Desigualdad de género en Venezuela: ¿problema educativo o cultural?

Jhoan Adrián.-

Jóvenes como Michelle Monges ven con incertidumbre su futuro. Foto: Jhoan Adrián

Desde los 13 años Michelle Monges ha tenido que encargarse de las tareas domésticas del hogar, cuidar de su hermanita menor y, en su tiempo libre, trabajar en la tienda de sus padres. Estudia en un popular colegio de la ciudad de Caracas, el San Francisco de Sales, ubicado en La Candelaria. Cursa el 9° grado y debe sobrellevar sus deberes escolares con sus tareas familiares.

Su familia está compuesta de pequeños comerciantes que poseen sus propios negocios. El de sus padres consiste en vender carteras de dama en una de las zonas más concurridas de la capital venezolana: Chacao.

Pese a lo pequeño de la tienda, no le falta popularidad. Al estar ubicada en la esquina del Centro Comercial Sambil, la hace partí­cipe de numerosas visitas de personas curiosas que buscan precios accesibles por un buen producto.

Si te asomas a la tienda serás recibido por la amabilidad y dinamismo del dueño del local, Dover Ruí­z, un maracucho conocido por su dinamismo a la hora de convencer a sus clientes y cerrar la venta. Su tez blanca, gordura prominente y su gran sentido del humor hacen que cada cliente se lleve una sonrisa y las ganas de volver al lugar.

A su lado encontrarás a su esposa, Mildred Villareal. En contraste a su pareja, ella es de tez morena, baja estatura y ojos profundos. Cuenta con la seguridad de una mujer luchadora y que sabe lo que hace. Su carácter a la hora de aconsejar en las compras hace que las mujeres, en busca de apoyo femenino, se vayan convencidas de que adquirieron el mejor producto.

Madre de dos hijas y en espera de otra, Mildred debe atender a los problemas laborales y familiares. Su anterior relación fue un fracaso rotundo al quedarse con dos pequeñas y sin el apoyo de su pareja. Desde entonces Dover ha ocupado el lugar de la figura paterna en la familia y ha ayudado al sustento de las niñas, quienes lo consideran su verdadero padre.

Ambos forman parte de las estadí­sticas de personas que no cursaron estudios superiores. Para Dover, los estudios nunca le han hecho falta. La tienda ha sido el sustento real de la familia y es a lo que dedica su mayor esfuerzo.

Al ser un negocio familiar las tareas se deben repartir. Michelle Monges, por ser la mayor, se encarga de más tareas en comparación a su hermana. Desde que tiene memoria, siempre ha tenido que encargarse de vender en la tienda, realizar las tareas de la casa, cuidar de su recién nacida hermanita y cumplir con sus deberes escolares.

La economí­a en Venezuela siempre ha estado llena de problemas y contrariedades. Pese a lo difí­cil de la situación, el venezolano se caracteriza por ser consumista y rebuscado. Esta es una de las caracterí­sticas que ha mantenido la tienda y que permea incluso dentro de ella.

Cuando falleció el presidente Chávez, Venezuela empezarí­a una oleada de agravamientos en materia polí­tica, económica y social. Problemática que, según expertos, es consecuencia de las polí­ticas precedidas por el difunto mandatario.

Con la agudización de la restricción en el sistema de obtención de divisas, impulsada por el gobierno de Nicolás Maduro en el año 2014, la adquisición de los productos de la tienda se vio perjudicada. El constante encarecimiento de los precios hací­a inviable la compra y venta de las carteras femeninas. Las ventas bajaron abruptamente.

La pequeña tienda debió reinventarse para sobrevivir. De carteras pasaron a productos de belleza, principalmente de cuidado del cabello, y otros productos como maquillaje. Gracias a esto el público femenino no ha dejado de asistir a la tienda en busca de gangas.

