Mercedes González de Augello.-Â
El pasado jueves, la noticia de que la Universidad Monteávila tuvo que suspender sus actividades académicas y administrativas, porque un grupo de delincuentes habían violentado su sede causó gran conmoción en todas las personas que escuchaban lo sucedido. A pesar de que la delincuencia es algo cotidiano para los venezolanos, que una universidad haya sido robada, nos golpea con la dolorosa realidad de la profunda descomposición social que atraviesa el país. El recinto académico, siempre respetado y anhelado como el lugar donde el saber y la verdad pueden generar el cambio necesario para vencer la oscuridad de la ignorancia, se ha convertido en cualquier lugar apetitoso para atacar y destruir.
El hecho, que nos consternó en un principio –pues vivimos día a día las dificultades de llevar adelante un proyecto educativo de excelencia en un país lleno de adversidades– se convirtió en la oportunidad de recibir las mayores muestras de afecto, agradecimiento y solidaridad por parte de todos los miembros de la comunidad universitaria, amigos y de la sociedad en general. Alumnos, profesores, egresados y la sociedad en general se volcaron en mensajes de apoyo y gratitud a la institución, lo que nos animó a asumir la situación con la esperanza, la responsabilidad y la fortaleza que caracteriza a la comunidad umaísta.
Muchas veces el agobio de las tareas por hacer, la rutina del día a día, los problemas cotidianos que hay que solventar, nos mantienen atrapados en el ahora y no nos permiten elevar la visión y ver lo hermoso del quehacer educativo y el profundo bien que estamos haciendo en cada una de las personas que forman parte o conocen nuestra universidad.
Los mensajes de aliento recibidos, la ayuda ofrecida, el agradecimiento manifestado son muestra de la huella que se ha ido dejando en las personas y son el mejor motivo para sobreponerse a esta y a cualquier adversidad y seguir con la mirada puesta en ese acompañamiento de la persona en el desarrollo máximo de sus potencialidades humanas, como fin último de nuestra tarea formativa.
En una sociedad que se pinta egoísta, donde parece reinar el individualismo y el “sálvese quien pueda” lo vivido estos días es la mejor demostración de que la solidaridad es una de las más valoradas virtudes humanas que se fundamenta en esa necesidad del hombre de estar unido a sus semejantes y cooperar con ellos. Hemos experimentado que ante cualquier necesidad que se le presente a una persona, institución o sociedad, la fraternidad siempre estará presente para la cooperación y el trabajo conjunto en búsqueda  del bien.
Es momento de agradecer cada uno de los mensajes recibidos y del apoyo manifestado. Seguiremos firmes en nuestra misión, con la esperanza y optimismo que nos da saber que contamos con el apoyo de todos nuestros egresados, estudiantes, familias, amigos y de una sociedad que valora y respeta la institución universitaria.
*Mercedes González de Augello es Decana de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la Universidad Monteávila.