ruta de crecimiento económico y supere la pobreza, pero ya resulta un gran paso en ese camino. Al control de la inflación habría que acompañarlo de un entorno que incentive la generación de empresa y de riqueza: respeto a la propiedad privada, seguridad jurídica y personal, bajos impuestos, reducidos controles y regulaciones, un Estado dedicado a las labores que por subsidiaridad no puedan llevar a cabo los privados, en fin, un entorno de libertad económica, de libre empresa, y de menos mercantilismo y socialismo.
Las reformas expuestas y analizadas en esta serie de artículos persiguen lograr dos grandes objetivos: la estabilidad de precios y la autonomía del Banco Central, y por tanto de la política monetaria. Y son reformas no sólo de índole constitucional-legislativo, sino en materia económica, y de gobierno corporativo.
Entender la economía política de la inflación y de los controles, identificar ganadores y perdedores, nos permite entender por qué es difícil cambiar el statu quo.
Bueno amigos, con esto concluimos esta larga serie sobre lo visible vs. lo invisible de la inflación.
*Rafael J. Avila D es Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad Monteávila