Postales de Praga| Más allá de la izquierda y de la derecha

Felipe González Roa.-

Es momento de proponer nuevas ideas, más allá de la tradicional izquierda y derecha.

En un mundo en el que resaltan las etiquetas es irresistible la tentación de calificarlo todo, ponerlo en recipientes pre-fabricados, redondos o cuadrados (a veces triangulares) con el afán de hacer encajar cada una de las piezas en esta compleja realidad.

No se trata de algo necesariamente pernicioso, dirí­an algunos psicólogos y otros estudiosos. Al final la calificación permite al ser humano hacer (o creer hacerlo) medianamente predecible un ambiente siempre hostil y cambiante. Es un mecanismo de adaptación e incluso de socialización que puede facilitar el desarrollo de relaciones entre las personas.

El problema, como siempre en la vida, se presenta cuando las etiquetas son llevadas a un extremo, cuando solo permiten aproximarse a la superficialidad y eluden cualquier intento de comprensión de la esencia. Cuando confundimos los fondos con las formas, cuando solo prestamos atención a las apariencias.

Muchas son las actividades humanas que han sido recubiertas con diferentes etiquetas, entre ellas la polí­tica. Es prácticamente imposible definir la actividad polí­tica sin hacer algún tipo de calificación. Quien pretende alejarse de esos parámetros corre el riesgo de no lograr que sus ideas trasciendan y den forma a la historia. Simplemente quedarán encajados en un eterno hoy que será derruido y olvidado paulatinamente con el pasar de los dí­as.

Liberales, conservadores, republicanos, monárquicos, socialistas, democristianos, marxistas, socialdemócratas, radicales, etc…. Una larga lista que, en el devenir de nuestra historia, puede reducirse en las dos etiquetas básicas: izquierda y derecha, las cuales prácticamente han marcado la controversia polí­tica desde hace más de 200 años. Calificaciones que se vieron reforzadas por las luchas nacidas al fragor de la revolución industrial, cuando el obrero se empezó a enfrentar al dueño del capital.

Desde una perspectiva general y (muy) básica, los izquierdistas procuran defender valores que promuevan la igualdad de las personas, propiciar cambios para evitar estancamientos sociales; mientras que los derechistas buscan reconocer las libertades de los individuos, conservar tradiciones que dan sentido al hombre.

Durante más de 200 años estas ideas han alentado disputas y debates, algunos surgidos desde la civilizada bancada de la democracia; otros desde la bárbara confrontación con las armas. En nombre de la izquierda y de la derecha, invocando ideales de la igualdad y de la libertad, se ha muerto y se ha asesinado, se ha encarcelado y se ha torturado; se ha amado y se ha olvidado.

En estos 200 años el mundo ha cambiado. La humanidad pasó del caballo a manejar automóviles; de mirar la luna desde lejos a dar brinquitos sobre su suelo. Especialmente vertiginosos han sido estos últimos tiempos, marcados por la informática y las telecomunicaciones, computadoras, teléfonos inteligentes, satélites, internet, redes sociales… No son pocos los académicos que hablan de una nueva era de la humanidad, tan trascendental como la que marcó la invención de la rueda o de la imprenta.

Y en esta época de cambios y transformaciones la humanidad sigue sumergida en las etiquetas polí­ticas de la izquierda y la derecha, incapaz de traspasar esas fronteras. Es momento de entender lo que significó cada uno de los conceptos englobados en esas tendencias, aprender y reconocer los aportes, comprender y analizar los errores, pero también es el momento de plantear nuevas ideas, otras propuestas que derroten la inercia.

Es momento de proponer nuevas ideas que vayan más allá de la tradicional izquierda y derecha, arrancar el debate de la discusión maniquea y abrir nuevos espacios donde se propongan propuestas originales y adecuadas al mundo de nuestros dí­as y, sobre todo, al de nuestro futuro. Debe llegar la hora de darle forma a un nuevo mundo.

*Felipe González Roa es director de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Monteávila

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