Michelle Monges ve con dificultad el alcance de sus metas. Foto: Jhoan Adrián

Lo que antes parecí­a sustentable, ahora parece quedar apretado. Desde 2014 hasta nuestra fecha Venezuela enfrenta una de las crisis más graves jamás vividas. El alza de los precios y la escasez de los productos constituyen un cí­rculo vicioso que agrava más la situación.

Michelle Monges, hoy con 21 años de edad, sigue igual o peor que a sus 14 años. Los deberes familiares solo se han intensificado gracias al crecimiento de la inseguridad,  la inflación y la escasez. Esto la ha obligado a sumarse a las diferentes colas que se generan cuando llega un producto básico. La comida en su hogar se ha tenido que bajar en cantidad y calidad para garantizar al menos la mí­nima nutrición. Pero lo que más la ha afectado es la inseguridad, al vivir en una de las ciudades más peligrosas del mundo.

Según la diputada al Parlamento venezolano, D’Elsa Solórzano, Venezuela es uno de los paí­ses con la mayor tasa de femicidios anual.  Para enero de 2017, según cifras extraoficiales, el í­ndice de homicidios registró aproximadamente 504 muertes en la capital. Un aumento considerable en relación al año anterior, que cerró en 474 muertes. De acuerdo con un informe del Observatorio Venezolano de Violencia, la tasa de homicidios fue de 91,8 por cada 100.000 habitantes, lo que ubica al paí­s como el segundo más violento del mundo.

Las mujeres se llevan la mayor parte de las estadí­sticas. En la región todaví­a luchan contra la brecha de igualdad de género. En asuntos económicos son ellas las más afectadas. Sin embargo, pese a que el gobierno ha impulsado leyes que tratan de sopesar las injusticias en tema de desigualdad, en el ámbito social la mujer es la más desfavorecida.

Según un informe del World Economic Forum que habla sobre la brecha de desigualdad de género global, Venezuela se encuentra en el puesto 74 entre 144 paí­ses. La brecha de desigualdad en el paí­s se califica como promedio.

Pese a los resultados que arroja el informe sobre el paí­s, Venezuela es uno de los paí­ses con más violencia de género en el mundo, donde la mayorí­a de ellos terminan en muerte. Según el estudio, la brecha de género en materia económica y de educación, se encuentra estable, siendo las mujeres mayormente beneficiadas.

El í­ndice de educación de la mujer es de 98 en comparación al 58 de los hombres. Esto quiere decir que la mayorí­a de la población femenina es propensa a realizar y terminar estudios escolares y superiores. En materia económica se mantiene la estabilidad y la brecha no es significativa.

Sin embargo, en materia polí­tica y social, la brecha es bastante amplia. La participación de la mujer en la toma de decisiones de la vida pública es mí­nima. La impunidad judicial en los casos de violencia y la lentitud del sistema en responder. Son caracterí­sticas que forman parte de la problemática en el paí­s.

La desigualdad de género, según sociólogos, es una vieja tendencia en el proceso de socialización por el que el individuo pasa a pertenecer a la sociedad mediante la adopción de ciertos roles necesarios e identificativos del género.

Esos roles sociales contribuyeron fuertemente en las civilizaciones antiguas, donde la repartición de las tareas y la supervivencia eran prioridad. En la sociedad actual estos roles quedan obsoletos, por lo que es necesario un cambio de paradigma.

Andrew Reines, Profesor de Literatura y Estudios Culturales de la Universidad de Towson University de Maryland, reseña para el portal The New York Times en español, que los problemas de los estereotipos de género afectan no solo a las mujeres.

Los hombres tienden, en la adolescencia, mediante el proceso de socialización, a suprimir sus emociones y convertirlas en enojo. Esta falta de educación emocional, a la larga, trae serias consecuencias en la psique del individuo. Frases como “los hombres no lloran”, conforman un problema cultural que podrí­a ser la base de la desigualdad de género.

