Andrea Fermín Facendo-.
Este domingo 7 de mayo en Francia se celebran unas elecciones trascendentales para el futuro de Europa y de la democracia occidental, cita en la que se enfrentarán dos candidatos de sendos movimientos emergentes en el país, los cuales, en una primera vuelta histórica, derrotaron a los tradicionales candidatos socialistas y conservadores.
Emmanuel Macron, del partido En Marcha, y Marine Le Pen, del Frente Nacional, obtuvieron, respectivamente, el 24,01% y el 21,30% de los votos de los comicios que se celebraron el 23 de abril, respaldos que, al no superar al menos la mitad del favor del electorado, los llevó al balotaje.
Atrás quedaron el centroderechista Francois Fillon, de Los Republicanos, el radical de izquierda Jean-Luc Mélanchon, de Francis Insumisa, y Benoit Hamon, del oficialista Partido Socialista.
El avance de Le Pen, acusada a menudo de ser xenófoba e intolerante, ha hecho saltar las alarmas en el establishment político francés y europeo, que teme que un triunfo de la candidata ultraderechista siga el ejemplo de Donald Trump en Estados Unidos y de los partidarios del Brexit en el Reino Unido.
Sin embargo, las últimas encuestas pronostican un cómodo triunfo de Macron, ex banquero y ex ministro del actual presidente Francois Holland, lo que, al menos por ahora, permite respirar tranquila a la democracia occidental.
Según los sondeos, Macron superaría por cerca de 20 puntos a Le Pen, aunque a los analistas no deja de inquietar que la abanderada del Frente Nacional vaya a obtener cerca del 40% de los votos en la segunda vuelta.
En total están llamados a las urnas 47 millones de ciudadanos. Los analistas del diario Le Monde esperan que haya grandes diferencias entre el voto de las grandes ciudades, mayoritario y más afín a Macron, y el de las zonas rurales, más propenso a Le Pen pero minoritario.
Macron aspira a convertirse, a sus 39 años, en el presidente más joven de la V República francesa, mientras que la líder del Frente Nacional intentará ser la primera mujer en alcanzar la jefatura del Estado.
Marine Le Pen tiene 48 años de edad y es hija del fundador del Frente Nacional, el ultraderechista Jean-Marie Le Pen, quien ya en el 2002 dio la sorpresa al avanzar a la segunda vuelta en las elecciones celebradas ese año, cuando finalmente fue derrotado de forma aplastante por el entonces presidente Jacques Chirac.
Conocida como la “Trump” francesa, Le Pen ha basado su campaña sobre llamados antiinmigración y antieuropeo. Lideró las encuestas hasta finales de febrero, pero luego la sobrepasó el independiente Macron.
Su misión de cambiarle la cara a su partido ha surtido efecto y su discurso a favor de una “una Francia más francesa” ha cautivado a quienes creen, como ella, que la mejor solución contra la crisis es la protección de las fronteras y la recuperación de la nación como un país independiente. Entre sus propuestas la más destacada ha sido “abogar” por abandonar el euro.
Hace apenas tres años, cuando fue nombrado ministro de Economía, Macron era un desconocido para la mayoría de los franceses. Sin embargo, con su bajo perfil y su candidatura independiente y ayudada en gran parte por los escándalos de sus contrincantes, ha logrado escalar posiciones hasta situarse a muy pocos pasos del Palacio del Elíseo.
Durante su campaña se ha mostrado como un convencido europeísta, así como un partidario de reenfocar el gasto público en infraestructura y no en la asistencia social. Ha optado por evitar las estridencias y aglutinar el apoyo de todos los sectores que desean apartarse de propuestas radicales. Su flexibilidad ideológica (para algunos incluso carente de contenido) ha hecho que muchos analistas, no sin dejo irónico, definan su candidatura como de “extremo centro”.
Debate en francés
La campaña electoral en Francia ha sido especialmente intensa. Estas elecciones no solo fortalecieron la presencia de la ultra derecha, sino que vieron el avance de la extrema izquierda, representada por Mélenchon, quien a sus 65 años se convirtió en una de las grandes sorpresas. Es un admirador de la izquierda latinoamericana e incluso se ha declarado seguidor del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez. Sus propuestas le valieron, en la primera vuelta, recabar el respaldo del 19,58% de los franceses.
Más atrás quedaron los candidatos de los partidos tradicionales: Fillon, quien entre 2007 y 2012 fungió como primer ministro bajo la presidencia de Nicolás Sarkozy, aparecía de inicio como el gran favorito para las elecciones, pero una serie de escándalos de corrupción, en la que se vieron involucrados su esposa y algunos de sus hijos, atentaron contra sus posibilidades, que al final quedaron reducidas al respaldo del 20,01% del electorado.
Si la primera vuelta fue un fracaso para Los Republicanos, para el Partido Socialista adquirió ribetes de desastre. Hamon, quien dio la sorpresa al derrotar en las primarias al ex premier Manuel Valls, obtuvo solo el 6,36% de los votos. Los expertos atribuyeron su derrota a la baja popularidad del presidente Hollande, pero este resultado no se puede explicar solo por el desempeño del mandatario. Es mucho lo que debe reflexionar la izquierda democrática para volver a aspirar a espacios de poder en Francia.
Tras los resultados de la primera vuelta las principales figuras políticas francesas, incluyendo la mayoría de los candidatos derrotados, cerraron filas en contra de los peligros que encarna el extremismo de Le Pen y ofrecieron su apoyo a Macron. Solo Mélanchon, quien prefirió optar por un discurso ambiguo, no respaldó expresamente al abanderado de En Marcha
Durante su campaña la ultraderechista Le Pen criticó a Bruselas por haber impuesto la austeridad presupuestaria y defendió la salida de la Unión Europea si unas eventuales negociaciones no conducían a una transformación de fondo.
Macron expresó su deseo de transformar el papel de Francia en la comunidad sin las amenazas de un “Frexit”. Especialmente europeísta, a diferencia de las corrientes políticas que se desplazan por el viejo continente el abanderado de En Marche! sigue apostando por la unidad de los 27.
En cuanto a la inmigración, sobre todo la islámica, Le Pen abogó por una política restrictiva, con medidas que limiten el reagrupamiento familiar, las prestaciones sociales para los inmigrantes y la concesión de la nacionalidad francesa. Mucho más flexible se ha mostrado Macron, quien no ha respaldo planes excluyentes.
La derecha, especialmente en voz de Le Pen, ha mantenido un firme discurso sobre la seguridad, apostando por propuestas de condenas de prisión más duras y una ampliación de las cárceles. La dirigente del Frente Nacional ha prometido incluso expulsar de oficio a los extranjeros que cometan delitos.
Macron se sitúa a medio camino: apoya ampliar las prisiones pero está en contra de prolongar el estado de excepción.
* Andrea Fermín Facendo es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.