Fernando Vizcaya Carrillo.-
En el entendido de que la ciudadanía se hace y no nace, podemos vislumbrar problemas serios para la Constitución y el mantenimiento de sistemas de gobierno que tiendan a la activa participación de los ciudadanos en las diversas decisiones que atañen a su propio destino; y a la visión de la participación como consecuencia de cualquier consenso para la acción comunitaria, si el sistema de educación no se plantea verdaderamente cultivar hábitos específicos.
Escribió un filósofo: “En un país bien gobernado, debe inspirar mucha vergí¼enza la pobreza. En un país mal gobernado, debe inspirar vergí¼enza la riqueza. En ambos casos, depende de los habitantes de ese país solucionar los problemas, a eso se le llama ciudadanía”
La formación de la persona debe llevar a darle una cierta autonomía que se caracterice por un saber actuar, buscando los mejores medios. Y no nos referimos a lo expedito del saber hacer, que es simplemente una técnica, sino a algo más profundo en el ser de la persona. Y es palmario que estamos en el ámbito de los medios intelectuales, no sólo en su aspecto teórico, en la simple reflexión sobre el tema, sino en el aspecto práctico, la necesidad de la práctica para el cultivo de esas disposiciones.
Estamos en el plano de la ética. El engaño profundo se sostiene en un mito, que es creer que la palabra democracia, en su sólo pronunciamiento, genera hombres mejores y justos. Eso solo lo produce la práctica de hábitos operativos que tienden al bien. Esos hábitos se cultivan en –y vuelvo a insistir- el hogar. Así dice el poeta Andrés Eloy “El poder, la fama, la gloria, pobre cosa pequeña/ Cuando dejé mi casa para buscar la gloria, cómo olvidé la gloria que me dejaba en ella”
Esa formación debe ir desde saber leer, (clave para la asimilación de la información y la consolidación de la cultura); saber mantener una conversación productiva y fecunda, (el arte de la deliberación que implica el respeto a la otra persona, a sus argumentos y forma de pensar); hasta elegir adecuadamente (los medios para lograr los fines que se establecen en la antropología) en el aspecto personal como en el comunitario.
Profundizando en esta últimas ideas podemos decir que el sistema educativo vigente —hay que reconocerlo— tiene como una de sus fallas más patentes no formar un hábito de lectura selectivo y exigente en los alumnos, por lo que se percibe en nuestro medio, una cultura de superficie, llena de lugares comunes, frases y dichos, muletillas.
Las frases hechas o refranes, producen unas consecuencias como la siguiente: se impide el razonamiento discursivo y fecundo, en el plano personal y también en las relaciones interpersonales, porque falta ponderación en lo que se piensa y, por tanto, en lo que se dice.
En una sociedad que está catalogada como determinada por la cultura de las imágenes, la costumbre de no leer con profundidad impulsa a que se vean sólo algunas secciones de los periódicos, y se mire mucha televisión, sobre todo programas que no dejan en la persona nada de un mayor interés intelectual, y por lo tanto difícilmente enriquecerán culturalmente a las personas.
La mayoría de los programas de los mass media audiovisuales son frívolos cuando no vulgares y llenos de ordinarieces, que destruyen el lenguaje y la capacidad de razonamiento de nuestra población. Al no leer con criterio selectivo, exigente, (sino, por el contrario, con pasividad), el impacto deformador de los mass media es muy grande. Podemos decir que no sabemos informarnos adecuadamente.
No saber informarse es mucho más grave de lo que se piensa. No consiste en “estar al día”, es otra cosa. Es saber leer críticamente lo que nos presentan los medios de comunicación diariamente. Esto se logra con unas preguntas elementales, para cualquier persona que esté formada. ¿Eso que me dicen es verdad? ¿Las fuentes de esa información, son confiables? Si como decía el Libertador en Angostura, las luces son una de las primeras necesidades, debemos empeñarnos en conseguirlas.
*Fernando Vizcaya Carrillo ([email protected])Â es decano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Monteávila.
Excelente. Creo que compartimos esa visión. Me alegra que estés sembrando estas ideas a voleo. Dios quiera que caigan y germinen en buena tierra.