Michelle Monges espera poder cumplir sus aspiraciones. Foto: Jhoan Adrián

Muchas mujeres han alzado su voz en pro del feminismo, movimiento que pretende reivindicar los derechos de las mujeres. Sin embargo, como dijo Emma Watson en el lanzamiento de su campaña “HeforShe” ante la Organización de las Naciones Unidas, la lucha no es contra los hombres, ni siquiera contra el sistema, es contra la cultura.

Los hombres también son ví­ctimas de la desigualdad de género, sobre todo en el ámbito social. Todo esto contribuye a que las polí­ticas estatales que se impulsan para igualar la brecha de desigualdad sean inútiles, pues solo atacan las consecuencias, obviando el origen del problema.

Por eso en Venezuela se puede ver cómo las estadí­sticas hablan por sí­ solas. En un paí­s donde la desigualdad de género en materia económica pareciera estar sopesada, pese a la crisis, la violencia de género persiste. Pareciera haber una relación entre el indicador de estudios, donde los hombres son más propensos a no culminarlos, y la alta tasa de femicidios.

Esto conlleva una pregunta importante: ¿es necesaria una reforma en la educación?, o mejor todaví­a, ¿la educación contribuye a que los hombres y mujeres aprendan a ser ellos mismos, en libertad, o simplemente perpetúan los mismos roles de géneros impuestos socialmente?

Sonia Marquina, licenciada en Educación Inicial desde hace más de 20 años, afirma que la educación debe estar a la par de la sociedad y es necesario implementar una educación igualitaria y libre de estereotipos. Ella ve con pena cómo los niños a medida que crecen van perdiendo su sensibilidad para amoldarse a las formas exigidas y poder encajar.

Michelle Monges ve con dificultad el alcance de sus metas. Estudia Diseño de Modas en el Instituto Brivil y nota las complejidades que conlleva ejercer una carrera artí­stica tan infravalorada socialmente. Recuerda con nostalgia cómo en su colegio siempre hací­an ejercicios por separado, se pregunta si las mujeres son más débiles que los hombres, porque al menos eso las hací­an pensar.

La crisis económica, polí­tica y social que enfrenta el paí­s solo suma un peso más a la balanza de injusticias que conlleva la desigualdad de género, donde las mujeres son las más afectadas.

Sin embargo, como señala Mario Vargas Llosa, la responsabilidad es de todos los actores que conforman la sociedad, en especial los medios de comunicación. El asegura que nuestra sociedad está caracterizada por los “mass media”, somos una generación tecnológica y de entretenimiento. Asevera que los medios deben tomar un papel responsable y otorgar las herramientas necesarias para el desarrollo social. Son muchos los casos donde los medios, por aspiraciones mercantiles, reproducen esquemas para obtener ganancias, vendiendo productos estereotipados que contribuyen a fortalecer la brecha de desigualdad de género, como series o novelas con mensajes dañinos para la juventud.

La desigualdad de género abarca más problemas de los que creemos. Sus consecuencias pueden estar relacionadas incluso con el “bullying” o acoso en las aulas escolares. El trabajo para erradicar la desigualdad de género es más complejo de lo que parece, constituye un trabajo de todos.

Hoy, Michelle Monges, a pocos meses de graduarse como Diseñadora de Modas, ve con tristeza el futuro de su carrera. Al ser el único sustento de su familia, teme que deberá permanecer trabajando en la tienda de sus padres y cuidando del hogar pese a sus aspiraciones. Al menos hasta que las condiciones mejoren y pueda encontrar un buen trabajo.

¿Cuantas personas con sueños transformadores hoy están ancladas tras un mostrador para garantizar la supervivencia de su familia? ¿Cuántos niños sufren en los colegios por mostrar mayor interés en las artes y no encajar en el estereotipo de lo que un “chico” debe ser? Mientras la desigualdad crece, ellos siguen esperando. ¿Cuándo podremos vernos como iguales? A Michelle le gustarí­a saberlo.

* Jhoan Adrián es estudiante de Comunicación Social de la Universidad Monteávila.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Pluma