Alicia ílamo Bartolomé.-
Entramos, pues, en 2018 y todos esperamos que sea un año de renacimiento y esperanza, porque 2017 fue para Venezuela y muchos lugares del mundo, de horror y desaliento. Que no se repita, que salgamos adelante, pero tenemos que empezar por replantearnos muchos aspectos de la vida nacional y personal.
En nuestro país no sólo hay una profunda crisis política que afecta todo lo demás como la economía, la producción, la institucionalidad, etc., además, tenemos, aun antes de estos últimos 20 años de pesadilla, una degradación sostenida de la educación, por un lado y, por otro, del sistema penitenciario. Estos son dos polos de desastre, mucho más graves de lo que la gente suele pensar.
El descenso educacional es tan fuerte, que un bachiller de hoy es un pozo de ignorancia, incapaz para afrontar la universidad y la afronta criminalmente ayudado por disposiciones gubernamentales. La arruga se corre y la ignorancia adquiere un título, pero no se gradúa un individuo capaz para contribuir al progreso de la sociedad, sino un peso muerto, un ser que ha sido engañado y es bueno para nada. La crisis educacional es tremenda desde la primaria. Es urgente replantear todo el sistema escolar.
En cuanto a la crisis carcelaria, también viene de lejos, no se le puede achacar todo a la administración actual, aunque indudablemente ésta la ha empeorado llevándola a niveles insostenibles. Una prisión nuestra es una excelente escuela para aprender a delinquir, para convertirse en criminal.
No sólo no cumple su labor esencial de rehabilitación sino que hace todo lo contrario. Un joven que entra en una penitenciaría por una falta menor, más o menos sano aún, es humillado, maltratado, violado y finalmente convertido en delincuente.
Lo que pasa en nuestras cárceles desde hace mucho es sencillamente dantesco y a nadie parece importarle. Ahora peor, porque se ha institucionalizado el gobierno tiránico de los llamados pranes que controlan la delincuencia externa desde sus celdas y han demostrado tener más poder que los representantes del gobierno o están de acuerdo con éstos. Los pranes ordenan y sus secuaces rejas afuera ejecutan. Sin una depuración a fondo del sistema carcelario, no se puede erradicar, ni siquiera disminuir, la inseguridad social que nos asfixia.
Y entramos en lo personal, lo que tú yo tenemos que replantearnos. Cada quien en su ámbito: el estudiante, el profesional, el trabajador, el artesano, el artista, el deportista, el agricultor, el político, el empresario, tiene que tomar su oficio en serio. Nada de chapucerías en sus obligaciones. No se construye y mucho menos se reconstruye un país con el trabajo personal mal hecho.
Todos tenemos una misión y hay que cumplirla a la perfección, sea estando a la cabeza para gobernar el país, sea para barrer la calle o apretar una tuerca. Ningún trabajo decente es indigno, indigno es el ejecutante mediocre que descuida el gobierno, que deja la calle sucia o una tuerca floja. Todos los que actúan así contribuyen a la ineficacia de la sociedad, a detener el desarrollo de una nación.
Nace un año, vamos también a renacer todos y cada uno de nosotros, trabajando con perfección, alegría, ilusión, apego y esperanza, es decir, enamorados de nuestra misión. Así se hace patria. Pongámosle ilusión a 2018. Una ilusión cimentada en la fe, la esperanza y el trabajo.
Alicia ílamo es decana fundadora de la Facultad de Ciencias de la Comunicación e Información de la Universidad Monteávila.