Julián Marí­as… y yo

Francisco Blanco.-

Este es un hecho de la vida real

Julián Marí­as es un filósofo español de finales del siglo XX, que tuvo una vida verdaderamente increí­ble. De niños juró nunca decir mentiras, cosa que cumplió, aprendió en la secundaria latí­n, inglés, francés y alemán, fue de crucero por el Medio Oriente y en Jerusalén, le pidió a Dios tener una vida intensa

Antes de graduarse en la universidad lo metieron preso por un crimen que no cometió, en la cárcel enseñó a leer y a escribir a sus compañeros de celda, se casó con el amor de su vida, Dolores Franco “Lolita”, tuvo 5 hijos, escribió más de 80 libros de filosofí­a, polí­tica y cine, dio clases en Europa y en América, habló en el Concilio Vaticano II, fue senador, el papa San Juan Pablo II lo nombra parte del Consejo Internacional Pontificio para la Cultura, fue miembro de la Real Academia española, ganó premios en cí­rculos culturales e intelectuales, a los 80 años lo intentaron robar pero le dio un puñetazo en la cara a su agresor y lo dejó tendido en el piso, finalmente en 2005 murió y este año comencé a hacer mi tesis doctoral sobre un aspecto de su pensamiento y extrañamente me he encontrado con él en distintas ocasiones, a lo largo de mi vida.

En segundo año de la carrera me tocó ver la materia “metafí­sica”, el profesor fue el padre Rafael Montenegro, entró al salón, saludó muy amablemente, preguntó: “¿Qué es la metafí­sica?” Obviamente nadie le pudo responder, y luego escribió en la pizarra con un marcador azul lo siguiente:

“La metafí­sica es la pregunta radical y última que todo hombre tiene que hacerse”, Julián Marí­as

Esa fue la primera vez que escuché ese nombre.

En tercer año de la carrera me tocó ver la materia “Filosofí­a contemporánea”, el profesor fue el padre Julián Rodrí­guez, luego de hablar de José Ortega y Gassett por un par de semanas, habló de otro Filósofo español, alumno de Ortega y como dijo el padre en clases: “Tocayo del profesor” y comentó algo muy breve sobre Julián Marí­as… ese nombre, otra vez.

En quinto año de la carrera me tocó hacer tesis, no tení­a ni idea de lo que querí­a hacer, estaba en cero, en un auténtico vací­o creativo. Caminando por los pasillos de la universidad me encuentro al padre Julián, siempre tan sonriente y me preguntó por la tesis, luego de mi tibia respuesta me dio unas luces que se transformaron en mi tesis… al padre Julián le debo gran parte de mi manera de ser profesor.

Entre el 2006 y el 2013 mis papás tení­an una casa en un pueblo de Carabobo olvidado por todos “Patanemo”, un diciembre comenzó una construcción en el terreno del frente, en marzo ya habí­a gente ahí­ y a finales de mes, ya estábamos compartiendo con los nuevos vecinos una paella en la playa. Ellos eran el Sr. Pedro y Brenda, unos madrileños aventureros como los que más que decidieron ahí­ en ese pueblo hacer su casa caribeña, cuando le dije al Sr. Pedro que habí­a estudiado Filosofí­a, me contó que él era padrino de Fernando, uno de los hijos de un filósofo no tan conocido que se llamaba Julián Marí­as… BOOOOOM.

En el 2017 Ori queda embrazada, durante los primeros meses comenzamos a hacer nuestra lista de nombres para el bebé, yo apliqué todas las estrategias de negociación y persuasión que sabí­a para que, si es niño se llame Julián (por el padre Julián y por ese filósofo que he escuchado tanto) y si es niña se llame Julia (porque Juliana suena como raro).

Comenzando la pandemia me llegó la oportunidad de comenzar un doctorado en Filosofí­a, en un momento providencial se me abrió el cerebro, se me alinearon las ideas con el corazón y brotó el tema: “la futurición como ejercicio antropológico de esperanza según el pensamiento de Julián Marí­as”. Una mezcla de los temas que doy en clase, con algunas explicaciones que he trabajado con los años y una lectura que todos mis alumnos tienen que leer en la primera semana del año académico, lectura por cierto de Julián Marí­as.

Comenté lo de mi doctorado entre los compañeros de la UMA y una de ellas me dice que Julián Marí­as es primo de su abuelo… increí­ble.

Le escribo a Brenda, la compañera del señor Pedro, con la noticia del doctorado y con la intención de ponerme en contacto con ese hijo de Julián Marí­as, para contarle que estaba haciendo una investigación de su padre y pedirle información sobre algún centro o fundación que tengan bajo su nombre que me pueda becar. A los dí­as me dieron el correo de Fernando Marí­as… tiene Gmail.

Le escribí­ la primera semana de diciembre. El 23 de diciembre del 2020, en mi bandeja de entrada tení­a un correo de Fernando Marí­as.

*Francisco J. Blanco es profesor de la Universidad Monteávila

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