Felipe González Roa.-
Disculpen el terrible neologismo. Un grosero insulto para la Real Academia pero, sobre todo, una imperdonable afrenta para todo aquel que realmente confíe y valore la necesidad de conciencia cívica en toda sociedad democrática.
La palabra suena mal, muy mal, pero su significado es todavía peor. Y, aunque terrible, lamentablemente es lo que parece imponerse en el mundo, cada vez más atribulado y confundido.
El gobierno de la demagogia, lo que viene a ser lo mismo que hablar sobre el régimen que controla el poder basado sobre falsedades y manipulación, todo disfrazado bajo un lenguaje edulcorado que afirma (mentirosamente, por supuesto) defender los derechos del pueblo. Eso es lo que avanza lentamente en el mundo, sobre todo de forma peligrosa en sociedades que hasta hace muy poco se consideraban reductos de la democracia.
Algunos tal vez replicarán que la demagogia no es un fenómeno nuevo, que desde hace años (décadas, siglos) esta deformación política campea en muchos países. Inevitable no recordar la historia latinoamericana, tan marcada por este fenómeno.
Sin embargo, hoy no se trata solo de una tendencia, una forma de querer hacer política, sino de la aparente imposición de este estilo para impulsar un gobierno, sin pensar en las consecuencias. Y ahora la alarma no suena solamente en predios del poder de tierras subdesarrolladas, sino que tañe con fuerza en el llamado “primer mundo”.
El penúltimo aviso proviene de Italia, cuna de la civilización romana, padre del pensamiento occidental. En las elecciones realizadas este domingo el Movimiento 5 Estrellas obtuvo el primer lugar en la preferencia de los ciudadanos.
Agrupación fundada en el 2009 por el comediante Beppe Grillo, el Movimiento 5 Estrellas ha logrado el favor de los electorados basado sobre un discurso que impulsa el euroescepticismo, exalta la seguridad frente a la inmigración y promueve políticas asistencialistas. Su actual líder es Luigi Di Maio, de 31 años, con apenas experiencia política pero estrella ascendente del anti-sistema en el viejo continente.
El Movimiento 5 Estrellas alcanzó el 32,7% de los sufragios, cifra que, si bien no es despreciable, tampoco tendría por qué significar un peligro al no representar una votación avasallante. Sin embargo, el peligro salta cuando se toma en cuenta que el xenófobo Liga Norte de Matteo Salvini, obtuvo 17,4% de respaldo del electorado. Las matemáticas son evidentes: por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial la tendencia extremista obtiene mayoría absoluta en comicios europeos.
Imposible hacer referencia a la experiencia italiana y no recordar los antecedentes registrados en los últimos años: el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, la votación a favor del Brexit en Reino Unido, el apoyo obtenido por Marine Le Pen y su Frente Nacional en Francia, el ascenso de AFD en Alemania, la presencia del nacionalismo catalán y la irrupción de Podemos en España… Diferentes fenómenos de distinto signo político, que se llaman de izquierda o de derecha, pero todos con un punto en común: su afán de destruir lo establecido y, a través de discursos incendiaros y elocuentes, prometer villas y castillos a los ciudadanos, siempre buscando enemigos externos (y muchas veces imaginarios) para así facilitar el nacimiento de sentimientos como el odio y el desprecio.
Naturalmente no se trata de pretender que los ciudadanos votaron solo impulsados por instintos suicidas, que simplemente decidieron iniciar el desmontaje de lo conocido para probar nuevas experiencias.
En estas últimas décadas algunos gobernantes y allegados a círculos de poder han incurrido en espantosas torpezas y errores. Invocando falsamente las necesidades del pueblo muchos se han enriquecido y han perpetrado los más abominables abusos…. Pero de allí a pretender acabar con la democracia para en su lugar impulsar un sistema basado sobre la demagogia y el populismo es como decidir visitar al verdugo y su guillotina para acabar con una fuerte jaqueca.
Y es inevitable hacer este repaso sin llevar las reflexiones a un país mucho más cercano: Venezuela, tierra en la cual la demagogia desde hace 20 años clavó su bandera y se resiste a retirarla. El mismo discurso y las mismas promesas que hoy retumban en otras latitudes (adaptadas por supuesto a cada realidad nacional) ya pasaron por los oídos de los venezolanos. Aquí, tristemente, creyeron en ellas y hoy se están pagando las consecuencias. Solo queda aguardar porque el mundo no transite ese mismo camino y se aleje de los cantos de sirena.
*Felipe González Roa es director de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.